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Autor: Fredy Peter

El mayor intercambio de la historia de la humanidad comenzó con el nacimiento de Jesús: “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos”


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PX02_NAVIDAD_2024 – No había lugar en el mesón



Queridos amigos en el programa pasado vimos cómo nació Jesús en Belén de Judá, en un lugar que había albergado animales, desapercibido por las grandes multitudes. Sin embargo, leemos en Lucas 2:8: “Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño”.

Estos pastores recibieron de un ángel el anuncio de nacimiento más hermoso que jamás habían oido: “…os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre” (Lc. 2:11-12).

¿Por qué permitió Dios que el nacimiento de su Hijo tuviera lugar en un establo? Estas circunstancias correspondían exactamente al plan del Padre para la salvación de la humanidad. Esto puede verse en los pañales y el pesebre. El pesebre se menciona tres veces en la historia de Navidad y los pañales dos veces.

¿Qué hace tan extraordinario el hecho de un bebé envuelto en pañales y acostado en un pesebre? El pesebre es algo especial. En aquella época no había establos en el sentido moderno, sino cuevas con un pesebre de piedra. Eso era una indicación clara. Los pastores sabían exactamente dónde estaban estas cuevas. ¿Pero los pañales?

Arnold Fruchtenbaum escribe sobre esto en su libro “La vida del Mesías”:

“El término aquí no significa pañales, es decir, ropa de bebé. Si fuera así, no sería una señal, porque no sería nada inusual. Todos los bebés están envueltos en pañales.

El término aquí se utiliza en otros lugares para tiras de tela en las que solían envolverse los cadáveres. El hecho de que un bebé fuera envuelto en esas tiras de tela era una señal, porque esto es muy inusual. Pero ¿por qué tiras de tela? Además de las cuevas que se utilizaban como establos, había otras que se utilizaban para enterramientos.

 

Ahora bien, por razones de facilidad de uso, se acostumbraba a guardar la ropa funeraria, estas mismas tiras de tela, dentro de estas cuevas en nichos en la pared que todavía se pueden ver hoy en día. Cuando alguien moría en Belén, sacaban su cuerpo de la ciudad y lo llevaban a una cueva donde ya estaban almacenadas estas tiras de tela. Allí se envolvía el cuerpo y se lo transportaba a un cementerio. Como Jesús nació en una cueva así, José y María utilizaron lo que allí había. Y eso eran estas tiras de tela”.

 

Jesús vino y ya tenía en mente su muerte cuando nació, pues después de la crucifixión, Cristo fue envuelto en sudarios. José estuvo presente en el nacimiento y otro José estuvo presente en el entierro, pues…

“Cuando llegó la noche, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también había sido discípulo de Jesús. Este fue a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que se le diese el cuerpo. Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia, y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña; y después de hacer rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, se fue” (Mt. 27:57-60).

Incluso los lugares de enterramiento son comparables: en Belén, la fosa empotrada de piedra caliza. En la cercanía del Gólgota en Jerusalén, la tumba hundida en la roca. Dios tenía un propósito con la Navidad: Él, el Hijo de Dios, Jesucristo, quiso morir por ti porque tus pecados te separan eternamente de Dios y estás perdido sin Él.

 

¿Cómo entró el pecado en el mundo? A través de una mujer (Génesis 3). ¿Cómo vino al mundo EL que salva del pecado? Por medio de una mujer.

“…el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”

La Navidad sin la Pascua sería puro sentimentalismo.

 

En el número de diciembre de 2023 de nuestra revista “Llamada de Medianoche”, el Dr. Erez Soref, de Israel, resumía así el vínculo entre los dos signos de pañales y el pesebre.

“En Migdal-Eder cerca de Belén hay más torres de vigilancia para los pastores que en ningún otro lugar del mundo.  ¿Por qué tantas torres? Porque aquí no se criaban ovejas corrientes. Un cordero con una fractura de hueso o cualquier otro defecto no se consideraba kosher y no podía utilizarse como cordero apto para el sacrificio.

Por lo tanto, los corderos sacrificados requerían cuidados especiales por parte del pastor. Los “pastores en el campo” que recibieron el mensaje del ángel eran los mismos pastores que cuidaban a los corderos pascuales —y en aquella noche santa vinieron a Jesús, nuestro cordero pascual.

Jesús, el Mesías, yacía en un pesebre y estaba envuelto en pañales, y no en cualquier sitio, ni simplemente para mostrar la humildad con la que el Mesías vino a la Tierra, sino como prefiguración de la obra para la que fue enviado. Las palabras del ángel a los pastores en el Evangelio de Lucas estaban llenas de profundo significado.

Según la tradición rabínica, el sacerdote venía de Jerusalén a Migdal-Eder que significa torre del rebaño, en cada fiesta mayor para inspeccionar el cordero del sacrificio antes del gran día. El cordero se colocaba en un pesebre y luego se envolvía en paños o pañales y se llevaba a Jerusalén para el sacrificio. El cordero no era conducido por una cuerda, sino llevado en brazos, envueltos en paños para garantizar que no sufriera daños en el camino al Templo.

Y así nació Jesús porque iba a ser el Cordero de Dios que quitaría los pecados del mundo. Fue acostado en el mismo pesebre y envuelto en los mismos paños que los corderos de la Pascua y del Día de la Expiación y fue visto por los mismos pastores que criaban y cuidaban a estos corderos”.

 

 “… porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros”

 

“el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.

 

La Navidad es el mayor regalo que Dios ha dado a la humanidad. Y al darnos a su Hijo Dios nos muestra quién es él. Los teólogos del siglo IXX,  J. P. Lange y J. J. van Oosterzee escribieron:

 

Dios revela todos sus atributos al enviar a su Hijo:

– Su poder, al hacer madre a María por obra del Espíritu Santo;

– Su sabiduría al elegir el tiempo, el lugar y las circunstancias; su fidelidad al cumplir la palabra profética (Miqueas 5:1);

– Su santidad al ocultar el milagro a los ojos de un mundo incrédulo;

– y, sobre todo, su amor y su gracia (Juan 3:16).

 

Pero al mismo tiempo vemos cuán diferentes e infinitamente superiores son sus caminos y pensamientos a los nuestros. Sus maniobras para con sus elegidos parecen incomprensibles a nuestro entendimiento finito cuando vemos que ella, que era la más bendita de todas las mujeres, encuentra menos descanso que ninguna otra.

El Altísimo lleva a cabo su consejo en silencio, sin poner los hilos de la red en manos mortales. Aparentemente, un decreto arbitrario decide dónde ha de nacer Cristo, pero si se examina atentamente, el cuadro no carece de un lado luminoso. Dios, como Todopoderoso, lleva a cabo su plan a través de los actos libres de los hombres; y sin su conocimiento Augusto es un representante oficial en el reino de Dios.

 

Así, el Padre se sirvió de lo más bajo de la Tierra para traer la redención desde lo más alto del Cielo. La gruta se convirtió en su palacio real, el abrevadero de piedra en su trono, el heno y la paja en su lugar de descanso, una lámpara de aceite en su candelabro, dos indigentes en sus siervos, tiras de tela rasgadas en sus ropas de fiesta y pastores despreciados en sus invitados de honor.

 

No había sitio en la posada, pero no porque la gente fuera tan cruel con una mujer embarazada, sino porque Dios quería glorificarse a sí mismo mediante la obra redentora de su Hijo. Y del mismo modo que su vida en el pesebre comenzó en los márgenes de la sociedad, también terminó en los márgenes de la sociedad: fuera de las puertas de Jerusalén, clavado en una cruz, en compañía de malhechores.

El mayor intercambio de la historia de la humanidad comenzó con el nacimiento de Jesús: “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Co. 8:9).

Si aún no eres hijo de Dios, recibe al Señor Jesucristo como tu Señor y Salvador. Sólo él te puede salvar del pecado, de la culpa y de la muerte. ¡Dale espacio a Jesús en tu corazón! Y si ya perteneces a Jesús, agradécele de todo corazón, porque SU pobreza te ha enriquecido sobremanera.

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