¿Qué es la bendita esperanza para ti? (2ª parte)


Autor: Nathanael Winkler

Finalizando con una reflexión titulada: “¿Qué es la bendita esperanza para ti?”; recorremos los alcances de la Gracia salvadora. Se nos presenta la Salvación del poder del pecado y del dominio del mismo sobre nuestras vidas.


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PE3075 – ¿Qué es la bendita esperanza para ti? (2ª parte)



¿Qué tal amigos? En el programa pasado vimos que en Tito 2:11-14 el apóstol Pablo resume el plan eterno de Dios en Cristo. Enumera cuatro aspectos o realidades de la gracia salvadora de Dios:

Salvación del castigo; salvación del poder del pecado; salvación de la presencia del pecado y salvación del dominio del pecado.

Nos habíamos quedado en el segundo aspecto: La salvación del poder del pecado y vimos que nuestra vida terrenal actual es un tiempo de santificación, un proceso bidireccional en el que nuestro viejo y pecaminoso “yo” disminuye cada vez más y nuestro nuevo hombre, Cristo en nosotros, crece cada vez más. Y en este proceso, el Señor nos instruye a renunciar a la impiedad y los deseos mundanos.

 

Renunciar, es un acto consciente e intencionado de la voluntad humana. Se trata de apartarse conscientemente de lo que es pecaminoso. Significa decirle “no” a la impiedad y a los deseos mundanos. La impiedad es todo lo que no es para la gloria de Dios. Y sobre los deseos mundanos, 2 Timoteo 2:22.

“Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor”.  Y 1 Pedro 2:11 “Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma”. Así como Gálatas 5:16: “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne”. Para alcanzar vivir como se exhorta en Tito 2:11 “… sobria, justa y piadosamente”. “Sobriamente” significa no dejarse llevar por circunstancias o influencias externas. “Justamente” significa obedecer sin reservas la Palabra de Dios, la norma divina acerca de lo que es correcto. “Piadosamente” significa mantener una estrecha comunión con Dios. Y cuando la Biblia nos dice “en este siglo”, es el aquí y el ahora. Nuestro renacimiento y nuestra transformación y renovación continua, de esta forma, pasan ser un testimonio para un mundo perdido. 

Por la Gracia somos renovados y vivimos una vida con propósito, santificada.

 

Podemos entender la salvación de la presencia del pecado, leyendo Tito 2:13: “Aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”.

Una de las maravillosas verdades de esta promesa es que un día, cuando nuestra redención sea completa, seremos glorificados y perfectos como nuestro Señor, en pureza y justicia. 1 Juan 3:2 dice a los hermanos: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”.

“Aguardando…”: no solo es una espera anhelante, sino también una expectativa activa y segura. Pues la “esperanza bienaventurada” expresa un cumplimiento gratificante, y confianza segura. Pablo no habla de un deseo humano, sino de una certeza prometida por Dios. Esta certeza es “la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”, su regreso.

Su primera venida fue en gracia. 2 Timoteo 1:9-10 dice: la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio”.

Y sobre su segunda venida escribe Pablo en 2 Timoteo 4:1: “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino”.

Amigos, ¡lo mejor está por llegar! Esperamos el arrebatamiento de la Iglesia y la Segunda Venida del Señor. Pero, aunque muramos antes, tenemos la esperanza y la confianza de estar con Él un día. Cristo reinará en la gloria, y toda la creación anhela ese día, lo podemos ver mirando alrededor y explicado en Romanos 8:22-23: Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo”.

Pablo se centra en la culminación de nuestra redención cuando nuestro Señor nos llame al lugar que ha preparado. Aunque vivamos en la tierra, nuestra ciudadanía está en el cielo, ¡estamos de paso! Filipenses 3:20-21 describe que: … nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya.

También, cuando Pablo escribe en Tito 2:14 sobre la espera de “nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”, se refiere a Jesucristo como Dios. Con “gran Dios” el apóstol no puede referirse a Dios Padre, habla de una persona en singular. En el Nuevo Testamento, el término “grande” se aplica a menudo a Jesús. Y, sobre todo, en ninguna parte del Nuevo Testamento se habla de la venida o del regreso de Dios Padre, sino solo de su Hijo. 

 

La redención del dominio del pecado implica, lo que sigue en el mismo pasaje de Tito, hablando de Jesús comoquien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras”.

La redención nos libera permanentemente de la posesión del pecado, en cuya esclavitud total vive el hombre no regenerado. En Romanos 6:5-7 el apóstol Pablo explica: Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado”.

Nuestro Señor bondadoso se dio a sí mismo para redimirnos de toda de toda la anarquía y esclavitud del pecado. En Hechos 20:28 se habla de la “Iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre”. Y 1Pedro 1:18-19 nos recuerda: sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación”.

Gálatas 1:14 nos explica que, dado que Cristo se dio a sí mismo por nuestros pecados “para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre”, y todo creyente puede testificarlo y entenderlo a través de Gálatas 2:20: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”.

Así, es como Él nos ha hecho un “pueblo propio” para sí. No temporalmente, sino para siempre. En Juan 10:27-29 Jesús fue contundente: Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre”.

 

Como pueblo redimido de Dios, damos más pruebas de nuestra salvación al ser uno “celoso de buenas obras” Efesios 2:10 describe tal cosa y nos da esperanza de que estas obras no dependen de nuestra planificación: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”.

Las obras son un fruto natural de nuestra fe y del celo producido en nosotros por ella. Son un fruto del Espíritu. Vamos a Hebreos 9:14, dice: ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?”.

Siempre fue la intención de Dios que su pueblo sea justo y santo, para dar testimonio de su propia justicia y santidad ante el mundo incrédulo.

La primera carta de Pedro 2:12 dice manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras”. Siguiendo la norma que el mismo Cristo nos transmitió y encontramos en Mateo 5:48: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”.

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