Misiones, ese llamado especial

Nueve ventanas en la Biblia (3ª parte)
5 enero, 2025
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Conversamos con Daniel Olivera, quien junto con su esposa Daniela sirven al Señor como misioneros en Buenos Aires, Argentina. Te invitamos a conocer su historia y qué consejos traen para quienes sienten el llamado misionero, y para toda la Iglesia.


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EA 1208 – Entre Amigas – Misiones, ese llamado especial



Entrevista a Daniel Olivera

Victoria: Es un placer, oyentes de Entre Amigas, recibirlas en un nuevo programa. Hoy estaremos hablando de las misiones, ese llamado tan especial que muchas personas tienen a servir a Dios de diferentes formas, dentro o fuera de su país. Es un placer tomar contacto vía Skype con Daniel Olivera, actualmente radicado en Buenos Aires, quien, junto a su esposa, son misioneros desde hace varios años en diferentes localidades de Argentina. Daniel ¿cómo estás? Bienvenido. Es un placer tenerte en Entre Amigas.

 

Daniel: Hola, ¿qué tal? Gracias por esta oportunidad y gracias por poder estar junto con la audiencia, es algo muy lindo de compartir.

 

Victoria: Bueno, Daniel, vamos a hablar de las misiones, pero específicamente de la experiencia tuya junto a tu esposa. De todas maneras, te quiero preguntar personalmente, ¿cuándo entendés que tenés este llamado? ¿a qué edad?

 

Daniel: Bueno, yo nací dentro de un contexto cristiano, mi familia es cristiana, así que desde muy chico siempre tuve eso de ver a los misioneros y uno escucha las historias y le apasiona. Yo a los 16 años conocí a un misionero que empezó a charlar conmigo en esa oportunidad, él estaba en el Ecuador, haciendo la obra donde pasó esa gran tragedia, el asesinato de esos 5 misioneros, y él hoy en día continúa con ese grupo y trabajando con las personas de ese lugar. La cuestión es que él me contó de sus experiencias, y yo estaba muy interesando de conocer la cultura, y todo lo que estaba suediendo. Empezó a escalar la charla a tal punto de que me dijo: “¿te venís?” y en ese lugar justo estaba con mi mamá al lado. Entonces yo la miro a mi mamá como diciendo “me voy al Ecuador, me voy a la obra misionera”. Y mi mamá me dice “vos, hasta que no termines secundaria no te vas a ningún lado”. Entonces como que me cortó la inspiración.

Pero bueno, desde ahí tuve ese fuego por las misiones. A los 18 años tuve la oportunidad de trabajar junto a otros hermanos, aprendiendo primero, haciendo un curso de EMI (Equipo Misionero Itinerante), que es en relación hacia los niños. Yo había participado en varias cosas, y me tocó en una oportunidad trabajar con niños y empezar una hora feliz con niños desde cero. Era algo que nunca había visto, si bien vengo desde los 12 años tratando de ayudar siempre en la hora feliz, empezar desde cero algo me generó una adrenalina, un sentimiento de gozo, de decir “el Señor nos dio esta oportunidad de empezar algo en donde no había nada”. Y ahí decidí que eso era lo que quería para toda mi vida.

Eso fue el nacer. Después hubo otras cuestiones. Yo no me veía como misionero necesariamente. Yo quería colaborar con un misionero o con una obra misionera. Nunca pensé que el Señor estaba gestando eso en mí.

 

Victoria: Es interesante eso que planteas, porque siempre escuchamos a los misioneros contar que en algún momento tuvieron ese llamado, y a veces nos intriga saber cómo es. ¿Uno siente algo? ¿Dios lo va guiando con personas específicas? ¿Cómo lo explicarías vos, que experimentaste efectivamente ese llamado?

 

Daniel: Fue paulatino. Lo que me pasaba era que cada vez que hacíamos algo que tuviera que ver con las misiones, ardía por dentro. No quería parar, quería seguir en eso. Pero volvés a tu casa, volvés a la tranquilidad de tu hogar, orás y le pedís al Señor que te de oportunidades para servirle. Y el Señor va ordenando esas cosas. Porque, si bien el Señor pone esa carga en tu corazón, no significa que porque puso la carga vos ya estés listo. Hay que empezar a trabajar. Cada vida tiene un proceso. De hecho, como cristiano, hasta que no nos vamos de este mundo, no terminamos el proceso. Pero como misionero es distinto. Yo empecé con ese sentir a los 16 años, después tuve ese nuevo sentir a los 18, y ahí se empezó a gestar el hecho de que yo quería colaborar con una obra misionera, o poder ayudar a algún misionero, entonces era algo que siempre aparecía en mi mente, que cada vez que me encontraba con alguien que estaba en las misiones quería conocer más de qué y cómo hacían las cosas, qué necesitaban, qué podría aportar yo si fuera a ese lugar.

Aunque también muchas veces el Señor puso un freno, porque yo me hubiera ido a todos lados. Soy apasionado, entonces lo resuelvo muy rápido, soy de mandarme, entonces ahí es donde el Señor te va encarrilando, que es lo que necesitamos.

 

Victoria: Claro. Daniel, ¿en qué se enfoca tu trabajo como misionero, junto con tu esposa? ¿Qué tareas realizan?

 

Daniel: Bueno, nosotros en sí siempre fuimos hacia el área de evangelismo. Cuando nosotros salimos a la obra misionera, a los 28 años, así que había pasado tiempo desde que el Señor tocó mi corazón, siempre nosotros procuramos estar en el área de evangelismo, predicar el evangelio. Pero muy sencillamente, ir a la gente, llegar a ellos, charlar, que nos conozcan, que sepan quienes somos, que no somos bichos raros, que tenemos necesidades como ellos, dificultades como ellos, nos alegramos como ellos, pero tenemos una seguridad que ellos no tienen. Compartir eso, de decir que tenemos paz para con Dios, tenemos tranquilidad de saber que nada nos va a faltar porque dependemos de Dios, todo eso lo vas demostrando con el testimonio, no con solamente decirlo. Nosotros podemos anunciar, pero la gente nos ve, como dice la Palabra, somos cartas leídas. Pero para leer esas cartas tienen que conocer la letra, tienen que conocer el lenguaje, tienen que conocer todo de nosotros. Así que así es como nosotros fuimos trabajando.

Pero bueno, nos metimos también en áreas de la niñez, principalmente en mi caso, trabajamos con adolescentes, con jóvenes, y después compartiendo y enseñando en las reuniones. Así que, como quien dice, tenemos un amplio espectro de trabajo. El seños nos permitió eso. Yo me crié dentro de una iglesia, entonces terminás siendo un comodín en ciertas cosas. Me gusta la música, entonces trato de tocar la guitarra, así que para lo que necesitamos en la misión basta. Así que un poquito de todo, mucho de nada, pero bueno, es como nos definimos.

 

Victoria: Daniel, ya mencionaste varias veces a tu esposa, son un matrimonio que está dedicado a las misiones, conocemos también personas que como solteros trabajan como misioneros, pero en el caso de la persona que en los planes de Dios está que contraiga matrimonio ¿uno tiene que pensar que la persona que está al lado debe tener también ese llamado a la misión? Porque si no sería un poco difícil, ¿no? Si un fuera así.

 

Daniel: Tal cual. En nuestro caso, cuando nos conocimos con Damiana, mi esposa, ella venía de otra iglesia, y la madre le había planteado que si quería congregarse tenía que ir a la iglesia a donde iba ella cuando era chica, que era justamente donde me congregaba yo. Entonces tanto le insistieron para ir a la iglesia que cedió junto con sus 3 hermanas, y accedieron a ir a la iglesia donde su madre se había congregado cuando era chica. Como nosotros veníamos de una iglesia chica, muy familiar, llegaron y era todo un evento, y la reconocieron enseguida a la madre de Dami.

Así que bueno, ellas se integraron enseguida en la iglesia y ahí fue donde nos empezamos a conocer. Yo con un objetivo claro, y Dami recién empezando en la fe. Cuando vimos que el Señor nos estaba poniendo muchas cosas juntos, que había un interés mayor de parte de ambos, yo le comparto mi sentir por las misiones. Y ella me dijo “yo no tengo ese llamado”. Para ella era como ir de cero a cien. Encima en nuestra iglesia, por lo menos, se veían a los misioneros como personas que se iban a morirse de hambre, a no tener nada. Entonces ella dijo que no estaba preparada para eso. pero nosotros ni siquiera estábamos de novios.

Así que yo esperé en el Señor. Oraba diciendo bueno, si ella es para mí, si es la persona que el Señor puso para mí, la va a llamar a ella también. Y así fue. Nosotros seguimos ese camino juntos, nos pusimos de novios, nos casamos, y en el tiempo de casados hubo varias cosas que nos fueron pasando que le hicieron ver a ella esa necesidad hacia afuera. Y el Señor fue sembrando en ella ese deseo por la obra misionera, tanto que cuando elegimos el lugar, el lugar lo vio ella primero, antes que yo.

 

Victoria: ¿Qué lugar fue entonces en el que estuvieron?

 

Daniel: Estuvimos en Merlo, San Luís. Está prácticamente en el centro de Argentina. Es en la provincia de San Luís, pegadito a Córdoba. Ahí estuvimos y no había una iglesia, empezamos de cero a trabajar y tuvimos la oportunidad de hacer horas felices, trabajar con adolescentes, trabajar con familias, pero bueno, tuvimos un período allí y hoy en día estamos en Buenos Aires con otros proyectos misioneros y con otras tareas también.

 

Victoria: Daniel, vos nos has contado que trabajaste con niños, con jóvenes, con adolescentes, y quería saber si podés pensar en algunas anécdotas, buenas o malas. Porque me imagino que les ha tocado trabajar con muchas historias, porque a veces no solo está el aspecto espiritual, que es muy importante, sino que también uno se encuentra con situaciones de vida impactantes, a veces, ¿no? Sobre todo, cuando trabaja en zonas que están un poco olvidadas. ¿Qué podés recordar sobre el trabajo que han hecho junto a Damiana?

 

Daniel: Sí, en el lugar donde estábamos estuvimos trabajando mucho con una familia que tenía varios hijos, pero los que venían a la iglesia eran 2 nada más. Nosotros no teníamos comedor ni nada de eso, pero sí después de la hora feliz tratábamos de darles una merienda. Y estos chicos vinieron y nos contaron que no estaban comiendo en la casa, porque los hermanos mayores eran los que traían diariamente la plata o la comida, y eso era en los días de la semana, pero los fines de semana los hermanos salían, se iban a distintos lados, y entonces los fines de semana los chicos no comían. Entonces bueno, tuvimos que hablar con la madre y decirle que entendíamos su situación, pero que nosotros no podíamos permitir que estos chicos no tuvieran un plato de comida, entonces le propusimos invitarlos a comer y tener un tiempo donde esos chicos encontraban una familia, que compartieran un plato, que vieran que orábamos antes de comer para dar las gracias, eso fue un impacto importante en ellos y en nosotros. Porque tampoco era que nosotros estábamos tan bien económicamente, pero era compartir lo que teníamos. Y a veces eso es lo primordial.

Después tuvimos situaciones donde nos encontramos con mucho gozo viendo como han crecido. En un tiempo estuvimos trabajando en Villa Dolores, a 60km de Córdoba, colaborando con una iglesia que estaba naciendo, y tuvimos la oportunidad de acompañarlos. Ellos no tenían reunión de adolescentes, así que pudimos empezar una actividad para adolescentes, porque tenían varios, pero sin actividad. Allí trabajamos mucho con un grupo que habíamos elegido para que ellos continuaran con la actividad, porque nosotros sabíamos que teníamos un tiempo corto y que ya nos íbamos a ir. Entonces la idea no solamente fue armar la actividad, sino que ellos pudieran continuar. Y ver que hoy en día ellos continúan la actividad es hermoso. Ver a esos chicos que pasaron de decir “nosotros no sabemos qué hacer o cómo hacerlo” a hoy llevar adelante una actividad, compartir la Palabra, es precioso.

 

Victoria: Daniel, ¿cómo es el trabajo con jóvenes y con adolescentes cuando existe una brecha, y con la tecnología y las redes sociales la atención está puesta en otro lugar? ¿Cómo te llevás con eso y cómo lo trabajan junto a tu esposa para justamente trabajar en ese vínculo, cuando a veces uno siente que habla otro lenguaje?

 

Daniel: Bueno, en parte yo soy bastante apasionado de la tecnología, entonces justamente con eso trato de estar al día. De hecho, soy el que les comparte algunas pavadas por internet a los chicos, cuestión de hacer el gancho, como se dice, con esos chicos. Sí nos cuesta mucho, porque yo tengo 42 años, y aunque estuve desde chico en el mundo digital, no en esta magnitud. La realidad es que tratamos de estar en su mundo. De alguna manera, sumarnos a ellos. Entonces saber qué les gusta, qué no, es importante. Y yo tengo una hija adolescente de 16 años y es un desafío. A veces discuto más con ella que con los otros chicos, pero trato de interiorizarme un poco con ella, y mi esposa también, saber qué le gusta, qué idioma están hablando, porque hay palabras que nosotros no usamos y no sabemos qué quieren decir. Pero meterse en su mundo siendo capaces de captar la atención es importante.

A mí me gusta mucho jugar, y una de las cosas que hice fue estudiar el tema de recreación, entonces yo juego con ellos. Cuando hay que jugar, juego con ellos y soy un adolescente más. Eso a veces me sirve, a veces me retan, pero eso es bueno porque ¿qué adulto se sienta con ellos a jugar? ¿Qué adulto les presta tanta atención, que quiere estar con ellos solo jugando, solamente compartiendo un rato? Entonces eso hace que te valoren.

Justamente ahora estamos llevando adelante una tarea que surgió a partir de la oración de un grupo de hermanas que se preocupaban por una familia, chicos que están en cosas complicadas como drogas, hurtos, situaciones difíciles por la vida que llevaron. Entonces nosotros presentamos un ámbito dentro de la iglesia, porque no teníamos otro lugar, donde estamos haciéndoles una cena todos los miércoles a ese grupo variado, y cada vez se suman más. Es un grupo que pensó en una familia, después se invitaron a otros, todos con las mismas problemáticas, y lo que les planteamos a los chicos es que queremos mostrarles, primero, que Dios los ama, y que nosotros también los queremos. Y que destinamos ese tiempo para estar un rato con ellos, comiendo como una familia, la familia de la fe. Ahora, son ellos los que tienen que venir a nosotros, nosotros no podemos ir hacia ellos, no podemos ir y meternos en los líos en los que ellos se meten.

Ellos tienen que salir de esos líos y se tienen que sumar a nosotros. Así que les presentamos ese ámbito y es un ámbito de confianza. Vos podés decir, obviamente hablando bien y siendo respetuoso, podés contar todo lo que te está pasando y nadie te va a juzgar, sino que te vamos a apoyar, a ayudar, o tratar de contenerte en esa situación, acompañarte, darte herramientas. La verdad que a mí me llama la atención pasar de tener a 4 chicos, a ahora, el próximo miércoles parece que vamos a ser 11. Y se están sumando chicos con problemáticas difíciles.

 

Victoria: Qué interesante, Daniel. Te quería preguntar, también, si nos podrías dar algún consejo para esa persona que quizás está entendiendo que Dios lo llama a una tarea como misionero. ¿Qué mensaje le transmitirías a esa persona?

 

Daniel: Primeramente, si el Señor te está llamando, gloria a Dios. Porque hay poca obra misionera, y no creo que el Señor no esté llamando, sino que como iglesias estamos haciendo muy poco por la obra misionera. Estamos evaluando como algo que tiene que ser de unos poquitos o de una persona que se va sola a determinado lugar. Pero yo creo que tenemos que volver a las raíces, se tiene que plantear el equipo misionero. Pablo salía con un equipo misionero, no salía solo. Había un equipo atrás. Porque no podés solo. Es importante tener eso en cuenta. Formá un equipo, hablá con hermanos y pedile al Señor que te confirme ese llamado, que te muestre a dónde tenés que ir. Mostráselo a la iglesia también, hablalo con los ancianos, con los pastores de tu iglesia, es importante que todos tengan esta visión. No es la visión de uno solo. Lamentablemente a veces salimos uno solo, y nos movemos solos como misioneros, pero no debe ser así, no es lo bíblico. El Señor tiene que confirmar.

También pensá en todo lo que va a venir. Hablá con misioneros que te puedan contar sus historias para estar prevenido. Porque hay diferentes formas lícitas de obtener recursos haciendo lo que el Señor quiere, sin andar siendo gravoso para nadie. El tema es que por ahí salís con tu profesión, cuando nosotros salimos, yo salí con mi profesión. Después el Señor me sacó a tiempo completo, me llevó a una situación en la que no quedaba mucho por meditar, fue como poner los pies sobre el Río Jordán, si se abre lo dirá Dios, pero había que meterse al Jordán. Y el Señor nos mantuvo hasta ahora, así que no puedo quejarme de nada. Pero bueno, ese es mi consejo.

 

Victoria: No te lo pregunté, ¿a qué te dedicás, en tu profesión?

 

Daniel: Ahora estoy a tiempo completo como misionero, pero en mi profesión yo era técnico superior en automatización, control y robótica.

 

Victoria: Mirá. Y Daniel, lo que mencionabas es interesante, a la gente que está detrás. Porque quizás hay personas que no tienen ese llamado específico al campo de las misiones pero sí pueden contribuir de otra forma. De forma económica, orando, respaldando, hay otras tareas para hacer también.

 

Daniel: Tenemos que estar todos involucrados en misiones. Es decir, el Señor nos dejó una misión, que no la hace el que sale, la hace la iglesia. La iglesia tiene que estar preocupada por su misión. Ahora, en esa preocupación por su misión, tiene que definir quiénes son los que van a realizarla, o la van a ejecutar, y quiénes son los que van a estar sosteniendo eso. Tanto en lo económico como en lo espiritual, por ejemplo, con visitas. Yo siempre digo que el misionero viene a ser como una mano del cuerpo que está bien lejos del cuerpo, pero es parte del cuerpo. Ahora, el problema es que muchas veces pensamos que ese misionero está fuera del cuerpo. Hay alguien que se tiene que hacer brazo de la iglesia, y a veces nos olvidamos de eso, pensamos que es como que se amputó la mano, pero no, la mano es parte de la iglesia y tiene que ser así. Por eso es necesario que haya más brazos que comuniquen. Son los que van hasta la misión, ven cómo está, ayudan, colaboran, después vuelven, le dicen a la iglesia cómo va todo, en qué se necesita ayuda, hay un montón de cosas que la iglesia puede hacer. Es súper bendecida cuando lo hace.

 

Victoria: Daniel, te quiero agradecer especialmente por este testimonio y lo que nos has contado de tu vida. un saludo muy especial también a tu esposa, Daniela. Muchas gracias por estar con nosotras, agradecerles también por la tarea que hacen, porque es sumamente importante ese trabajo que hacen con niños, adolescentes y jóvenes, porque trabajan en una etapa que es sumamente importante.

 

Daniel: Gracias a vos. ¿Te puedo dejar un versículo? Es un versículo lema para nosotros.

 

Victoria: Dale.

 

Daniel: Está en 2ª Corintios 5:15, y dice: “y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.” El Señor quiere eso para nosotros y quiero compartírselos. Que el Señor les bendiga y gracias por esta oportunidad.

 

Victora: Muchísimas gracias a vos también. Le agradecemos a nuestras oyentes y les decimos que se pueden comunicar a través del Whatsapp 00 598 99 000 540, o visitar la página web WWW.LLAMADAWEB.ORG. Será hasta un próximo programa, queridas amigas. Que pasen muy bien.

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