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Autor: Wim Malgo

Este es el comienzo de una nueva serie de programas sobre la permanencia en Jesús. El pasaje de Juan 15, tiene mucho para decirnos al respecto. En tiempos en donde todo parece efímero y nada definitivo, se nos dice que, separados del Señor, nada podemos hacer.


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PE3017 – Estudio Bíblico
Permanecer en Jesús (1ª parte)



Permanecer en Jesús

Hoy todo está en movimiento; más exactamente: todo se encuentra en un proceso de desmoronamiento y de desintegración. Leemos en la carta a los Hebreos capítulo uno y versículo 11 que la Tierra misma envejece:

Y todos ellos se envejecerán como una vestidura, y como un vestido los envolverás, y serán mudados.

Cielo y tierra envejecen y perecerán, mientras que Uno solo permanece: Jesucristo. “…mas tú permaneces”, se dice de Él en el versículo anterior:

“Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, mas tú permaneces”.

Y en Juan 15:4, el Señor nos dice: Permaneced en mí, y yo en vosotros”.

Jesús es el eterno “Yo Soy”.  Cuando Él estaba en la tierra y se acercaba la hora de su muerte, nos dejó un último legado en esta insistente exhortación: “Permaneced en mí, y yo en vosotros”.

¿Qué nos puede separar de Jesús? En realidad, nada, salvo nosotros mismos; pues Jesús dijo que nadie arrebataría a Sus ovejas de Su mano.

En Romanos 8, Pablo expresa una profunda convicción cuando dice que “ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”.

En este pasaje enumera una lista de cosas incapaces de separarnos de Cristo; pero hay algo que no menciona: “nosotros mismos.”

Aunque nada de afuera nos puede separar de Jesús: si no permanecemos en Él, nos separamos a nosotros mismos de Él. De ahí la gran preocupación de Jesús que notamos aquí, en Su último legado, en Juan 15. Desde el versículo 4 hasta el 11, usa unas diez veces la palabra “permanecer”:

  • “Permaneced en mí
  • si no permanece en la vid
  • si no permanecéis en mí
  • El que permanece en mí
  • El que en mí no permanece
  • Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros
  • permaneced en mi amor
  • permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor

¿Será casualidad esta insistencia del Señor?

Cuando dice: “permaneced en mí”, expresa Su deseo de estar en una unión de vida íntima y orgánica con cada uno de nosotros. Por eso no dice: permanezcan conmigo; o: permanezcan cerca de mí; sino: permanezcan en mí.

¿Por qué debemos permanecer en Él?

Recibimos una primera y muy clara respuesta a través de una imagen que Jesús usa aquí, cuando dice: “Yo soy la vid verdadera (…) Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos”.

Me pregunté por qué el Señor usa esta imagen, ya que podría haber hablado también, por ejemplo, de las ramas de un manzano. Pero se me aclaró completamente cuando observé una vid. Me llamó la atención cuán seca, fea y torcida que se ve su madera; parece no tener ninguna utilidad.

¡Y a pesar de esto, su fruto es hermoso y delicioso!

Busqué en la Biblia, qué dice de la cualidad de la madera de la vid, y encontré el siguiente pasaje en Ezequiel 15:1-4:

“Vino a mí palabra de Jehová, diciendo:

Hijo de hombre, ¿qué es la madera de la vid más que cualquier otra madera? ¿Qué es el sarmiento entre los árboles del bosque? ¿Tomarán de ella madera para hacer alguna obra? ¿Tomarán de ella una estaca para colgar en ella alguna cosa?

He aquí, es puesta en el fuego para ser consumida; sus dos extremos consumió el fuego, y la parte de en medio se quemó; ¿servirá para obra alguna?”

Después de leer este pasaje entendí de repente que yo, como creyente, soy como ese sarmiento. O bien mi vida está unida a la vid verdadera Jesús, o separada de Él.

Si permanezco en Jesús, llevaré fruto y seré una bendición para otros. Si no me cuido y no permanezco en Jesús, en mi calidad de creyente seguiré siendo un pámpano, pero en lugar de bendecir a mi entorno, mi vida será una maldición.

Es una verdad muy seria: los hijos de Dios que no permanecen en Jesús son como la madera seca de esa vid, que ya no sirve para nada. Ni siquiera se puede hacer de ella una estaca que sirva para colgar algo. Se tirará al fuego.

Este es el estremecedor mensaje para aquél que no permanece en Jesús.

La primera e importantísima razón por la cual debemos permanecer en Jesús es que, sin Él, somos peores que los no creyentes. Pues recuerda que, como creyentes, siempre somos testigos de Jesús, si no es a favor de Él, es en contra de Él. Por eso el Señor enfatiza tanto el permanecer en Él.

¿Has permanecido en Él, o eres un pámpano muerto, sin fruto?

La segunda razón por la cual debemos permanecer en Jesús es la que el Señor nombra en Juan 15:5:

“el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”.

¿Qué quiere decir con esto?

¿No hay millones de hombres que hacen muchas cosas valiosas sin Jesús?

Es cierto, pero no es a lo que el Señor se refiere. Su mensaje aquí es mucho más trascendente. Nos dice: “Separados de mí no pueden hacer nada que tenga valor para la eternidad”.

Y con estas pocas palabras concisas se nos muestra toda la absurdidad y falta de sentido de una vida que no está unida a Jesús. “Sin mí, nada pueden hacer”. Sin Él, sin una genuina unión de vida con Él, tu vida se pierde en la nada.

También tu ministerio para Dios, si no es hecho a partir de la unión con Jesucristo, es solo un esfuerzo baldío que no llevará fruto.

Pero también es cierto lo contrario: Todo lo que se hace a partir de la unión de vida con Jesús, mantendrá su valor y permanecerá para siempre.

Aunque sea el trabajo más sencillo y poco llamativo: lavar la loza u ocuparse de alguien. Aquí se cumple la palabra: “Vuestro trabajo no es en vano en el Señor”.

Todo lo que hacemos en Cristo, de alguna manera se usa como material de construcción de la Nueva Jerusalén.

¿Has permanecido en Jesús? Él te dice: “Sin mí, nada puedes hacer”.

Pero hay aún otra razón, la tercera, por la cual debemos permanecer en Jesús. Lee bien lo que dice el versículo 2: “Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará”. Es algo que he observado varias veces en la vida: que un creyente que se resiste a la entrega total y la permanencia en Jesús, de pronto es quitado de en medio por el Señor. ¿Por qué? Porque vive fuera del plan de Dios; porque –por no permanecer en Jesús– desprecia Su obra de santificación y perfección.

Hay hermanos que, a pesar de no llevar una vida de entrega y permanencia en Cristo, alegan vivir en comunión con el Señor, participan de la Cena del Señor. Pero de esta manera no sincera la toman indignamente. Por eso dice Pablo que “hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen”, es decir, murieron.

¡Qué diferente es la muerte de un cristiano que ha permanecido en Jesús de otro que no lo ha hecho! Un hijo de Dios que ha permitido que Dios haga Su obra en él, que ha madurado y llevado fruto, llega a su hogar celestial en triunfo, con el gozo de -por fin- poder ver lo que creyó.

Pero de otros tenemos que decir que, si bien son salvos, hay una sombra sobre su muerte, y no podemos testificar de sus vidas: “Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor (…) descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen.

Mas bien son salvos “así como por fuego”, sin mucho fruto.

Mi hermano, mi hermana: ¿has permanecido en Jesús?

La cuarta razón por la cual debemos permanecer en Jesús, encontramos en Juan 15:4: “Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí”.

Es claro y radical lo que dice el Señor: no podemos llevar fruto alguno por nosotros mismos. Y si nuestras vidas no llevan fruto, es algo terrible, pues la clara voluntad del Señor es que haya fruto. Cuando estemos delante de Él en el tribunal de Cristo, esperará fruto de nosotros.

Por eso te pregunto hoy, mi hermano, mi hermana: ¿Has permanecido en Jesús, o te has soltado de Él por tu continua desobediencia? ¿Te has alejado del Eterno dejándote arrastrar por lo temporal, lo momentáneo? Escucha lo que dice la Palabra:

“Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos” (He. 2:1). Otra versión dice: “… para que no nos apartemos del camino”.

Hoy más que nunca, la consigna es: ¡permanezcamos en Jesús!

¿Has permanecido en Él? ¡El Señor te dé la gracia para poder darle ahora una respuesta sincera! Amén.

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