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Título: Sobre la bndición de la humildad 

Autor: Norbert LiethPE1263

El orgullo comienza en el corazón. Se trata

aquí de algo que avanza a paso lento

haciendo que cambie, en forma lenta pero

segura, el motivo de nuestro pensar y actuar.

 

El Señor es el primero en notarlo. Puede que

se pregunte: ¿Por qué es tan grave el orgullo

a los ojos de Dios.

 

Hay varias causas que vamos a estudiar en el correr de este programa.


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«Sobre la bendición de la humildad».

La revista informativa «Focus» hace un tiempo atrás publicó un artículo bajo el título «Yo, yo, yo». Se trataba del egoísmo que está aumentando en nuestra población, haciendo que todos se tomen a sí mismos como cada vez más importantes. La sociedad del «yo primero» está creciendo. No importa cuanto sufra el otro a causa de esto – lo más importante es que uno mismo alcance el primer lugar.

También esto es evidencia de la fidelidad de la Palabra de Dios, que dice lo siguiente en cuanto a los «últimos días»: «…y por haberse multiplicado la maldad, se enfriará el amor de muchos» (Mateo 24:12). Aun como creyente, quien no está velando y cuidándose, será cada vez más egoísta aunque no se percate de esto. El egoísmo se cuela allí donde uno deja de lado la Palabra de Dios – y con eso la relación estrecha con Jesucristo. David H. Stern lo traduce aquí muy acertadamente, diciendo: «…el amor de muchas personas se enfriará, porque la Thorá se está alejando de ellos cada vez más». Ya no hay trato con las Sagradas Escrituras. Pues solamente por el poder de la Palabra de Dios, a través del amor del Espíritu Santo, y teniendo comunión con el Señor Jesús, seremos humildes.

Satanás, en su infinito orgullo, se apartó de la Palabra de Dios – y cayó. También los cristianos que ya no se dejan guiar por la Palabra de Dios y por Su Espíritu Santo, caen en el orgullo. Se convierten en personas ambiciosas, su propia persona les es cada vez más importante – y la obra de Jesús pasa a segundo término.

Del siguiente acontecimiento, en el Evangelio de Lucas, podemos ver cómo se manifiesta el orgullo y cuáles son sus consecuencias: «Observando Jesús a los invitados, cómo escogían los primeros asientos a la mesa, refirió una parábola diciéndoles: – Cuando seas invitado por alguien a una fiesta de bodas, no te sientes en el primer lugar; no sea que otro más distinguido que tú haya sido invitado por él, y que viniendo el que os invitó a ti y al otro, te diga: «Da lugar a éste», y luego comiences con vergüenza a ocupar el último lugar. Más bien, cuando seas invitado, ve y siéntate en el último lugar; para que cuando venga el que te invitó, diga: «Amigo, sube más arriba.» Entonces tendrás gloria delante de los que se sientan contigo a la mesa. Porque cualquiera que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido» (Lucas 14:7-11).

El Señor sabe cuando nos volvemos orgullosos

«Observando Jesús a los invitados, cómo escogían los primeros asientos a la mesa…» (Lucas 14:7). En el caso del orgullo se trata de un asunto que, como hijos de Dios, no lo exponemos públicamente por saber lo embarazoso que es si otros lo notan.

El orgullo comienza en el corazón. Se trata aquí de algo que avanza a paso lento haciendo que cambie, en forma lenta pero segura, el motivo de nuestro pensar y actuar. Por regla general uno no se abre paso a codazos. Más bien comienza en forma lenta, al uno recomendarse a sí mismo sigilosamente. Se aprovecha la rivalidad de otros, dirigiendo sus propios ojos hacia los mejores lugares. Yo no creo que aquí en esta historia la gente hubiera tirado mesas y sillas para poder avanzar, lo más posible, hacia el frente y ocupar los mejores puestos. Seguramente era un asunto más bien sigiloso, pero en forma bien calculada. El primero en notar el orgullo en nuestras vidas es el Señor – y Su reacción al mismo no se hace esperar. El ve claramente lo que hay en el corazón y dice: «La soberbia de tu corazón te ha engañado…»

Vamos a tener una pausa musical y después seguimos con el tema, porque en el caso del orgullo no se trata de ninguna pequeñez.

En el caso del orgullo no se trata de una pequeñez.

Uno podría decir, que lo que sucedió aquí casi no es digno de mención. Buscarse los mejores lugares cuando uno es invitado a comer, si bien no es algo muy bonito, tampoco es tan trágico; seguramente hay formas peores de orgullo. Pero que el Señor Jesús estuviera notando y hablando justamente de este acontecimiento, demuestra lo grave que es el orgullo a los ojos de Dios. ¿Por qué?

1. Porque el orgullo viene de un cristianismo sin cruz.

Filipenses 2:5-8 nos hace ver la medida de nuestra mentalidad, diciendo: «Haya en vosotros esta manera de pensar que hubo también en Cristo Jesús: Existiendo en forma de Dios, él no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse; sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres; y hallándose en condición de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!». Su humillación voluntaria consistía en que El estaba dispuesto a no mirar por sus propias cosas. En vez de aferrarse al hecho de ser igual a Dios, El se humilló a Sí mismo. El, ante cuya Palabra se estremece el universo; El, quien es adorado y aclamado por todos los ángeles creados; El, quien no es criatura, sino el mismo Creador – El se despojó, y hasta «se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz». Esta mentalidad, que vemos en Jesucristo, también se espera de nosotros. Quien no la tiene no vive con la cruz y con quien fue crucificado, sino que es contrario a El. Esta persona, en el fondo y a causa de su aferrarse al orgullo, es un enemigo de la cruz de Cristo.

2. Porque el orgullo proviene de las más horrendas profundidades, es decir del mismo diablo

En él nació el orgullo: «Tú has dicho en tu corazón: Subiré al cielo en lo alto; hasta las estrellas de Dios levantaré mi trono y me sentaré en el monte de la asamblea, en las regiones más distantes del norte» (Isaías 14:13). Satanás quiso ser igual a Dios: «Subiré sobre las alturas de las nubes y seré semejante al Altísimo» (v.14). Por eso es que el orgullo en los seres humanos es algo tan grave a los ojos de Dios y El lo reprende ya en sus comienzos.

3. Porque el orgullo proviene de la falta de temor de Dios

En Proverbios 8:13 está escrito: «El temor de Jehovah es aborrecer el mal. Aborrezco la soberbia, la arrogancia, el mal camino y la boca perversa.» Por eso, el resultado de la falta del temor de Dios siempre es que uno no honre más a su prójimo y se tome a sí mismo como el más importante. Así fue que los fariseos y escribas escogían para sí los mejores lugares en la mesa. No les importaba donde se sentaban los demás.

También en nuestros días está aumentando la impiedad, de tal forma que se convierte en odio a los seres humanos. La gente orgullosa tiene problemas en sus relaciones con otros y siempre está dispuesta a pelearse, porque el orgulloso trata de alcanzar sus propias metas – a costa de la unidad. Por eso se nos exhorta con tanta seriedad: «No hagáis nada por rivalidad ni por vanagloria, sino estimad humildemente a los demás como superiores a vosotros mismos» (Filipenses 2:3).

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