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Autor: Wilhem Busch

El diablo busca por todos los medios robarnos el tiempo, para que no podamos reflexionar sobre el hecho de que en Jesucristo hay salvación de este poder de las tinieblas.


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PE2374 – Estudio Bíblico
¡No tengo tiempo! (3ª parte)



Amigo, ¿qué tal? Llegando al final de nuestro análisis sobre el problema de “no tener tiempo para escuchar a Dios”, quisiera referirme a una historia. Puedes leerla más tarde en el libro de los Hechos, en la Biblia, en el capítulo 24. Verás que el problema de no tener tiempo para Dios no es exclusivamente una cuestión de nuestros tiempos. El hombre del relato se llama Félix; era un gran hombre, gobernador romano. Su mujer se llamaba Drusila. Este Félix tenía un prisionero que se llamaba Pablo. Un día que finalmente tuvo tiempo, dijo: “Vamos a interrogar un poco a este Pablo. Mujer, vente conmigo”. Fueron pues a la sala de audiencia, y se sentaron allí con mucha pompa. A ambos lados de ellos estaban en pie los soldados llamados “legionarios”. Entonces trajeron al prisionero. “Pablo, cuéntanos, ¿por qué estás aquí en prisión?”, le preguntó Félix a su prisionero. Entonces Pablo comenzó un discurso magnífico. ¡Cuánto me gustaría a mí poder hablar así como él! Se puso muy serio y, de repente, el Dios vivo estaba en esa sala. Pablo habló de la justicia que los jueces deben tener. Esto le penetró a Félix hasta la médula, pues pensaría en los muchos casos de soborno que había recibido. Y Pablo habló de continencia y castidad – y Drusila casi se cayó de su silla. “¡Pero, de qué tiempos más anticuados viene este hombre!” pensaría ella. Y cuando Pablo continuó diciendo que Dios quiere eso precisamente, los dos empiezan a sudar. Cuando Pablo comienza a hablar del juicio de Dios y de la perdición, Félix saltó de la silla y le dijo: “Un momento, Pablo. Está muy bien lo que dices y seguramente que es importante. Cuando tenga tiempo volveré a escucharte. Pero ahora no tengo tiempo”. Y entonces hizo que lo llevaran otra vez a la prisión, y nunca más tuvo tiempo.

Y yo me temo que si no tenemos tiempo de escuchar lo que Dios nos quiere decir sobre la justicia y la castidad y sobre el juicio venidero, nos podrá acontecer lo mismo que a Félix: no volver a tener tiempo nunca más. Es algo inquietante sentir la realidad de Dios, ¿no es así? Entonces preferimos entrar a una sala de cine, o encender el televisor, para distraernos un rato, quedarnos con nuestros pensamientos y no sofocarnos con la perspectiva del futuro que nos espera. Y así, todo sigue igual.

¿No es horrible tener que contar de una vida en la que todo quedó como estaba? El Hijo de Dios vino y dijo: “He aquí yo hago nuevas todas las cosas. Yo perdono el pasado. Con mi muerte los redimo y los compro para Mi reino. Les doy el Espíritu Santo para que sean nuevas personas”. Y nosotros le contestamos: “No, no queremos”, y todo se queda como estaba. Querido amigo, quisiera que este no fuera tu caso y te deseo de todo corazón lo más glorioso que existe: que las cosas no sigan igual, sino que todo sea hecho nuevo por Jesús.
Hablé de gente que no tuvo tiempo y de cómo nosotros mismos somos gente acosada y ajetreada mientras estemos bajo el gobierno del diablo. Pero quiero decirte, amigo, que Jesús, el Salvador, el Resucitado, tiene tiempo para ti. Seguro que hay muchas mujeres que se lamentan: “Mi marido nunca tiene tiempo para mí.” Y los hombres se quejan: “Mi mujer nunca tiene tiempo para mí.” Los padres deploran: “Nuestros hijos nunca tienen tiempo para nosotros.” y los hijos dicen lo mismo: “Nuestros padres nunca tienen tiempo para nosotros.” Ahora escuche: ¡Jesús tiene tiempo! ¡Jesús tiene tiempo para nosotros!

Y aunque parezca algo muy simple esto ha sido un verdadero descubrimiento para mí. Hace algún tiempo tuve unos días con varios problemas difíciles. A veces nos vemos metidos en los conflictos de nuestro tiempo, y yo estaba tan agobiado que mi mujer me dijo: “¡Estás inaguantable, pero por otra parte, lo comprendo muy bien!”. Entonces me puse colorado y me fui al bosque. Y en el silencio allí hablé con mi Salvador: “Señor, tengo que explicarte toda esta calamidad…”. Le dije todo, y Él se tomo el tiempo para que yo pudiera detallarle todo ampliamente. Casi sin darme cuenta habían pasado dos horas. Y entonces abrí mi Nuevo Testamento, ¡y cada palabra fue como una respuesta de Dios para mí personalmente! ¡Con qué alegría regresé a casa! Había descubierto algo nuevo: que Jesús tenía tiempo para mí.

Amigo, hay una historia maravillosa en el Nuevo Testamento; más tarde puedes leerla en el libro de Marcos 10:47-49. Un mendigo estaba sentado en la calle pidiendo limosnas. Tenía algo parecido a una cuchara de madera y siempre que pasaba alguien por allí, extendía su brazo con la cuchara para que pusieran una limosna dentro. De pronto pasó una multitud por allí y el ciego se preguntó qué era eso. ¿Una procesión o soldados? Entonces preguntó: “¿Qué está pasando aquí?” Y uno le contestó gritando: “¡Pasa Jesús!” Y entonces se hizo luz en su interior, porque ya había oído de Jesús y creía que era el Hijo de Dios. Al momento empezó a gritar: “Jesús, Hijo de Dios, ¡ayúdame! ¡Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de mí!”. Y la gente a su alrededor se puso nerviosa y le dijo: “¡No grites así, queremos oír lo que dice Jesús!”. Pero el ciego siguió gritando: “¡Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de mí!”. Siguió gritando con más fuerza. Entonces la gente a su alrededor se puso furiosa y lo amenazaron: “¡Te daremos una buena paliza si no te callas ya de una vez!” Una multitud amenazante es algo peligroso. Pero el ciego no desistió: “¡Jesús Hijo de Dios, ten misericordia de mí!” Bueno, si me hubiese preguntado a mí, yo le habría explicado la cosa así: “Mira, hombre, Jesús está de camino al Gólgota, donde quiere morir por el mundo. El mundo se va abajo por el pecado y Jesús quiere solucionar el problema del pecado tomando la culpa sobre Sí mismo, para que podamos tener paz con Dios. Y después va a resucitar y vencer la muerte. Esto son asuntos globales, tú no puedes meterte ahora en medio estorbando”. Pero el ciego sigue chillando a más no poder: “¡Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de mí!”. Y ahora viene algo de lo más bello que hallamos en el Nuevo Testamento: “Jesús se detuvo.” Y ahí me dan ganas de decirle: “Ah, Señor Jesús, cuando yo tengo una reunión importante no puedo dejar que uno cualquiera me detenga.” La Biblia dice que “Jesús, deteniéndose, mandó llamarle”. ¡Jesús, quien va a solucionar los problemas del mundo, tiene tiempo para este mendigo ciego! ¡Tanto valor tiene para Él un ser humano! Y para Él tú también eres de mucho valor. ¿Crees que en el mundo entero habrá una persona que te aprecie tanto como Él? ¿Y aun no te tomas un tiempo para Él?

Quizá con esta imagen que te contaré ahora, puedas ver con más claridad lo que está sucediendo en nuestro mundo: Un barco se está hundiendo, y un tripulante va corriendo por los pasillos gritando: “¡Todos a la cubierta! ¡El barco se está hundiendo!”. Pasa también por la cocina y ve al cocinero asando pollos con toda tranquilidad. El tripulante le insiste en que si no sale de allí morirá ahogado, pero el cocinero le declara con toda soltura: “¡Tengo que cumplir con mi deber!”. Continúa asando los pollos, y finalmente se hunde junto con ellos. Así veo yo a las personas hoy en día: “¿Jesús? ¡Anticuado! ¡No me interesa! ¡Quizá más adelante lo piense! ¡Ahora no tengo tiempo!” ¡Y de esta forma el mundo sin Jesús se va al infierno!
Si es así como dice mucha gente, que realmente hoy en día no tenemos tiempo, pienso que deberíamos re organizar nuestras prioridades, amigo, y hacer primeramente lo más importante: si Dios da una salvación, entonces lo más importante es que aceptemos esa salvación.

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