Razones para creer (11ª parte)
10 noviembre, 2020Razones para creer (13ª parte)
11 noviembre, 2020Autor: Philip Nunn
La cosmovisión cristiana es verdad, nos ayuda a entendernos a nosotros mismos y al mundo en el que vivimos, nos da luz en cuanto al propósito de nuestra existencia y nos enseña cómo vivir.
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PE2577 – Estudio Bíblico
Razones para creer (12ª parte)
El cristianismo tiene sentido y es existencialmente satisfactorio
¿Qué tal, amigo? El programa anterior lo cerramos planteando cuatro verdades conectadas entre sí, que nos dan una descripción equilibrada de la revelación de Dios: primeramente Jesús es el único camino, en segundo lugar la justicia prevalecerá, en tercer lugar Dios tiene un profundo amor por cada ser humano y por último Dios recompensa a los que le buscan sinceramente.
Algunos cristianos temen que el cuarto punto pueda desalentar el esfuerzo misionero. Sin embargo, personalmente no veo este problema. Seguramente Dios usa al pueblo cristiano para comunicar el evangelio de Jesús al resto del mundo. Pero la posibilidad de Dios de revelarse a los que todavía no le conocieron no depende exclusivamente de nuestros bien intencionados y a menudo imperfectos esfuerzos misioneros. Como misioneros y evangelistas, junto con todos los cristianos nacidos de nuevo, anunciamos el evangelio por todo el mundo, porque Dios nos ha llamado y enviado a hacerlo en su Palabra (Romanos 10:14-17).
El Espíritu de Dios obra con nosotros o a través de nosotros, pero también puede obrar directamente. Algunas personas se abren a Dios y a su revelación por medio de la lectura de la Biblia. Otros lo hacen al leer y escuchar las explicaciones y los testimonios de cristianos. Para otros, Dios se revela directamente, por ejemplo, a través de un sueño, una voz, una visión o alguna otra experiencia especial. Se sabe de distintas fuentes que hoy en día muchos musulmanes se convierten a la fe cristiana en respuesta a un sueño en el cual Jesús se les revela directamente. Dios es un Dios soberano. Él siempre lo ha sido y siempre lo será.
He notado que quienes tienen una forma de pensar moderna quieren saber si el cristianismo es coherente, si es racional o si es verdad. Sin embargo, quienes que tienen una forma de pensar posmoderna, no se inquietan por preguntas sobre la verdad. Para el posmoderno, la pregunta es si el cristianismo se “siente como algo correcto”, si satisface nuestros anhelos interiores y si funciona. La cosmovisión cristiana no solamente es verdad, sino que también nos ayuda a entendernos a nosotros mismos y al mundo en el que vivimos, nos da luz en cuanto al propósito de nuestra existencia y nos enseña cómo vivir. C. S. Lewis, un ateo que se convirtió al cristianismo, no solamente se convenció de que la fe cristiana tiene sentido en sí misma, sino también de que tiene la habilidad de dar sentido al mundo en que vivimos. Lo expresó de este modo: “Creo en el cristianismo como creo que ha salido el sol: no solo porque lo veo, sino porque gracias a él veo todo lo demás”. A la vista de esto, le propongo ahora utilizar algunos ejemplos para ilustrar por qué podemos creer que el cristianismo tiene mucho sentido.
En primer lugar debemos mencionar el hecho de la elección de una cosmovisión. Una cosmovisión es la manera en la que vemos la vida y el mundo a nuestro alrededor. Puede compararse a un par de lentes. Vemos, interpretamos y juzgamos la realidad a través de esos lentes. A veces, los lentes que usamos traen claridad, y otras veces pueden distorsionar la realidad. Una cosmovisión es un conjunto básico de creencias (ya sean verdad, parcialmente ciertas o falsas) que usamos para entender la vida. Todos vivimos con una cosmovisión particular, algunos conscientemente, pero la mayoría de forma inconsciente. Heredamos una cosmovisión de nuestra familia, que luego se desarrolla cuando crecemos, leemos, pensamos e interactuamos con la sociedad. El sistema de creencias de nuestra cosmovisión nos da respuestas a grandes preguntas de la vida, tales como: ¿Quién soy yo? ¿Cómo debo vivir? ¿Qué es lo correcto y qué es lo incorrecto? ¿De dónde vengo? ¿Qué pasa después de la muerte? ¿Hay algo más allá de nuestro cosmos físico? O también: ¿Tiene sentido la cosmovisión cristiana? ¿Me da la sensación de ser la correcta?
Ahora, es importante entonces evaluar la coherencia de la cosmovisión cristiana desde una perspectiva posmoderna, que es la del mundo actual en el que vivimos. Le propongo explorar las respuestas que ofrece la cosmovisión cristiana a cuatro importantes preguntas que enfrentamos en esta vida. En primer lugar, la pregunta sobre el sufrimiento: ¿Por qué sufrimos? ¿Cómo podemos enfrentarlo? Todas las cosmovisiones deben darle una explicación a la existencia del dolor y del sufrimiento. Hay preguntas intelectuales, tales como: ¿Por qué existe el sufrimiento? ¿Por qué un Dios bueno y todopoderoso permite tanto dolor en este mundo? Y hay preguntas existenciales, tales como: ¿Cómo convivo con un cónyuge que sufre mucho? ¿Cómo puedo lidiar con el quebranto de mi salud?
Rodrigo, uno muchacho de 30 años, guitarrista en su iglesia, perdió el equilibrio cuando iba en su moto; cayó, fue atropellado y murió. Carolina sufre el deterioro causado por una esclerosis múltiple desde hace 15 años. Ella tiene cincuenta y tantos años, está confinada a una silla de ruedas, y vive con muchas limitaciones graves. La vida es muy difícil para ella, su esposo y sus hijos. ¿Qué clase de ayuda puede ofrecer la cosmovisión cristiana a la familia de Rodrigo en su duelo? ¿Qué apoyo puede darle a Carolina y a aquellos que la aman? Para los ateos militantes, el sufrimiento es inútil y carece de sentido. Argumentan que el sufrimiento es simplemente parte de un universo “sin Dios”. La mayoría de las personas no encuentra que esta respuesta fría sea satisfactoria existencialmente. Hay cosmovisiones que, cuando se enfrentan a la conexión intrínseca que hay entre el amor y el dolor, buscan desconectar la vida humana del mundo material. Su sencillo lema es: cuanto menos desees y menos ames, menos dolor experimentarás. Esto es verdad, y funciona, pero también reduce el valor de la vida. Eliminar el amor y el deseo hace que la vida se convierta en algo muy superficial, triste y hasta sin sentido.
El amor cumple un rol muy importante en la cosmovisión cristiana. El amor no puede ser forzado. Para poder amar, primero debemos ser libres para elegir. Puesto que Dios nos ama y desea profundamente que usted y yo le amemos, fue necesario otorgar a las personas la libertad de elección. Hacer eso implica un riesgo. Con esa libertad, muchos pueden elegir no amar a Dios, sino seguir sus propios sueños egoístas. Como consecuencia de nuestras decisiones egoístas, podemos herirnos a nosotros mismos y herir a otros. Dada la estrecha conexión que existe entre el amor y el dolor, ¿vale la pena amar? Tal vez la respuesta es que Dios sabe que un mundo sin amor sería peor que un mundo con dolor y sufrimiento.
Podemos preguntarnos también qué enseña la Biblia acerca del sufrimiento. La Biblia contiene muchas historias de sanaciones milagrosas, pero estas no son centrales en la revelación de Dios acerca del tema del sufrimiento. Y quizás nos sorprenda que la Biblia contiene aún muchas más historias de personas que sufrían y no fueron sanadas, ni libradas de la tortura, ni rescatadas de la lapidación, sino al contrario, fueron partidas en dos o muertas a espada (Hechos 7:54-60; 2 Corintios 12:7-10; 2 Timoteo 4:20; Hebreos 11:35-38). Estas numerosas historias bíblicas ilustran el hecho de que hay muchas posibles razones detrás de nuestro dolor y sufrimiento.
El dolor como tal no es bueno ni malo. La sensación de estarse quemando nos hará retirar la mano del fuego. El sufrimiento puede revelar lo que hay en nuestro corazón y puede ser usado para moldear nuestro carácter. A veces, el sufrimiento puede simplemente ser la consecuencia natural de malas elecciones en la vida, o el resultado de vivir en un mundo caído. Detrás de estas y muchas otras posibles causas, hay un mensaje común de esperanza: Dios permite el dolor y el sufrimiento con un propósito. A veces, este propósito es evidente, pero a menudo, dada nuestra visión limitada de la vida, permanece como un misterio. En la visión global y eterna de Dios, su sufrimiento puede tener razones más allá de su entorno local. El clásico ejemplo bíblico del sufrimiento es Job, y a él nunca se le dijo el propósito detrás de su profundo sufrimiento. Casi al final de la historia, en su clímax, Dios le pregunta a Job: “¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra?” ¡Confía en mí!
Por lo tanto, mi amigo, vemos que la cosmovisión cristiana no ofrece ninguna respuesta sencilla al problema del dolor y del sufrimiento, pero sí nos provee un marco para ayudarnos a vivir con él. No se nos pide entender a Dios, lo que él hace o por qué permite que pasen ciertas cosas, sino que se nos invita a confiar en Él. Lo que hace única a esta cosmovisión es que la cruz de Jesucristo se sitúa en el centro del mensaje cristiano como un claro recordatorio de que nuestro Dios creador sabe lo que es ser rechazado, ser falsamente acusado, sufrir injustamente y experimentar dolor intenso. Dios verdaderamente se identifica con nuestro sufrimiento físico y psíquico. Así es Dios. Hoy en día, en un sentido muy real, Dios sufre a nuestro lado. Cuando los familiares de Rodrigo o de Carolina, o cualquiera que sufra, se acercan a Dios, encuentran a alguien que conoce, siente y entiende su situación. La cosmovisión cristiana no responde a todas nuestras preguntas, pero sí nos da fuerza y esperanza para vivir. Amigo: si usted se encuentra atravesando un tiempo de dolor o sufrimiento, recuerde que Dios lo comprende, y que Él tiene un gran propósito para usted.
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