Miremos a Jesús

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Autor: Wim Malgo

En este estudio, partiendo del pasaje de Juan 12:21 donde unos griegos piden ver a Jesús, pensaremos en el significado espiritual de ver a Jesús y en siete razones por las que hacerlo es indispensable. Al ver a Jesús somos salvos, encontramos paz, dejamos de lado nuestra propia justicia, obtenemos perspectiva en tiempos difíciles, oramos conforme a la voluntad de Dios, recibimos la garantía de nuestro futuro eterno, y somos animados a permanecer fieles hasta el final.


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PE3066 – Miremos a Jesús



Miremos a Jesús

Hola, queridos oyentes. Quisiera empezar nuestro estudio de hoy leyendo Juan 12:21, que dice así: «Estos se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le pidieron: —Señor, queremos ver a Jesús».

Claro que este pedido era muy literal: estas personas sentían curiosidad y querían ver físicamente a Jesús. Pero creo que hay varias enseñanzas que podemos sacar a la luz de la Palabra de Dios, de cómo nosotros también, con los ojos de la fe, podemos y necesitamos ver a Jesús. Quisiera pensar en siete razones por las que necesitamos ver a Jesús:

En primer lugar, porque solo podemos encontrar al Dios vivo a través de Él, solo a través de Jesús. No hay conexión, no hay comunión, no hay bendición de Dios si no es a través de Jesucristo. ¿Cuántas veces aparece la expresión «por medio de Él» o «por medio de Cristo» en la carta a los Efesios? En Efesios 1:5 se nos dice que hemos sido «adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo«. En el capítulo 2, versículo 18, leemos que «por medio de Él tenemos acceso al Padre«. Y otra vez, en el capítulo 3, versículo 11: «conforme al propósito eterno que llevó a cabo por medio de Cristo Jesús nuestro Señor«. Podríamos seguir y encontrar esta expresión una y otra vez. La fe en Dios por sí sola no sirve para nada. Como nos dicen las Escrituras en Santiago: «También los demonios creen«. Jesús afirma en Juan 14:6: «nadie viene al Padre sino por mí«.

En segundo lugar, necesitamos ver a Jesús porque solo a través de su preciosa sangre podemos experimentar la profunda paz del perdón. Cuando nos sentimos inquietos y ansiosos, muchas veces terminamos poniendo la mirada en todo tipo de cosas menos en Jesús. Pero qué bien nos hace recordar las palabras de Jesús en Mateo 11: » Vengan a , todos los que están cansados y cargados, y Yo los haré descansar. Tomen Mi yugo sobre ustedes y aprendan de Mí, que Yo soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para sus almas«.

En tercer lugar, necesitamos ver a Jesús porque solo así podremos dejar de lado la fe en nosotros mismos y dar lugar a la fe salvadora en Él. Quienes que no ven y no reconocen a Jesús siguen poniendo su fe en las circunstancias, en las personas, en sí mismos y en sus capacidades. Pero quienes ven a Jesús en la Palabra ven al Crucificado y a la luz de Él, ven su propio pecado. Ya no insisten en su propia justicia, sino que son justificados por la fe en Jesús. Así lo dice Filipenses 3:9: «No quiero mi propia justicia que procede de la Ley, sino la que se obtiene mediante la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios, basada en la fe«.

En cuarto lugar, necesitamos ver a Jesús, porque solo entonces tendremos una visión de su reino eterno en medio de la oscuridad de los últimos tiempos. En Apocalipsis 12 leemos: «¡alégrense, cielos, y ustedes que los habitan! Pero ¡ay de la tierra y del mar! El diablo, lleno de furor, ha descendido a ustedes, porque sabe que le queda poco tiempo«. Así como los discípulos sintieron un gran terror inmediatamente antes de la crucifixión, porque el poder de las tinieblas se sentía como nunca antes, nosotros también sentimos terror hoy como discípulos de Jesús, porque la oscuridad parece impenetrable ahora que falta tan poco para su regreso. Por eso es importante escuchar lo que Jesús les dice a sus discípulos en esta hora oscura. También te lo dice a ti y me lo dice a mí: «No se turbe su corazón; crean en Dios, crean también en Mí. En la casa de Mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así, se lo hubiera dicho; porque voy a preparar un lugar para ustedes«. La casa del Padre no solo está preparada para nosotros en el futuro, sino que ya es el hogar abierto donde estamos seguros y protegidos del mal. Tenemos acceso a la casa del Padre en la oración. Fíjense lo que dice Hebreos 10:19-20: «Así que, hermanos, mediante la sangre de Jesús, tenemos confianza para entrar en el Lugar Santísimo por el camino nuevo y vivo que él nos ha abierto a través de la cortina, lo cual hizo por medio de su cuerpo«.

En quinto lugar, necesitamos ver a Jesús, porque nos ayuda a centrar nuestras oraciones en lo que realmente importa. Muchas veces oramos haciendo hincapié en nosotros mismos, mostrando cuán egocéntricos somos. Queremos gloria, fuerza, bendiciones, dones, alivio, ayuda. ¡Cuántas cosas hemos querido y pedido ya! A Pedro también le gustó mucho la gloria en el Monte de la Transfiguración. No faltaba nada: una nube brillante, Moisés y Elías transfigurados y una voz del cielo claramente perceptible. Pero al final del relato, en Mateo 17:8, la Biblia nos dice: «Cuando alzaron la vista, no vieron a nadie más que a Jesús«.

En sexto lugar, debemos ver a Jesús porque solo en Él está garantizado nuestro futuro eterno. Apocalipsis 22:4 dice: «verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes«. Solo podremos ver a Jesús en la eternidad si antes lo hemos visto aquí. Por eso debemos mirarle constantemente, como David, que exclama en el Salmo 25:15: «Mis ojos están puestos siempre en el Señor«. Si no ves la salida en tu situación actual, puede que sea porque no estás mirando a Jesús. Te animo a hacerlo en el temor de Dios, porque sus ojos están sobre ti, como dicen los Salmos: «Los ojos del Señor están sobre los que le temen, sobre los que esperan en Su misericordia, para librar su alma de la muerte, y conservarlos con vida en tiempos de hambre«. La fe no mira el camino, sino que ve la meta eterna.

Por último, necesitamos ver a Jesús porque solo así podremos permanecer fieles hasta el final. Pablo perseveró a pesar de las debilidades, la oscuridad y la miseria porque vio a Jesús. Quiero animarte con el pasaje de 2 Corintios 4:7-11: “Tenemos este tesoro en vasijas de barro para que se vea que tan sublime poder viene de Dios y no de nosotros. Nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos. Dondequiera que vamos, siempre llevamos en nuestro cuerpo la muerte de Jesús, para que también su vida se manifieste en nuestro cuerpo. Pues a nosotros, los que vivimos, siempre se nos entrega a la muerte por causa de Jesús, para que también su vida se manifieste en nuestro cuerpo mortal«. Los que miran a Jesús perseveran hasta el fin porque Él también perseveró hasta el fin.

Hebreos 12:2 dice: «Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios«. Jesús no es solo el iniciador, sino también el perfeccionador de nuestra fe. Por tanto, una vez más extiendo la invitación: ¡Miremos a Jesús!

Amén.

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