La generación de cristal (2ª parte)
9 julio, 2021Ser cristiano con un fuerte viento en contra (2ª parte)
10 julio, 2021Autor: Johannes Pflaum
El Señor nos advirtió sobre aflicciones futuras y en diferentes etapas de la Iglesia ésta ha padecido fuerte oposición y persecución. Sin embargo, en la actualidad, la iglesia occidental goza, en su mayoría, del privilegio de la libertad de culto y expresión. Sin embargo, este entorno puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos. ¿Estamos preparados?
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PE2718- Estudio Bíblico
Ser cristiano con un fuerte viento en contra
Nuestro Señor dice en Juan 16:33: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”. La palabra original que el Señor Jesús utiliza en Juan 16:33 para aflicción, también puede ser traducida como “dolor”, “angustia”, “temor” o “estar bajo presión”. Y con mundo no hace referencia a una conmovedora puesta de sol en las Bahamas. Más bien se refiere a la creación caída, sobre todo a la humanidad en su rebeldía contra Dios, gobernada en estos tiempos por Satanás, el dios de este mundo.
Ahora, el Señor Jesús NO dice a sus discípulos: “Puede que en el mundo tengan aflicción” o “de vez en cuando tendrán aflicción”. Por el contrario, les anuncia con claridad que mientras se relacionen con esta humanidad disociada de Dios, “sufrirán angustia” o estarán “bajo presión”. Esta es una consecuencia inevitable de seguir a Cristo. En este pasaje encontramos el mismo término utilizado en Apocalipsis cuando hace referencia a la Gran Tribulación. Eso debería protegernos de toda ingenuidad o encubrimiento, aun si creemos que el arrebatamiento sucederá antes de la tribulación.
El naufragio del Titanic todavía llama a la gente a la reflexión. Se han escrito sobre este tema numerosos libros y se han hecho varias películas. Siguiendo con la misma temática, podríamos recalcar la frase sarcástica mencionada en esta tragedia: “Todo bajo control en el barco que se hunde”. El templo de diversión flotante era considerado una maravilla de la tecnología y se rumoreaba acerca de su condición de insumergible. A bordo había, por supuesto, personas pobres y menesterosas que viajaban en las categorías más económicas. También se encontraban cristianos comprometidos con la Biblia y durante la horrorosa noche de naufragio hubo personas que aceptaron a Jesucristo por medio de la fe.
Podemos saber a posteriori que a pesar de las numerosas advertencias dadas al barco en aquella noche funesta, el Titanic continuó su viaje sin disminuir su velocidad. Horas antes de la desgracia, el transatlántico ya había sido avisado sobre la existencia de hielo. Por otra parte, la disminución de la temperatura del aire daba señales de lo cerca que estaba de los bloques y témpanos. Desatendiendo todo esto, el baile y la diversión no cesaban, ¡hasta que llegó la catástrofe! Es así como el hundimiento del Titanic nos sirve de ejemplo y advertencia de lo que podría sucedernos si, a causa de que nos va bien, nos sentimos a gusto o deseamos ver todo color de rosas, ignoramos los presagios.
No me refiero con este ejemplo a la sociedad o a los eventos mundiales, incluso si justificara hacerlo, sino a nosotros, a la iglesia de Jesucristo de Occidente que todavía goza de libertad religiosa. Está claro lo que el Señor Jesús predijo a sus discípulos como un principio básico a seguir. La libertad de culto no es el estado normal de la iglesia de Cristo, sino una excepción, aun cuando Occidente la practica hace mucho tiempo. Sin embargo, aumentan los indicios de una disminución de esta libertad, por lo que debemos prepararnos para recibir un fuerte viento en contra, e incluso una gran opresión y aflicción. Mi preocupación es que como creyentes tengamos una actitud similar a los pasajeros del Titanic, pues preferimos ignorar los hechos y convencernos de que todo va bien, en lugar de enfrentar la realidad.
El título de este artículo es tomado del nombre de un libro publicado hace cuarenta años y que ya hace tiempo está agotado. En aquel entonces, Werner Stoy publicó Valentía para mañana: cristianos en Occidente ante la persecución. Aunque algunas estructuras han cambiado desde el colapso de la Unión Soviética, el contenido de su libro no está desactualizado. Stoy deja en claro lo mucho que la Biblia habla sobre el sufrimiento y la aflicción, y lo mucho que este tema es suprimido por el estudio de la doctrina, el estudio de la iglesia y la ética cristiana.
Somos muy poco conscientes de los tremendos cambios sociales que han ocurrido en las últimas décadas. Los valores cristianos han sido desechados con plena consciencia, y la enemistad contra la Biblia y el evangelio ha aumentado. Como respuesta, en lugar de confesar abiertamente nuestra fe y agudizar el esfuerzo por hacer discípulos, nos conducimos con pasos silenciosos, adaptándonos más y más a la sociedad secular. Por supuesto, todavía hay misioneros que lo hacen, pero en general el pensamiento imperante es el opuesto. Daré algunos ejemplos de esto:
Hace treinta años las iglesias fieles promovían con gran vigor el evangelismo. Se colgaban carteles, algunos de los cuales contenían el mensaje claro del evangelio. Iban de casa en casa invitando a las personas, a pesar de que, de tanto en tanto, alguien les cerraba la puerta en sus caras. En 1970, los creyentes usaban a menudo insignias y botones con un testimonio claro. Muchos automóviles no solo estaban decorados con peces que nada decían, sino con adhesivos con mensajes inteligibles. Había movilizaciones callejeras y hospitalarias, y otros eventos donde se compartía la fe de manera pública. Es cierto que algunas cosas no pueden hacerse hoy, pero aun así me preocupa que nos detengamos cada vez más por el viento en contra, en lugar de enfrentarnos con valentía a los acontecimientos.
El autor Werner Stoy señala en su libro que los perseguidores siempre intentarán impedir el trabajo misionero y la evangelización. Como ejemplo, menciona a la antigua Unión Soviética, donde la persecución aumentaba en una relación directa con la obra misionera pública y el evangelismo. Por momentos, solo cabía la posibilidad de compartir la fe dentro de las casas o la iglesia, pero aun así se compartía. Temo que a causa de nuestra retirada de la vida pública y nuestra adaptación a las normas generales, favorezcamos el desarrollo de persecuciones futuras.
Después de todo, ¿qué nos enseña el Nuevo Testamento sobre los sufrimientos por la causa de Cristo? Para este análisis tomaré tan solo el Evangelio de Juan. Allí es donde el término mundo aparece con mayor frecuencia: por un lado, ilustrando el mundo bueno que Dios ha creado, y por otro, y de manera principal, describiendo a la humanidad enemistada con él. En el comienzo del libro, en Juan 1:5, leemos que las tinieblas no prevalecieron contra la luz, y cinco versículos después, que el mundo no lo conoció. Juan 7:7 explica que el mundo odia a Jesús porque él testifica de sus malas obras. Acerca de este relevante odio, el Señor ya había hablado en Juan 3:19-20. “…esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas«.
Sumado a esto, el Señor Jesucristo revela en Juan 15:18-21 que este mismo odio será el que recibirán sus discípulos: “Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. Mas todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado”.
El Señor resumió toda nuestra naturaleza egoísta, además del odio y la enemistad, los cuales pueden llegar a puntos extremos, en un principio para el discipulado que encontramos en Juan 12:25: “El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará”. Esto se ha convertido en la actualidad en un problema, pues no estamos dispuestos a perder nuestro buen nombre o prestigio social por causa de Cristo. Nos gusta leer en el libro de Hechos 2:47 que la iglesia primitiva “gozaba del favor de todo el pueblo”. Este beneficio, sin embargo, no evitó la persecución que comenzaría poco después. En este mismo contexto leemos Hechos 5:41 y aprendemos algo que no solo es contrario a nuestra naturaleza humana, sino también a nuestra actual actitud hacia la vida. Dice: “Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre”.