¡Quebrántame Señor! | Capítulo 2 (1ª Parte)

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¡Quebrántame Señor! | Capítulo 2 
(1ª parte)

Autor: William MacDonald

    La palabra discípulo ha sido por demás utilizada, y cada usuario le ha dado el significado de su conveniencia. El autor de este mensaje nos lleva a examinar la descripción de discipulado que presentó Jesús en sus enseñanzas, la cual se halla también en los escritos de los apóstoles, para que aprendamos y descubramos más acerca de este concepto.


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PE1863 – Estudio Bíblico
¡Quebrántame Señor! | Capítulo 2 (1ª Parte)



Queridos amigos, en la primera parte de este mensaje, enumeramos algunos elementos del quebrantamiento, comenzando con la confesión, que debe ser inmediata, individual, completa y frontal, específica, e incondicional. Luego, vimos que no debemos minimizar el pecado, que la confesión debe estar acompañada de la intención de dejar atrás el pecado. Que no se deben presentar excusas, o debemos defendernos, ni atacar al que expone el pecado. Luego vimos algunos ejemplos de quebrantamiento en la confesión y doce terribles consecuencias de cuando nos negamos a perdonar. Después, hablamos de la restitución, pero vimos que a veces la restitución es imposible. Por eso, lo mejor que un cristiano puede hacer es confesar sus pecados y dejar el resto al Señor.

Seguimos ahora hablando del: Perdón

El quebrantamiento no sólo implica pedir perdón, sino también perdonar cuando alguien se disculpa con uno. Corrie Ten Boom nos da una ilustración clásica sobre esto. Luego de la 2ª Guerra Mundial estaba hablando sobre el perdón en una iglesia en Alemania, cuando vio a un hombre en la audiencia que había sido uno de los guardias más crueles en el campo de concentración en el cual su hermana había muerto, y donde ella misma había soportado humillación y sufrimientos inexpresables. Al final de la reunión él se acercó a ella y le dijo: “Me he convertido a Cristo. Dios me ha perdonado. ¿Lo haría usted?” En ese momento Corrie revivió el pasado. No le fue fácil extender su mano para estrechársela. Finalmente la gracia triunfó y logró estrechar la mano del guardia arrepentido. “Le perdono hermano”, le dijo, “con todo mi corazón”.

Existe un orden definido en el perdón: En primer lugar, cuando le ofendan debe perdonar en su corazón (como lo leemos en Ef. 4:32). Esto hace que se quite un peso de encima, pero en ese momento usted no le dice a su ofensor que le ha perdonado. Pero, en segundo lugar: Si la persona se arrepiente debe perdonarle oral e indefinidamente (como vemos en Lc. 17:4). Dígale que le perdona. No menosprecie lo que la persona ha hecho. La misma quiere escucharle decir que la perdona.

Dios detesta un espíritu rencoroso. J.N. Darby y George Müller tuvieron una seria discusión, la cual continuó por años. Finalmente, Darby fue al orfanato administrado por Müller y pidió para verle. La persona que estaba en la puerta le dijo que Müller estaba en el piso de arriba, pero que lo llamaría. Cuando Müller descendió, le dijo a Darby: “Apenas tengo diez minutos libres ahora… Usted actuó con tanta maldad en todo este asunto, que debemos analizar muchas cosas antes que podamos unirnos genuinamente de nuevo”. Darby se levantó y se fue. Aquella abrupta reacción de Müller fue el fin de cualquier esperanza de reconciliación. Fue la última vez que los dos hombres se encontraron, aquí en la tierra.

En los primeros días de la iglesia, un hombre fue condenado a morir por causa de su fe. A medida que los guardias lo conducían hacia el lugar de su ejecución, otro cristiano que lo había ofendido se postró delante de él y le pidió perdón. El prisionero lo hizo a un lado y siguió su camino para ser quemado en la estaca. El nombre de esta persona no aparece en ningún relato de los mártires cristianos.“Y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor de nada me sirve”(nos dice 1 Co. 13:3).

Debemos: Soportar lo malo sin ánimo de venganza ¿Se ha dado cuenta que el Señor jamás se vengó? Para nosotros, pecadores mortales, la venganza es lo más natural. Nosotros queremos devolver ojo por ojo. Pero la gracia nos capacita para aceptar lo malo, sin procurar ningún ajuste de cuentas (de ella se nos habla en 1 P. 2:10 al 20).

Debemos: Devolver el mal con el bien Cada creyente debe responder a lo malo con algo bueno (de esto podemos leer en Ro. 12:17, 20 y 21). Un habitante de India intentaba estimular a su elefante a ir más rápido por las calles de Bombay. Para eso usaba una espuela de metal afilada. Repentinamente, la espuela cayó al pavimento haciendo el ruido característico. El elefante se detuvo, tomó la espuela con su trompa y calmadamente la alejó de su amo. El mundo queda completamente perplejo cuando ve a una persona que exhibe tal mansedumbre.

Debemos: Honrar a los demás más que a nosotros mismos Otra prueba del quebrantamiento es cuando tenemos mayor estima por los demás que por nosotros mismos (de lo cual leemos en Fil. 2:3). Esto no significa que otros tengan mejor carácter que el nuestro. Los estimamos más cuando colocamos sus intereses por encima de los nuestros. Cuando Abraham y Lot salieron de Egipto hacia Betel, no había suficiente pastura para los rebaños de ambos hombres. Por lo tanto, Abraham le dijo Lot que escogiera la tierra que quisiera, y que él (Abraham) tomaría lo que sobrara (así lo leemos en Gn.13:1 al 13). Él estimó a Lot más que a sí mismo.

Se cuenta de una oportunidad en que varios pastores estaban ingresando a la plataforma. Cuando uno de ellos apareció, el cual contaba con un respeto y amor inusual de la audiencia, el público comenzó a aplaudirle. Él rápidamente retrocedió para que pareciera que el aplauso fuera para los demás. No quería que ellos sintieran que no eran tan amados.

Debemos ejercer una: Obediencia inmediata El quebrantamiento es visible en la persona que rápidamente acepta obedecer la voluntad de Dios (no en el que es como el caballo y el mulo del Sal. 32:9). Ésta es una lección que Jonás tuvo que aprender por las malas. El asno que Jesús montó al entrar en Jerusalén, sin embargo, es una imagen del tipo de quebrantamiento que Dios puede usar (esto lo leemos en Lc. 19:29 al 35). Somos como arcilla en las manos del Alfarero divino, el cual puede moldearnos para hacer su voluntad.

Debemos: Morir a la opinión pública Debemos llegar al punto en el cual estemos muertos al aplauso o a las críticas del mundo. Cuando W. P. Nicholson era un joven creyente, se le ofreció servir en el Ejército de Salvación. Quienes estaban a su cargo lo enviaron hecho un hombre, con un cartel que decía “Muerto a la Opinión Pública”. Él dijo que aprendió una gran lección aquel día. Aprendió a temerle muy poco a los hombres, debido a que temía mucho a Dios.

Debemos: Mantener la calma en las crisis Una persona quebrantada exhibe calma y ecuanimidad en las crisis de la vida. Los retrasos, las interrrupciones, los quebrantos mecánicos y accidentes, los cambios de horario, los desengaños, todos son parte del plan de Dios para su vida. No debería haber histeria, pánico o cosas semejantes. Se debe lograr reaccionar instantáneamente, con calma en lugar de impaciencia. Una rueda pinchada puede ser una bendición enmascarada (recordemos lo que nos dice Ro. 8:28).

He aquí algunas sugerencias sobre cómo manejar las interrupciones:

La primera viene delReader’s Digest: Cuando sea exasperado por las interrupciones, trate de recordar que su frecuencia puede indicar el valor de su vida. Únicamente las personas que están llenas de ayuda y de fortaleza son abrumadas por las necesidades de otros. Las interrupciones que pueden disgustarnos son las credenciales de nuestra indispensabilidad. La mayor condenación en la cual alguien podría incurrir (y es un peligro del cual nos debemos proteger) es ser tan independiente, estar tan poco dispuesto a ayudar que nadie jamás nos interrumpa y quedemos incómodamente solos.

El segundo consejo útil nos muestra cómo un hombre ocupado logró sobrellevar el problema: “Hasta hace un tiempo atrás”, testificó, “siempre me molestaban las interrupciones, lo cual era, en realidad, una forma de egoísmo de parte mía. Las personas solían llegar y decir: ”sucede que tengo que matar dos horas y pensé en venir a verte’. Eso solía molestarme. Entonces, el Señor me convenció que Él envía personas a nuestra vida. Él le envió a Felipe al eunuco etíope. Envió a Bernabé a Saulo de Tarso. Lo mismo sucede hoy en día: Dios envía personas a nuestro camino”. Así que cuando alguien viene le digo: “El Señor te debe haber traído aquí. Averiguemos por qué te envió. Oremos al respecto”. Esto logra dos cosas. Coloca la entrevista a un nivel diferente, porque Dios la ha provocado. Además, en general, también acorta la visita. Si una persona sabe que usted busca la razón por la cual ella está allí, por mandato de Dios, y no tiene una verdadera razón, se irá en procura de pastos más verdes. Así que tome las interrupciones como algo del Señor. Las mismas pertenecen a su itinerario, debido a que Dios, sencillamente, reprograma nuestra agenda diaria para servirle. Para el cristiano alerta, las interrupciones solamente son oportunidades divinamente agendadas.

 

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