Yo confío
9 abril, 2018Higiene de la columna
10 abril, 2018Continuamos hablando con Analía, misionera, docente y escritora. Hoy nos comparte un devocional acerca de la confianza en Dios al momento de tomar decisiones, a la luz del ejemplo de Lot y Abraham. Aprendemos acerca de la importancia de elegir por fe y no por vista al momento de tomar decisiones, y de depender de Dios plenamente, incluso en los momentos difíciles.
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EA752 – Entre Amigas –
Se tú mi ancla
Entrevista a Analía de Castro
Mónica: Hola amigas, estamos muy contentas de estar compartiendo este tiempo con ustedes. Estoy nuevamente con Analía de Castro en San Miguel del Monte, en Buenos Aires, Argentina. En el programa anterior estuvimos compartiendo con Analía y nos estuvo contando un poco de su vida. Ella es misionera en Palabra de Vida, una organización que trabaja con la juventud acá en Argentina, y nos comentó que estaba dedicada a la docencia, y también a la enseñanza de la Biblia a mujeres. Y justamente en este momento está invirtiendo su tiempo y su energía en poder terminar un libro devocional que es realmente muy disfrutable, nos hace pensar y meditar mucho. La semana pasada nos estuvo compartiendo sobre la misericordia de Dios, sobre los planes de Dios, sobre la presencia de Dios en nuestra vida en diferentes momentos. Y hoy la tenemos acá con nosotros. ¿Qué tal Analía? ¿Cómo estás?
Analía: Muy bien, buenos días para todas las oyentes. Es un gusto poder estar acá otra vez y compartir un tiempo juntas.
Mónica: Así que, Analía, hoy tenemos algo que nos traes, de uno de los devocionales que estás escribiendo. Esperamos prontamente poder tenerlos disponibles porque sabemos que Dios te ha bendecido con el don de poder enseñar y poder compartir con las mujeres, y sabemos que va a ser de gran bendición. Contanos, ¿qué es lo que vas a compartir con nosotras el día de hoy? ¿Qué es lo que Dios puso en tu corazón?
Analía: Bueno, hay una meditación que lleva por título: “Cuando el paraíso se convirtió en un infierno” Y está sobre la base de un versículo en Génesis 13:10-11 que dice así: “Y alzó Lot sus ojos, y vio toda la llanura del Jordán, que toda ella era de riego, como el huerto de Jehová, como la tierra de Egipto. (…) Entonces Lot escogió para sí toda la llanura del Jordán (…)” Este pasaje se encuentra en el contexto de que llegó un día en el que Lot debía separarse de su tío Abraham, y tomar un rumbo distinto. Entonces él alza sus ojos desde un punto muy panorámico y ve que ante él se despliega todo un espectro geográfico importante. Ahora, es interesante, porque toda la zona era árida, excepto el pequeño “Edén” que él distingue. Era una llanura que era de riego, fértil, y muy prometedora. Ahora, ¿cómo resistirse a aquello que convenció a los ojos? Algo que resultaba, a la mente y al corazón, un paraíso. Entonces la prudencia de Lot, su poder de cálculo y de estrategia humana, empujaron la voluntad hacia una única dirección. Para él, representaba el mejor negocio de su vida, y fue en su busca. Hacia allí dirigió sus pasos. Es decir, sin duda que Lot estimó que, en ese momento, era la mejor elección. Sin embargo, el problema de Lot, que es el mismo que tenemos nosotros, es que el hombre mira lo que está delante de sus ojos, es decir, no podemos ver el final de algo, el después, o la parte de atrás de un asunto. No vemos la espalda de las cosas. Solo podemos ver lo que está frente a nosotros. Lo que se nos presenta adelante, y ahora. Como a Lot. Por eso me pregunto: ¿Qué sucede si le colocamos años a la decisión de Lot? Porque eso fue atractivo en ese momento, pero ¿años después? Conocemos la historia bíblica y la historia arqueológica y secular también. En el lugar que a él le pareció un Edén, ocurrió un cataclismo, porque Jehová hizo llover azufre y fuego. Destruyó las ciudades. Y ese paraíso se terminó convirtiendo en un infierno. Y Lot, que en un momento tuvo el mundo para elegir, dice la Biblia que terminó en una cueva. Y allí acabó su historia. Porque él jamás imaginó que debajo de la corteza terrestre había una sentencia de destrucción esperando. Era solo cuestión de tiempo. Y encima ni siquiera podía culpar a otros, porque dice la Biblia que él lo escogió para sí. Es que en realidad el ojo humano capta la información de lo que nos rodea, y la mente, nuestra mente humana, deduce cuál es la mejor de las posibilidades para elegir, es decir, ninguno elige su propio mal. Yo no elijo para mí, algo que sea negativo. Entonces uno se convence, al momento de elegir, de que esto que es bueno, va a ser siempre así, que no va a cambiar. Es como que viendo el inicio nos creemos capaces de deducir el final, elaboramos pronósticos. Ahí radica el error. Porque la vista, como solo percibe el aquí, el ahora, es limitada. Por eso Dios nos manda, a los cristianos, a un camino de vivir por fe. Ya que los paraísos de hoy pueden ser los infiernos de mañana. Dice la Biblia que hay caminos que al hombre le parecen derechos hoy, pero su fin es camino de muerte. Por eso nos lleva a pensar en cuán importante es buscar la guía de Dios, en pequeñas o en grandes decisiones. Porque el buscar su guía es confiar en aquel que ve el aquí, el ahora, y el mañana. El inicio y el fin de todo asunto.
Mónica: ¡Qué interesante Analía! La verdad es que yo creo que es un tema que nos toca a todas, a todos, en cualquier edad. Desde un niño, que poco a poco va aprendiendo a tomar decisiones, el adolescente que se enfrenta a un momento en el que no sabe qué hacer con su vida, el joven, el adulto, aún la persona mayor. Porque Dios en diferentes etapas de nuestra vida nos enfrenta a tomar decisiones. Muy interesante tu tema.
Analía, ¿te has enfrentado en algún momento de tu vida con una decisión difícil? ¿Has pasado por alguna situación en la cual tú dijiste, si no hubiera sido por confiar y por buscar la guía de Dios, no sé qué hubiera sido de mí? No se si te ha pasado algo así.
Analía: Sí, por supuesto. Lo bueno es que Dios dejó plasmado historias en la Biblia, hace tantos años, pero en las cuales uno sigue viviendo experiencias similares. Porque estar en el extremo de un monte teniendo que elegir una tierra, quizás no nos toca. Pero uno siempre se enfrenta a un punto en la vida en el que hay que elegir ante un abanico de posibilidades. Quizás pensamos en la edad de la juventud, que uno termina su preparación secundaria, y debe elegir. Y quizás uno se encuentra a una edad todavía corta, con muchas cuestiones por resolver, pero hay que tomar decisiones que a su vez van a ser trascendentales. Cuando salí del colegio secundario, con 18, 19 años, tenía que ver cuáles iban a ser los siguientes pasos para dar. Si iba a estudiar en una universidad, un instituto superior, si iba a tener un oficio, estaba la opción de venir al instituto bíblico, y a veces se hace más crítico el momento cuando uno no tiene que decidir entre lo bueno y lo malo, sino cuando uno evalúa que todas son buenas opciones. No hay algo esencialmente malo. Eso le da mayor complejidad. Lo que uno ve hoy, no sabe si dentro de unos años no va a ser sus lágrimas, o su dolor de cabeza. Por eso necesitamos que Dios nos guíe, porque no tenemos, como se dice comúnmente, la bola de cristal, para saber el futuro. Y quizás lo que hoy elegí con buena voluntad, y con buena intención, quizás se terminó convirtiendo en una situación dolorosa. Sea en una carrera académica, pensamos en las edades en las que las chicas o los muchachos tienen que elegir al compañero de su vida, y uno ve el aquí y el ahora, como Lot. Y quizás hay cosas que son muy agradables, y momentos casi perfumados de alegría y de juventud, y con todo el potencial de enamoramiento que Dios creó en nosotros y en nuestro cuerpo. Sin embargo, dentro de 15 años, dentro de 10 años, ¿habrá sido una elección correcta realmente? ¿Fue un hogar fundado sobre la roca, o fue una emoción? ¿Era la persona que realmente Dios tenía para mí, o me dejé guiar por mis ojos, por mis buenas intenciones, por otro tipo de motivos? Entonces realmente necesitamos tomar decisiones por fe, considerando que nuestra vista es corta, es escasa, es pobre. No tenemos un alcance mayor a unas pocas horas. Dice la Biblia que aún no sabemos lo que pasará mañana, es decir, el hombre no tiene ni la posibilidad de saber decir qué va a pasar dentro de 24 horas, imagínate dentro de 10 o 15 años.
Mónica: Qué interesante pensar en eso. Yo creo que, como hablábamos, las decisiones nos tocan a todos. Y qué importante que es el tema del consejo en medio de ese proceso de decisión. Muchas veces uno como joven o adulto un poco más maduro, puede pensar que ya lo sabe, que ya lo tiene dominado, que no necesita escuchar a sus padres o a gente más grande, porque ya tiene la edad suficiente como para tomar sus propias decisiones. Pero qué importante es que tengamos un corazón dispuesto siempre a recibir el consejo de otras personas. Un corazón sensible, primeramente, a buscar la guía de Dios. Pensar en qué es lo que Dios tiene para mí en esa área, qué es lo que Él haría en mí lugar, qué es lo que Él tiene para mí. Y, por otro lado, rodearme de personas que conozcan la Biblia y que me influencien de una forma correcta. Porque muchas veces también las malas decisiones se dan por una mala influencia, porque justamente tal vez tenga un carácter influenciable, que de pronto no puedo decidir por mí misma lo que es correcto por no querer quedar mal, o por lo que van a decir los demás, entonces termino tomando malas decisiones por la misma presión, que es algo que la juventud lo vive, pero también el adulto, que muchas veces termina tomando decisiones realmente desastrosas.
Analía: Por supuesto, coincido con lo que vos decías, y creo que el punto de partida tal vez sería reconocer nuestras propias limitaciones con humildad. El problema grave es cuando un cree que puede. Cuando uno reconoce que, como decíamos antes, uno tiene la vista corta, uno es frágil, que fácilmente somos engañados porque vemos una cara de la moneda y no la otra, es que nos damos cuenta de cuánto necesitamos de Dios, de las personas, que nos aprecian, que nos quieren, de las oraciones de ellos, y de las nuestras por nosotros mismos. Y Dios no nos va a privar de su voluntad nunca. Pero debemos tener la humildad de tener, a su vez, una voluntad abierta. A veces le pedimos algo a Dios, pero tenemos una voluntad inclinada, o sea, “lo que tú quieras, pero que sea esto”. Y cuando uno realmente tiene el corazón abierto entendiendo que Dios sabe más que yo, y que Dios quiere lo mejor, porque la voluntad de Dios es agradable, es decir me va a gustar, y es perfecta, perfecta quiere decir que no hay otra mejor, entonces transito un camino por fe, aunque quizás haya algunas circunstancias que en el momento no las entienda, pero sé que el final es bueno.
Mónica: Qué importante el hecho, como vos decías, de la fe. De poder depositarme confiadamente, todos mis planes, mis deseos, lo que quiero hacer, ponerlo en las manos de Dios sabiendo que Él es el que sabe lo que es mejor para mí. Creo que este tema nos toca a todas, que hay mucho para pensar, y que el ánimo que este programa nos deja es el hecho de poder evaluar cada cosa que podamos decidir, desde el día a día hasta las decisiones grandes.
Analía: Quizás es bueno mencionar, para ir terminando ya, cómo terminó esta historia. Porque falta que elija alguien, que es Abraham, el padre de la fe. Vos imaginate que Lot estaba al lado del padre de la fe, y eligió por la vista. ¿Y Abraham qué hizo? Abraham no eligió, dejó que Dios elija por él. ¿Cuál fue el resultado? Que Abraham llegó a tener todo lo que le alcanzaba la vista, aún el pequeño huerto que fue como el Edén para los ojos de Lot, porque tuvo todo. Entonces, cuando Dios elige por nosotros, como Dios tiene la mano más grande que la nuestra, Él me va a dar de lo que yo no puedo conseguir con mis propias manos. Esa fue la experiencia y la diferencia ente Lot y Abraham. Entre elegir por fe y por vista.
Mónica: Qué bueno ese concepto que nos da, porque la verdad es que es así. Muchas veces pensamos que el que elige por la vista es el ganador, el que delante de los ojos de todo el mundo es el que gana, el que se lleva lo mejor, pero Dios ve las cosas de un modo diferente, y siempre tiene algo preparado para nosotros. Su voluntad es buena, es agradable, es perfecta. Muchas veces no podemos entender lo que nos pasa o lo que Dios nos está pidiendo, pero tenemos que confiar en que al final Él nos va a mostrar que fue lo mejor. Así que gracias, Analía por este tiempo.
Analía: No, gracias a ustedes por escucharnos y por permitirnos tener este espacio.
Mónica: Y bueno, esperamos en algún momento tenerte por allá por Uruguay, siempre sos bienvenida. Muchas gracias por este tiempo que nos compartiste. Creo que todas nos quedamos pensando en lo que nos hablaste en cuanto a las decisiones, tanto para lo cotidiano, como para lo que es a largo plazo. Que Dios nos ayude a cada día decidir bien, tomando en cuenta su Palabra, tomando en cuenta su persona, y como vos decías, tener la humidad de corazón, de poder realmente aceptar el consejo y reconocer que Dios siempre tiene lo mejor y va a buscar lo mejor para nosotras.
Analía: Muchas gracias, Mónica.
Mónica: Gracias a vos, Analía.