Recuperemos la identidad como mujer de Dios – Parte 3

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En la tercera y última del estudio realizado por Ligia de Cartea acerca de la identidad de la mujer de Dios hablamos de ser mujeres temerosas de Dios, mujeres prudentes. Ligia nos desafía en varios aspectos: ¿Qué don tienes? ¿Estamos dispuestas a hacer lo que Dios manda? ¿Amamos a Dios? ¿Le tememos? ¿Nos estamos preparando para cuando nos encontremos con el Señor nuevamente? Te invitamos a que conozcas las respuestas a estas preguntas y más en el programa de hoy.


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EA726 – Entre Amigas –
Recuperemos la identidad como mujer de Dios – Parte 3



Entrevista a Ligia de Cartea

Ligia: A veces somos muy difíciles. Hay hermanas que para mí son difíciles, y hay muchas más para las cuales yo soy difícil. Ahora, hermanas, debemos aprender a amarnos en el Señor. Dejemos las cosas de abajo, discusiones inútiles. Estamos en un cuerpo para que el mundo vea la gloria de Dios, y si nosotras peleamos, el mundo va a ver lo mismo que tienen ellos. El mundo no necesita más de lo que tienen ellos, ya tiene suficiente. Necesita ver algo distinto, y nosotras tenemos la obligación de mostrar que el temor al Señor hace que podamos vivir en armonía, aún con muchas diferencias. Somos de distintos pueblos, de distinta educación, de distintos hogares, de distintos niveles culturales y quizás hasta económicos, pero en la casa de Dios somos hijos de Dios, siervos de Cristo. Ninguna es más que otra, todas somos siervas. La maestra es sierva, la que limpia es sierva, la que hace el café es sierva, la que abre la puerta es sierva, la que canta en el coro es sierva, todas somos siervas. ¿Me voy a enorgullecer? ¡No! Tengo que estar humillada porque el Señor permite que esta sierva inútil pueda hacer algo en su obra. ¡Esto es maravilloso! ¿Qué don tienes? ¿Lo estás ejerciendo? Algunas piensan que están demasiado mayores como para servir, pero la realidad es que hay infinidad de cosas que podemos hacer. Entregar un tratado, orar, venir a las reuniones, animar a las jóvenes, ser cariñosas, tender puentes, orar por los hermanos responsables, orar por los chicos que tocan música, orar por los noviazgos, orar para que el Señor aparte a nuestros jóvenes del mal, para que se creen hogares donde la Palabra de Dios sea el fundamento, ¡vaya si tenemos cosas para hacer! Porque mientras nosotras discutimos banalidades, se nos va la vida, y cuando estemos en la presencia de Dios vamos a tener que dar cuenta. El temor del Señor me hace ver que un día voy a dar cuenta de cómo me ocupé de mi salvación y de cómo me relacioné con mis hermanos.

Tercero, la relación con la familia. También ahí el temor del Señor está presente. Tenemos el ejemplo de la mujer de Proverbios 31, tan hablada y comentada. La mujer compraba, vendía, sembraba, hilaba, pero no es eso lo que Dios quiso dejarnos en ese monumental capítulo de la Biblia. Lo que quiso dejar lo encontramos en el primer texto, y en uno de los últimos. El primero dice “mujer virtuosa”, o “mujer prudente”. ¿Saben quién es la mujer prudente? Es la mujer que toma las decisiones en la presencia de Dios. Esa es la mujer prudente. La que toma las decisiones en la presencia de Dios, y la que no da un paso si Dios no dice: Ahora hacelo. Yo he aprendido, y he aprendido a los golpes, a decir: Señor, no me muevo hasta que no me muestres, porque soy muy torpe en entender cuál es tu voluntad, porque si no, sé que voy al fracaso. Muéstrame, Señor, lo que tengo que hacer.

Más adelante dice: “La mujer que teme, esa será alabada.” O sea, la prudente y la que teme. Qué maravilla la mujer que teme, porque está enfocada en que todo lo que hace, lo hace para el Señor. Por eso era tan excelente, porque hacía todo, pero estaba enfocada en hacer las cosas con excelencia, su casa era un relojito, era una mujer que temía, y dice que por temer será alabada, no por todo lo demás. Lo otro era un valor agregado, pero temía al Señor. Mi querida hermana, un hogar se lleva temiendo al Señor. Hoy estamos en tiempos muy difíciles, nuestros hijos necesitan nuestro consejo, pero no podemos aconsejar si nosotras no tenemos en nuestra vida un respaldo. Porque lo primero que nos dicen es: cerrá la boca porque vos no estas haciendo eso. Le decimos que no hablen mal, pero nosotras por teléfono nos la pasamos criticando, decimos que vayan a la reunión, pero nosotras no vamos. Queridas hermanas, el temor del Señor empieza dentro nuestro, porque, y esto es muy serio, yo voy a tener dar cuentas a Dios de cómo llevo a mi familia. Voy a tener que rendir cuentas. Y hay hogares, y quiero ser muy respetuosa en esto, donde nuestras hermanas sufren mucho. Les cuesta mucho ser mujeres temerosas de Dios, por mil razones que ellas saben. A lo mejor con hijos dados a la droga o al alcohol, han formado hogares con gente inconversa, maridos que son déspotas, que las humillan, puede haber mil casos. Querida hermana, cuentas con el poder de Dios. Aférrate a Él, y has, dentro de lo que puedas, todo. El orden en el hogar, la limpieza en el hogar, la comida en el hogar, una mujer que se dedica a sus hijos y a su esposo. No importa si tiene mal carácter o no, yo cumplo mi parte. Él dará cuenta a Dios. Chicas, busquen hombres de Dios. Que el primer lugar para el hombre sea Dios, siempre nosotras en segundo lugar. Yo siempre le digo a mi esposo: El día que me digas que ocupo el primer lugar en tu vida, estamos en problemas, porque se que algo va a funcionar mal. No quiero ocupar el primer lugar, no me interesa, porque se que no va a ser de bendición. Necesitamos ser mujeres temerosas de Dios en nuestra familia.

Todo esto tiene trascendencia, hermanas. Vamos a Apocalipsis 19:5, otro pasaje monumental. Dice: “Y salió del trono una voz que decía: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, y los que le teméis, así pequeños como grandes. Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos.” Estos textos son impresionantes. Ya hemos dejado la vida aquí, y allí estamos, dice, los que teméis. Aquella congregación donde vamos a encontrar seres queridos que han partido. ¿Hermana, tiene algún ser querido que ha partido? Allí lo va a encontrar, allí va a estar, glorioso, resplandeciente. Tú y yo vamos a estar ahí. ¿Tememos al Señor? ¿Le amamos? ¿Queremos hacer lo que Él nos manda? Allí vamos a estar. Pero ¿qué más dice? Dice: La esposa se ha preparado. ¿Cuándo es el tiempo de preparación? Cuando muramos, se terminó. Ahora estamos preparándonos. La iglesia se ha preparado, es acá donde tenemos que hacerlo. Yo voy a llevar allá lo que preparé acá, y esto me hace pensar en una boda. Cuando nos invitan a una boda, las mujeres pensamos en dos cosas: En el regalo, y en qué me voy a poner. Mi mamá tiene 87 años, y cuando la invitan a una boda, me dice: Nena, ¿qué te parece que me ponga? Me encanta que a los 87 años tenga ganas de pensar en qué se va a poner. Miren hermanas, nos tenemos que preparar acá para una boda allá. Es ahora cuando nos tenemos que preparar. ¿Cómo te estás preparando para ese día? ¿Saben por qué nos tenemos que preparar? Porque “a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos.” Lo que usted haga aquí, es el vestido que se va a poner allá. ¡Qué maravilla! Y yo no sé, iré con algún vestido sencillo, pero voy a ver vestidos resplandecientes de hermanas que han sembrado la palabra, que han amado al Señor, que han sido temerosas de Él, estamos a tiempo hermanas, hagamos que hoy haya un giro en nuestra vida, y que meditemos en esta palabra. Que digamos: Señor, quiero, a partir de hoy, ser una mujer temerosa, una mujer que trascienda la eternidad, porque cuando llegue allí quiero estar con el mejor vestido, quiero estar preparada con las acciones justas. No en mí calidad, no en mi carne, porque eso no sirve, sino que, en acciones justas, revestidas de la justicia de Dios. Aunque sean cosas pequeñas, pero cosas que hacemos para el Señor. No importa que nadie lo vea, es para el Señor. Yo tengo un tallado en madera en mi cocina que dice: Aquí se sirve al Señor con alegría. Porque ¿sabe qué hermana? En la cocina usted está sirviendo al Señor. Yo trabajo entre 12 y 14 horas por día, estoy todo el día fuera de casa. Llego a la noche a cocinar, y muchas veces me pongo el delantal, y estoy muy cansada. Pero entro a mi cocina y veo el tallado: Aquí se sirve al Señor con alegría. A lo mejor nadie lo ve, nadie me agradece, no importa. Es para el Señor. Entregué un tratado, abracé a una hermana, oro por alguien, consuelo a alguien, hermanas, seamos cariñosas, seamos de corazón agradable, aprendamos a abrir la boca con sabiduría y a cerrarla con sabiduría, seamos la mujer que teme al Señor, porque esa será alabada.

Yo espero que aquí, a partir de hoy, por lo que hemos visto en la palabra, muchas mujeres sean mujeres que puedan ser alabadas. Y que yo pueda escuchar de ustedes, y ustedes puedan escuchar de mí: Es una mujer temerosa de Dios.

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