Preguntas y Respuestas (prog. Nº 437)
2 abril, 2013Preguntas y Respuestas (prog. Nº 439)
2 abril, 2013Contestamos a la luz de la Biblia la siguiente pregunta:
- ¿Tendrá la iglesia un mandato de sanidad?
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PR438 – Preguntas & Respuestas
Algunas preguntas de los oyentes
Silvia: Jorge, como ya lo hemos anunciado, la pregunta que tenemos para hacerte en esta oportunidad es la siguiente: ¿Tendrá la iglesia un mandato de sanidad?
Jorge: Con cada vez mayor frecuencia, se escucha que nosotros, los evangelistas o predicadores, estaríamos descuidando el mandato de la sanidad. La sanidad sería parte de la proclamación del evangelio. ¡Entonces, recién sería un evangelio “completo”! ¿Corresponde realmente esto a la doctrina del Nuevo Testamento?
El Antiguo Testamento anuncia, o bien predice, la salvación, como por ejemplo en el conocido proto-evangelio, en Génesis 3:15. En los evangelios es donde la salvación es consumada. Leemos esto literalmente en Juan 19:30: “¡Consumado es!” En los Hechos de los Apóstoles, es predicada la salvación: “Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de pecados, y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree” (Hch. 13:38-39). En las cartas (Romanos hasta Judas), es explicada la salvación. Pablo, por ejemplo, constata que nosotros: “también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo” (Ro. 8:23). En Apocalipsis, la salvación es completada: “Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo” (Ap. 12:10).
Predicación en Hechos de los Apóstoles: Llama la atención que en las prédicas en el libro de los Hechos, en cumplimiento de Lucas 24:47, si bien en todas se ofrece claramente el perdón de la culpa y del pecado, en ninguna parte dice que en conexión con esto iría la sanidad de las dolencias corporales.
¿Por qué será que en la predicación del evangelio – aun en el libro de los Hechos de los Apóstoles – a los oyentes siempre se les ofrece solamente el perdón de los pecados y nunca la sanidad de las enfermedades? ¿No sería, entonces, que Pedro, en casa de Cornelio, tendría que haber dicho: “De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre” (Hch. 10:43), y haber continuando diciendo: “y sanidad de vuestras enfermedades”?
Justamente Pedro, quien anteriormente había sido enviado por Jesús con un expreso mandato de sanidad (Mt. 10:8). ¿Será que los apóstoles habrían olvidado mencionar un componente tan esencial del supuesto mandato de predicación? Más bien, ellos cumplieron el mandato de salir que les dio Jesús: “Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas“ (Lc. 24:46-48). Ése era el contenido de su predicación. Examinemos y comparemos, también, entre otros, Hechos 2:38; 11:18; 13:38-39; 15:11; 17:30-31; 26:18. El punto central es el perdón de la culpa. Si bien suceden sanidades – justamente también en el libro bíblico citado – y a veces sanidades espectaculares, en ninguna de las prédicas que encontramos en el libro de los Hechos esto es agregado como un componente adicional a la salvación.
No obstante, según se explica en círculos carismáticos, debemos sanar a los enfermos ya que Dios sigue siendo el mismo. Para justificarlo se cita Mateo 10:8 y Lucas 10:9. Allí, realmente encontramos imperativos con respecto a sanar enfermos. Como el pensamiento histórico-salvador está cada vez menos presente en nuestro tiempo, declaraciones de este tipo, a menudo, atraen a amplios y exitosos círculos.
Es verdad que Dios sigue siendo el mismo (Mal. 3:6), pero Dios a veces obra de manera muy diferente (He. 1:1-2). El cuidadoso lector de la Biblia, por ejemplo, notará que la iglesia de Jesucristo recién nació en Pentecostés, y que el Nuevo Testamento tuvo su comienzo con el Gólgota (Lc. 22:20). Lo que los apóstoles experimentaron anteriormente con nuestro Señor, durante su estadía terrenal, fue el trabajo entre el pueblo de Israel. La iglesia, es decir el nuevo pacto, aun no existía en ese tiempo. Analicemos también Mateo 10, donde el Maestro envía a los doce. Allí dice expresamente: “A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones, diciendo: Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis” (v. 5). En este contexto. es entregado el mandato del versículo 8: “Sanad enfermos, limpiad leprosos…”, etc. A la misma categoría, pertenecen Marcos 6:12-13, donde dice: “Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen. Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban.” No obstante, aquí no hay ningún imperativo, sino más bien una narración. Sin lugar a dudas, sin embargo, esto se refiere a acontecimientos anteriores al tiempo de la iglesia, o sea, anteriores al nuevo pacto.
Pero, como ya expusimos, en el libro de los Hechos – donde encontramos el comienzo de la iglesia – la predicación se desvía al punto clave especial de la oferta del perdón de los pecados. Lo singular e increíble, ahora, ya había sucedido. El Cordero de Dios que quita el pecado del mundo había pagado con Su sangre el precio por todas las transgresiones. Dios había hecho justo al pecador (Ro. 4:5), y ése era ahora el tema central de los discípulos de Jesús. Ése era su evangelio “completo”.
La gran comisión: A estos grupos “llenos de poder”, les gusta referirse a la gran comisión, o sea al mandato misionero de nuestro Señor, si bien, en lo posible, sólo a Marcos 16. Lucas menciona el tema central, el perdón de los pecados que debe ser predicado en el nombre de Jesucristo, y justamente eso es lo que hicieron los apóstoles (Lc. 24:46-48).
Juan habla del envío, y nuevamente pone el perdón de los pecados en el centro (Jn. 20:21-23).
Continuamos diciéndole que algunos intérpretes bíblicos muy audaces, también creen reconocer un mandato de sanidad en Mateo 28:19-20. John Wimber, por ejemplo, explica que el contenido de Mateo 28 sería Mateo 10:8. Pero, ya se mostró que eso se refiere claramente a Israel, y no al tiempo de la iglesia. Las naciones no son mencionadas hasta el versículo 19 del capítulo 28, y allí se encuentran las conocidas frases de hacer discípulos, bautizar y enseñar. Además, en ese caso, no solamente se tendría que tomar literalmente la sanidad de enfermos, sino que la resurrección de muertos también debería ser “propio” de los predicadores. Del mismo modo, tendría que quedar en casa el monedero, la maleta de viajero, una segunda camisa, etc. (Mt. 10:9-10). Pero, justamente en los predicadores de un evangelio “completo” o de prosperidad, generalmente se encuentra un estilo de vida muy diferente, para formularlo de una forma suave. Una exégesis honesta no permite tomar literalmente un punto para la iglesia, incluso, quizás, insistir en él, y pasar por alto las demás declaraciones.
En esta dispensación de la iglesia, ya no se encuentra ningún mandato de sanidad. Volvemos a enfatizar que, aun así, Dios puede dar sanidad aquí y allá, especialmente también en situaciones pioneras.
Exposición en las cartas: Para nosotros, como iglesia del Señor, en las epístolas donde es explicada la salvación, no encontramos ningún mandato de sanidad, pero sí la indicación, según Santiago 5:14s, de orar los unos por los otros en caso de enfermedad. Ahí deberíamos tener mucho más valor y fe.
Porque una y otra vez se escucha como, justamente al obedecer esta ordenanza bíblica, Dios sana a los creyentes o les da mejoría y alivio. Y esto, especialmente, cuando también se está dispuesto a confesar los pecados (versículo 16). Ahora, sin embargo, mientras estamos en la tierra, seguimos gimiendo, estamos llenos de preocupación y nos gustaría que esto mortal fuera absorbido por la vida (2 Co. 5:4).
El secreto de la iglesia fue revelado, en primer lugar, por el apóstol Pablo, y él nos muestra, en sus cartas, como este milagro del cuerpo y del tiempo de gracia no era conocido en el Antiguo Testamento, o sólo en parte (Ef. 3:4-6; Col. 1:26-27). Jesús mismo vivía aún en la dispensación del antiguo pacto. Por eso, prácticamente no encontramos mención de la iglesia en los evangelios. Y eso hace que, exegéticamente, no sea sostenible derivar ordenanzas del Antiguo Testamento o de los evangelios al tiempo de la gracia, a no ser que los mandamientos allí contenidos sean retomados y confirmados en las cartas. En las epístolas de los apóstoles se encuentran las doctrinas básicas para la iglesia.
En Romanos 8:23, Pablo nos explica categóricamente que nuestro cuerpo no es salvo. Por eso es que envejecemos, que podemos enfermar y, más tarde o más temprano, todos tenemos que morir, a no ser que estemos aquí en la segunda venida del Señor.
Especialmente la primera carta de Juan, muestra la razón de la venida de nuestro Señor, advierte de la seducción, y manda examinar los espíritus. Esa carta, en realidad, muestra los criterios bíblicos de los creyentes. Juan se opone a la influencia gnóstica (porque justamente los gnósticos propagan la ordenanza de la sanidad). Allí donde Juan menciona la razón de la venida de Jesús (1 Jn. 3:5,8, etc.), siempre se encuentra en conexión con el pecado. Ni una sola vez dice que Jesús hubiera venido para sanar a los enfermos.
“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” (1 Jn. 4:10).