Infinito y Soberano (2ª parte)
20 marzo, 2018Presciencia perfecta e Inmutabilidad
20 marzo, 2018Autor: William MacDonald
Dios es exaltado por encima de todo el universo. Sólo Él es eterno, infinito, autoexistente, autosuficiente, inmutable, todopoderoso, omnisciente y omnipresente. Estos atributos Lo sitúan más allá de los límites de la existencia material.
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PE2255 – Estudio Bíblico
Por encima de todo
¿Cómo están amigos? Como ya se dijo, el tema de hoy se titula: Por Encima de Todo.
En Isaías 57:15, dice así:
Porque así dijo el Alto y Sublime,
el que habita la eternidad,
y cuyo nombre es el Santo:
Yo habito en la altura y la santidad,
y con el quebrantado y humilde de espíritu.
Dios es exaltado por encima de todo el universo. Él sólo es eterno, infinito, autoexistente, autosuficiente, inmutable, todopoderoso, omnisciente y omnipresente. Estos atributos Lo sitúan más allá de los límites de la existencia material. Él tiene Su ser aparte de Su creación. En 1 Cr. 29:11 y 12 leemos:
Tuya es, oh Jehová, la magnificencia
Y el poder, la gloria,
La victoria y el honor;
Porque todas las cosas
Que están en los cielos y en la tierra son tuyas.
Tuyo, oh Jehová, es el reino,
y tú eres excelso sobre todos.
Las riquezas y la gloria proceden de ti,
Y tú dominas sobre todo;
En tu mano está la fuerza y el poder,
Y en tu mano el hacer grande
Y el dar poder a todos.
Y en 2 Cr. 20:6: Jehová Dios de nuestros padres, ¿no eres tú Dios en los cielos, y tienes dominio sobre todos los reinos de las naciones? ¿No está en tu mano tal fuerza y poder, que no hay quien te resista?
Vemos la trascendencia de Dios no sólo en la manera en que Él rechaza y anula el pecado, sino también en cómo lo aprovecha para llevar a cabo Sus propios propósitos. Él permitió que Satanás y sus representantes crucificasen al Señor de la gloria, como leemos en Hch. 2:23, pero por medio de esta muerte condenó a Satanás y trajo salvación a millones.
Permitió que Job sufriese más pérdida de la que nadie ha sufrido en un sólo día, pero vindicó Su propio nombre, silenció al diablo, recompensó a Job con el doble, y dejó a las generaciones venideras un libro que les conforta en tiempos de adversidad.
Permitió que los hermanos de José le vendiesen a Egipto, pero Él levantó a José para que fuese el salvador de su pueblo. Ellos pensaron mal contra su hermano, pero vemos en Gn. 50:20 que: “… Dios lo encaminó a bien,…para mantener en vida a mucho pueblo”.
Cuando Jesús sanó al hombre que había nacido ciego, los líderes religiosos le expulsaron de la sinagoga (Jn. 9:34). Eventualmente, Jesús lo habría sacado del rebaño del judaísmo, según lo que leemos en Jn. 10:3. Así que, ellos simplemente consiguieron hacer lo que el Señor habría hecho de todas maneras.
Los enemigos del evangelio echaron a Pablo en la cárcel, pero de la cárcel salieron cartas (Efesios, Filipenses, Colosenses y Filemón), que son ahora una parte importante de la Palabra inspirada de Dios.
Un aprecio adecuado de la trascendencia del Señor, nos librará de tener pensamientos pequeños acerca de Dios. Nos librará de Su reproche, que leemos en Sal. 50:21: “Pensabas que de cierto sería yo como tú”. Y también nos evitará del reproche de Lutero a Erasmo: “Tus pensamientos acerca de Dios son demasiado humanos”.
La fe superficial de nuestros días puede atribuirse en gran parte al hecho de que los creyentes tienen una muy baja visión de Dios. Hemos dejado de morar en la intimidad del Altísimo, y hemos dejado de estudiar las excelencias morales del Señor. Esto ha conducido a la presunción e ignorancia, en la que nos hemos exaltado a nosotros mismos y a nuestros logros, olvidando que nada tenemos y nada podemos hacer a menos que nos sea dado de arriba. Nuestra teología se ha vuelto centrada en nosotros mismos, en lugar de estar centrada en Dios.
Malcolm Davis dice:
En un nivel práctico, la verdad de la trascendencia de Dios anima a la fe que no duda, a obedecer la Palabra de Dios en todo tiempo (aun cuando no hay evidencia de su cumplimiento, y sí un desánimo positivo al hacerlo), en la convicción de que Él cumplirá, y que recompensará la obediencia a ello, a Su propio tiempo y a Su manera. El aceptar con gozo todos los tratos de Dios hacia nosotros, aun en las pruebas, malos entendidos, persecuciones, aunque no los entendamos en ese momento, engendran una paciente humildad; simplemente confiamos en que Él vindicará al final, y nos bendecirá como pueblo Suyo que somos, por causa de Su propio Nombre.
Cuando descuidamos el estudio de nuestro Dios trascendente y de Sus virtudes superlativas, lo que hacemos es perjudicarnos tremendamente a nosotros mismos.
Dios el Hijo, quien antes de la encarnación era trascendente en gloria, bajó a esta tierra, a lo más bajo, como un esclavo, muriendo la ignominiosa muerte de la cruz (así leemos en Fil. 2:5 al 11). Pero cuando Su obra fue consumada, Él se levantó de la muerte, ascendió al cielo, y ahora, trascendentemente, está sentado en el trono del Padre. Un poeta, cuyas iniciales son H. E. G., escribió:
¡Por encima de todo! ¡Sí, por encima de todo!
Por encima de todo, Jesús el Crucificado.
Humillados a Sus pies, caemos adorando,
Pues por encima de todo Dios ya lo ha exaltado.
Dios es Demasiado Grande para Comprenderlo Plenamente
Job 11:7 al 9 dice:
¿Descubrirás tú los secretos de Dios?
¿Llegarás tú a la perfección del Todopoderoso?
Es más alta que los cielos; ¿qué harás?
Es más profunda que el Seol; ¿cómo la conocerás?
Su dimensión es más extensa que la tierra,
Y más ancha que el mar.
Dios es más grande que lo que nuestras mentes alcanzan a comprender. Es más grande que los intelectos más agudos, más grande que los mejores razonamientos humanos. No puede ser sondeado ni medido por ningún ser creado.
Stephen Charnock dijo: “Es visible que Dios es. Es invisible lo que Dios es”. Y Richard Baxter observó: “Puedes conocer a Dios, pero no puedes comprenderlo”.
Podemos saber que Dios ha escogido revelarse en la creación, en la providencia, en la conciencia, en la redención, en la Biblia, y supremamente en la persona de Cristo. Aunque a Dios nadie Lo vio jamás, “el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (como nos dice Jn. 1:18). Y en Jn. 14:9 vemos que tan perfectamente ha revelado el Hijo al Padre, que podía decir: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”.
Si pudiésemos comprender plenamente a Dios, seríamos tan grandes como Él. Si Él fuese un ídolo esculpido, nosotros seríamos más grandes que Él porque podríamos diseñarlo y fabricarlo. Si Él fuese un simple hombre, podríamos comprenderlo porque seríamos igual a Él. Aun si Él fuese un ángel, no iría más allá de nuestra comprensión pues Él, también sería un ser creado.
Pero, ¿cómo podemos comprender a Dios Quien no tiene principio, Quien tiene todo poder, todo conocimiento, toda sabiduría y se encuentra en todo lugar al mismo tiempo? ¿Cómo podemos comprender a un Dios que existe en tres personas iguales –Padre, Hijo, y Espíritu Santo? O, ¿cómo podemos entender el misterio de la encarnación– cómo puede el Señor Jesucristo ser completamente Dios y completamente hombre?
Y aunque no podemos comprenderlo, podemos y debemos tener la más profunda reverencia por Él. Debemos permanecer maravillados al pensar en Su inescrutabilidad. Debemos cantar y amar, y maravillarnos, al contemplar Su majestad inescrutable. Y ¡debemos vestirnos con la humildad correcta cuando nos damos cuenta de cuán superficiales y transparentes somos en comparación! Hace muchos años, Josiah Conder (1789-1855) captó esta idea, al escribir:
Mas los altos misterios de Su Nombre
Trascienden al alcance de la criatura;
Al Padre tan sólo (¡afirmación gloriosa!)
El Hijo comprender puede.
Digno eres Tú, oh Cordero de Dios,
¡Ante Ti toda rodilla se doble!