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Autor: Wim Malgo

Permanecer en Jesús es un requisito para dar fruto. Ese fue el tema de introducción al estudio en el que hoy avanzaremos. Nos preguntamos entonces ¿qué significa lo que se nos pide?, ¿qué es en definitiva permanecer en Jesús? Trataremos algunos aspectos del pasaje del Señor por la tierra para entender lo que Él mismo nos indica hacer.


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PE3018 – Estudio Bíblico
Permanecer en Jesús (2ª parte)



Hoy quiero retomar contigo el tema de Juan 15:2:

“Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto”.

En el último programa hablamos de las diferentes razones por las cuales, como creyentes, debemos permanecer en Jesús. Hoy queremos preguntarnos: ¿qué es, en realidad, permanecer en Jesús?

Podemos dar diferentes respuestas. Algunos me dirán: Permanecer en Jesús significa que leamos cada día la Biblia, que obedezcamos al Señor, que oremos mucho.

Pero vayamos más al fondo. ¿Qué dice nuestro texto acerca de este tema?

Nos explica que el Señor limpiará a todo aquel que lleva fruto, para que lleve aún más fruto. Esto nos muestra que el que permanece en Jesús se somete a un proceso de limpieza cada vez más profundo.

¡Permanecer en Jesús significa permanecer en la luz!

Dice 1 Juan 1:7:

“Si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”.

No dice que nos limpió y con esto ya está, sino que nos limpia continuamente, cada vez más a fondo. Y al mismo tiempo encontramos aquí la causa por la cual son pocos los que firmemente permanecen en Jesús:

porque muchos creyentes evaden el proceso de profunda limpieza y prefieren vivir en la semioscuridad. Pero así entran de a poco en un estado de endurecimiento espiritual.

Lo digo con pena en el corazón: muchos hermanos en Cristo se han endurecido espiritualmente por no permanecer en Jesús, por no permitir que sus vidas sean juzgadas y purificadas; y finalmente se convierten en pámpanos muertos.

Pedro dijo de tales que han “olvidado la purificación de sus antiguos pecados” (1 Pe. 1:9).

 Mi hermano, mi hermana, ¿se ha endurecido tu corazón? ¿Te falta el fervor en la oración? ¿Ya no sientes aversión al pecado, como antes?

Aquí está la posible causa: no has permanecido en Jesús. ¡Ven hoy de nuevo a Él, ponte bajo Su luz, deja que te confronte con tu pecado y te limpie a fondo!

Ahora llegamos a una causa aún más profunda por la cual muchos de los que un día se convirtieron a Jesucristo, ya no permanecen en Él. Porque el permanecer en Él significa también permanecer en Su muerte.

Y la muerte del Señor Jesús es una muerte muy especial.

En primer lugar, es una muerte sin honra. Hebreos 12:2 dice que Jesús soportó la cruz menospreciando el oprobio, la vergüenza.

El que no se entrega totalmente al Señor, busca todavía la honra de los hombres, intenta enaltecerse a sí mismo. Por eso Jesús les reprocha a sus discípulos: “¡Con razón les cuesta creer! Pues a ustedes les encanta honrarse unos a otros, pero no les importa la honra que proviene del único que es Dios” (Jn. 5:44; ntv).

Permanecer unido a Jesús significa ser menospreciado y andar por el camino del oprobio, como lo dice también Hebreos 13:13, cuando nos exhorta: “Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio; porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir”.

Pero Su muerte es aún más: es una muerte consciente.

Veo delante de mí a Jesús, cómo llega a la colina del Gólgota. La cruz es dejada en el piso. El verdugo ya está esperando con el martillo y los clavos en la mano. Pero de repente aparecen algunos con una bebida anestesiante.

Leemos en Mateo 27:33-34: “Y cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, que significa: Lugar de la Calavera, le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; pero después de haberlo probado, no quiso beberlo”.

Nuestro Señor quería entregar su vida en un estado despierto y consciente. No quería morir bajo anestesia.

Por eso podemos decir que permanecer en Jesús significa: permanecer consciente y determinadamente en una actitud de entrega de la vida propia. No es un estado de embriaguez emocional ni de anestesia para no sentir nada, sino que es, sencillamente, el decir “no” cada día a mi vida propia – y “sí” al Señor, y solo a Él.

Por eso hay muchos creyentes que no permanecen en Él, porque la muerte de Jesús no fue ninguna muerte impuesta, sino una voluntaria. Él mismo lo testificó, cuando dijo: “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo” (Jn. 10:17-18).

Déjame decirte, hijo de Dios, hija de Dios: el Señor no te obliga a permanecer en Él, y con esto en Su muerte, sino que busca a voluntarios.

Trataremos finalmente de indagar aún un poco más de qué se trata el permanecer en Jesús.

Prestemos atención a lo que dice el versículo 4 de Juan 15. Allí el Señor habla de un permanecer mutuo: “Permaneced en mí, y yo en vosotros”.

¿Qué significa esto?

Recordemos cómo Jesús vivió aquí como hombre. Él estaba en la tierra, pero en Su espíritu estaba al mismo tiempo con Su Padre en el cielo. Él mismo lo testificó cuando dijo que: “Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.

Podemos decir que nuestro Señor vivía, sufría y hacía milagros únicamente a partir de la continua unión de vida con Su Padre. Él afirmó: “Yo y el Padre uno somos”.

Sin embargo, cuando estaba sufriendo en la cruz, ocurrió lo más terrible, algo que en toda la eternidad nunca había ocurrido: Dios cargó en él el pecado de todos nosotros y lo condenó por amor a nosotros. Entonces Jesús gritó a alta voz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”

Después de Su muerte y resurrección, Jesús ascendió en Su cuerpo de gloria al cielo, donde está ahora sentado a la derecha de Dios.

Pero ¿dónde está, al mismo tiempo, por medio del Espíritu Santo?

¡En los corazones de los creyentes!

“…para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones”, dice Efesios 3:17.

Así que ahora es al revés:

Antes, Él estaba en cuerpo humano en la tierra, y Su espíritu estaba en el cielo; pero ahora Él está en Su cuerpo de gloria en el cielo, pero por el Espíritu Santo habita en tu corazón y en el mío y en todos los que creen en Él.

Si has nacido de nuevo, tu cuerpo en verdad está muerto por el pecado, es decir, todavía está en la tierra, sujeto a la muerte. Sin embargo, tu espíritu nacido de nuevo ya está con Jesús en el cielo, pues: “nuestra ciudadanía está en los cielos” (Fil. 3:20) – y Efesios 2:6 dice que “juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús”.

Ahora comprendemos mejor el mutuo permanecer: “Permaneced en mí, y yo en vosotros”. “Permaneced en mí” significa: permanezcan en su posición celestial, manténganse firmes en ella. Ya no perteneces a esta tierra si has recibido a Jesús; eres un ciudadano del cielo, estás en Él, y en Él también eres vencedor.

Cuando el Señor Jesús dice: “Yo en vosotros” significa que debemos darle a él todo el espacio de nuestros corazones. “Permanezcan en mí, y yo en ustedes”, nos asegura el Señor. Si permanezco en Jesús, hay una conexión entre el cielo y la tierra, entre Jesús y yo, una unión real y orgánica.

Mi cuerpo es un organismo con muchos miembros diferentes, pero la misma vida fluye a través de todos ellos, en un maravilloso circuito vital.

De la misma manera, el que permanece en Jesús se llena continuamente de la vida de Jesús. Puede decir con gozo: “Su vida es mi vida; Su fuerza es mi fuerza; Su victoria es mi victoria; Su amor es mi amor; Su paciencia es mi paciencia, pues estoy en Jesús”.

Por eso, cuando el Señor dice de sí mismo: “Yo soy la luz del mundo”, dice luego lo mismo de los que le pertenecen: “Vosotros sois la luz del mundo”.

El que permanece en Jesús es, aquí en la tierra, un reflejo de la gloria de Cristo. Continuamente está en contacto con el cielo.

No es de asombrar que Satanás odia a estas personas. Lo tolera todo: que te hayas convertido, que seas cristiano, que leas la Biblia, que uses un vocabulario cristiano, pero lo que no quiere en absoluto es que permanezcas en Jesús. Pues si permaneces en Él, ahuyentarás los poderes de las tinieblas por la luz que irradias.

Dime: ¿permaneces en Jesús?

Espero de corazón que así sea. Amén.

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