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Autor: Wilhem Busch

Hombres y mujeres mezclan su sentimiento de soledad con su instinto sexual, y esto da lugar a todo tipo de relaciones dañinas. Pero Dios tiene algo para decir al respecto.


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PE2371 – Estudio Bíblico
Nuestro derecho al amor (2ª parte)



¡Hola nuevamente, amigos! En el programa anterior estábamos hablando de cómo la soledad del ser humano lo llevaba a establecer relaciones sexuales incorrectas, que redundaban en más angustia y miseria. La última pregunta que nos habíamos hecho era cuál era qué decía Dios sobre la sexualidad humana. Amigo, la realidad es que Dios aprueba la sexualidad. La Biblia dice en Génesis 1:27: “Y Dios creó al hombre a Su imagen… Hombre y mujer los creó”. Y Dios nos creó con nuestra sexualidad. Por eso hablo aquí tan francamente de ella. No es un tabú. Dios me ha creado hombre, y si usted es un hombre, es que lo ha creado hombre. ¡Seamos pues hombres! Y a usted, Dios la ha creado mujer. Entonces ¡sea mujer! El esfuerzo obstinado de querer las mujeres ser como los hombres, o de querer los hombres ser como las mujeres, es algo anormal. Si Dios la ha creado mujer: sea una mujer auténtica. Y si lo ha creado hombre: sea un hombre auténtico. Dios creó al ser humano y lo creó hombre y mujer; no hizo un tercer sexo. Dios aprueba nuestra sexualidad. De eso puedes estar seguro. No tengo que esquivarlo. Toda la tensión y los sentimientos que conlleva el hecho de ser hombre o mujer, es parte de la creación.

Pero el problema, amigo, es que somos una creación caída. El mundo ya no es como salió de la mano de Dios, y por eso este campo de lo sexual tan importante y tan tierno está muy amenazado. Así es que Dios ha decidido proteger este ámbito, y lo ha hecho mediante el matrimonio. Él aprueba la sexualidad y la protege con el matrimonio. El matrimonio no es un contrato social, sino una institución divina. Pero, entiéndanlo bien: el matrimonio fiel, no el séptimo, octavo, noveno o décimo “matrimonio” como entre las estrellas de Hollywood. Dios creó el matrimonio como institución: el matrimonio del amor y de la fidelidad. Nuestro matrimonio debería liberarnos de la soledad. “No es bueno, que el hombre esté solo,” dice Dios en Génesis 2:18, “voy a hacerle una ayuda adecuada”. ¿Comprendes? ¡Liberación de la soledad! Esa era la idea que Dios tenía.

Amigo, ¿eres tú uno de esos jóvenes que dicen: “Yo todavía no pienso en casarme. ¿Puedo hacer lo que quiera?”? Déjame decirte algo: Dios quiere una juventud pura. Ya lo sé: eso suena ridículo hoy en día. Pero, ¿acaso cree que Dios está bajo el dictado de la moda? No soy yo el que lo dice, sino la Palabra de Dios. Me gustaría cimentar este pensamiento. Mire, la Biblia nos presenta un pensamiento magnífico: Nos cuenta de un joven que se llamaba Isaac. Un día su padre envió a un siervo suyo a buscar una esposa para su hijo. ¿Y qué hizo Isaac? Salió al campo a orar, porque estaba convencido de que era Dios quien le daría la esposa adecuada. Y ya era fiel a esa esposa aun antes de conocerla. ¡Jóvenes, que aún no piensan en casarse, pueden estar convencidos de que Dios les dará la mujer adecuada en el momento oportuno! ¡Y desde ahora mismo deben ser fieles a esta chica! Y viceversa: ¡Chicas, sean fieles a aquel que aún ni siquiera conocen y que Dios le dará en el momento indicado! ¡Dios quiere una juventud pura!

Frente a todo esto que estamos conversando quizá, amigo, te has dado cuenta de tu condición, de tu culpa o de la situación angustiosa en la que te encuentras. Tal vez te estés preguntando cómo puedes hacer para superar todo esto. Déjame contarte una historia maravillosa y estremecedora que encontramos en la Biblia. El Señor Jesús está rodeado de personas, cuando de repente un pelotón de sacerdotes y gente del pueblo se abre paso arrastrando consigo a una mujer joven y bella, con sus ropas rasgadas. La arrojan delante de Jesús y le dicen: “Maestro, a esta joven la hemos pillado adulterando. El mandamiento de Dios dice que los adúlteros son culpables de muerte. Tú eres siempre tan misericordioso, Señor Jesús, pero seguramente que no dirás algo en contra de la voluntad de Dios. ¡Queremos oír de Ti que esta mujer tiene que ser apedreada ahora!”. Entonces Jesús pone su mirada en la joven y responde: “Sí, Dios toma muy, pero que muy en serio este asunto; y, de acuerdo con la voluntad de Dios, lo que ha hecho es digno de muerte”. Pero Jesús continúa diciendo: “¡Un momento! Aquel de entre vosotros que esté totalmente sin pecado, en pensamientos, palabras y obras, que tire la primera piedra”. Al poco rato el lugar queda vacío. Todos se han ido menos la mujer que aún está allí. La Biblia dice en Juan 8:9 que “acusados por su conciencia, salían uno a uno”. Y ahora yo les pregunto a ustedes, amigos: ¿Habrían podido tirar la primera piedra contra la mujer por estar limpios en esta área de sus vidas? Puros en su pensar y actuar. ¿Habrían podido tirar la primera piedra? Ninguno, ¿verdad? Entonces, todos nosotros somos pecadores.

Ahora, pensemos lo siguiente, amigo: esta gente cometió un gran error; se fueron “acusados por su conciencia”, mientras que deberían haberlo hecho al revés. Deberían haber dicho: “Señor Jesús, tenemos que ponernos en el lugar de esta mujer. Tú no la has condenado, ¡ayúdanos también a nosotros!”. En la situación apurada y dolorosa de nuestros días en lo que se refiere a lo sexual, no sé de otro ayudador excepto Jesús. Y digo esto porque yo mismo he vivido con esta ayuda de Jesús. Cuando hablo de Jesús no digo teorías: Él ha sido la vida de mi vida y lo es hasta este momento. No crean que un pastor por ser pastor es neutral. También soy varón y como hombre necesito al Salvador igual que todos los hombres. El Señor Jesús es grandioso en dos aspectos principales:

Jesús perdona la culpa. Ningún pastor, sacerdote, ni siquiera los ángeles, pueden perdonar nuestros pecados. Solo un pensamiento sucio y cualquier caída aunque sea mínima son una culpa irreparable. Y con esa culpa va a la eternidad, al juicio de Dios; a no ser que halle antes a Jesús y le confiese a Él sus pecados, para que Él se los perdone. Jesús es el único que puede perdonar nuestro pecado. Amigo, ponte delante de la cruz de Cristo y dile: “Ahora pongo delante de Ti todos los pecados de mi juventud. Te confieso todas mis relaciones turbias y no quiero ocultarte nada”. Recuerde: “La sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios nos limpia de todo pecado,” 1 Juan 1:7. ¡Qué palabra más liberadora! ¡Qué grandioso y asombroso mensaje tenemos en el Nuevo Testamento: ¡Jesús perdona la culpa! Esa culpa del pasado que a tanto atormenta y enferma, Jesús la puede borrar.

El otro aspecto grandioso del Señor Jesús es que Él libera de las ataduras. ¿Acaso usted está envuelto en una relación incorrecta de la que no puede escapar, aunque querría? Mira, es verdad que nosotros no podemos romper las cadenas del pecado, pero la Biblia dice que: “Si el Hijo de Dios os libertare, seréis verdaderamente libres.” ¡Invoca a Jesús! ¡Él puede romper esas oscuras ataduras! En estas angustias y ataduras sexuales vemos que tanto jóvenes como mayores necesitamos al Salvador, al Redentor. ¡Vemos cómo Jesús nos da una salvación gloriosa y real! ¡Pruébalo tú también! Necesitas un Salvador, de otra manera, su vida será una pena.

Hemos hablado de matrimonios y parejas, pero me gustaría tener unas palabras para aquellos que están solos. Muchos hombres y mujeres me dicen: “Ya hemos pasado de los cuarenta y nadie se ha casado con nosotros. ¿Qué debemos hacer?”

Si tú eres una de estas personas, amigo o amiga, quiero decirte esto: “¡Por el amor de Dios, no peques! Por nuestra nación está pasando un torrente de peligro y tentación. “¿Y qué de nosotros?” me preguntan. Entonces yo les contesto: “Si Dios ha conducido así su vida, entonces acéptenlo, no pongan el grito en el cielo, porque el no casarse no significa que vayamos por la vida pobres e infelices. La Biblia nos cuenta de una mujer soltera que se llamaba Tabita. Ella vivía en la ciudad de Jope, lo que hoy es Yafa, y el relato que les contaré se encuentra en el libro de Hechos capítulo 9 del 36 al 40. Cuando murió, se encontraba cerca el apóstol Pedro y lo llamaron. Al entrar en la habitación de la difunta se quedó atónito, porque pensaba que la pobre solterona estaría sola allí. Pero ¡el cuarto estaba lleno! Una viuda a la que Tabita le había cocido una falda, un hombre ciego al que Tabita le iba a leer algo todas las semanas, un grupo de niños abandonados a los que Tabita atendía. Entonces Pedro comprende: La vida de Tabita fue mucho más rica, útil y satisfactoria que la de muchas mujeres casadas, quienes al lado de un esposo aburrido se amargaron con el tiempo.

Amigo, permíteme concluir con una frase para recordar lo que hemos hablado: Dios define lo que es bueno y lo que es malo. Dios dice: una juventud pura, un matrimonio con fidelidad. Y cuando no puede haber matrimonio, entonces es importante aceptarlo y aprovechar el tiempo para bendecir a otros.

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