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10 agosto, 2011Todo lo Bueno Viene del Señor
(2ª parte)
Autor: Marcel Malgo
Todo lo bueno viene del Señor. “Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días”. ¡Ésta es la firme confianza de cada hijo de Dios, expresada en el último versículo del Salmo 23!
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PE1595 – Estudio Bíblico
Todo lo Bueno Viene del Señor (2ª parte)
Queridos amigos, estamos estudiando el vers. 6 del Salmo 23, que dice así: “Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días”.
Vimos en el programa anterior que:
- Hay una salida del valle de sombra de muerte. Que:
- David tenía su esperanza puesta en la eternidad. Y que:
- Todas las dádivas de Dios son buenas.
Veremos ahora, como lo prometimos al finalizar el último programa, que:El Señor se goza en hacer bien a los Suyos
Por medio del profeta Jeremías, Dios dice acerca de Israel:“Y me alegraré con ellos haciéndoles bien”(así leemos en Jer. 32:41). En primer lugar, esto se refiere a Su pueblo Israel. Pero, en Jesucristo, esta promesa también es válida para los que Él ha comprado con Su sangre, pues 2 Corintios 1:20 dice que“todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios”.
Cuando nosotros, los seres humanos, nos hacemos bien mutuamente, no siempre lo hacemos con verdadera alegría. Muchas veces solamente ayudamos a nuestro prójimo a regañadientes, porque como cristianos nos sentimos obligados a hacerlo. Pero la Escritura nos exhorta en Col. 3:23:“… todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres”.
Nuestro Señor, sin embargo, el Buen Pastor, dijo:“Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia… El buen pastor su vida da por las ovejas”(así leemos en Jn. 10:10 y 11). Él se goza en hacernos solamente el bien, conforme a Su propósito, todos los días de nuestra vida. ¿Por qué?
Porque Dios no solamente habla, sino también actúaDios no es como un candidato a un cargo político, que hace hermosas promesas para ganar votos y luego no las cumple. Al contrario, leemos en el Salmo 33:4:“Porque recta es la palabra de Jehová, y toda su obra es hecha con fidelidad.”Él prometió hacer el bien a los Suyos en el Salmo 23:6 y en muchos otros pasajes en la Biblia. ¡Podemos apoyarnos en estas promesas en nuestras oraciones, pues son absolutamente confiables!
De todo corazón, David pidió al Señor una bendición eterna para su casa, su descendencia. Al hacerlo, se apoyó en una promesa que el Señor le había dado antes, esto lo podemos leer en 1 Cr. 17:23, 26 y 27:“Ahora pues, Jehová, la palabra que has hablado acerca de tu siervo y de su casa, sea firme para siempre, y haz como has dicho… Ahora pues, Jehová, tú eres el Dios que has hablado de tu siervo este bien; y ahora has querido bendecir la casa de tu siervo, para que permanezca perpetuamente delante de ti; porque tú, Jehová, la has bendecido, y será bendita para siempre”. David nunca oraba como se le antojaba, sino que siempre se apoyaba en la Palabra de Dios. Lo mismo pasa en el Salmo 119:65, allí dice:“Bien has hecho con tu siervo, oh Jehová, conforme a tu palabra.”Dios también te quiere hacer el bien a ti, que eres un hijo o una hija de Dios por gracia:“Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida…”¡Preséntate delante del Señor y reivindica estas promesas de Su Palabra!
¿Quién puede esperar el bien del Señor?
El Señor no simplemente hace bien a todos los Suyos, sino que pone una condición. Lo mismo pasa con el hecho de ser amigo de Jesús. En Juan 15:15 leemos las siguientes palabras del Hijo de Dios, dirigidas a Sus discípulos:“Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.”Sin embargo, justamente antes, les había presentado la cuenta y les había dicho, con toda claridad, que no todo hijo de Dios es automáticamente su amigo. Pues en el vers. 14 dice:“Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando”.
Sin duda, el Buen Pastorquiere hacer el bien a los Suyos, como lo hemos leído. Pero también debe suceder algo de nuestra parte: Tenemos que motivar al Señor – por decirlo con esta expresión muy humana – a hacernos el bien. En otras palabras: Debemos abrir la puerta para que Él nos pueda dar el bien y la misericordia, y esto se hace, primero, con la oración, y segundo, con la entrega.
Acerca del primer punto: En Mateo 7:11 escuchamos decir a Jesús:“Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?”El Señor espera de nosotros que pidamos al Padre, en el nombre de Jesús (como dice Juan 16:23), que nos haga el bien. Y el que no pide, experimentará lo que dice Santiago 4:2:“No tenéis lo que deseáis, porque no pedís.”Es, pues, responsabilidad de cada uno de nosotros pedir al Señor que nos haga el bien.
En cuanto al segundo punto: El que vive una vida entregada al Señor, puede esperar el bien de Él, así está escrito en el Sal. 84:11:“Porque sol y escudo es Jehová Dios; gracia y gloria dará Jehová. No quitará el bien a los que andan en integridad”. La palabra “integridad” implica una entrega de corazón del creyente al Señor. Y a esos cristianos entregados a Él, el Señor no les quitará el bien.
El que es fiel en la oración y vive una vida consagrada al Señor, experimentará que el bien y la misericordia del Buen Pastor le seguirán todos los días de su vida. A nuestros ojos, a veces las cosas no parecen misericordiosas y buenas. Sin embargo, para Dios, quien ve toda la eternidad, son bien y misericordia. Él quiere que a todos los que Lo aman todas las cosas les sirvan para bien, como dice Romanos 8:28.
En este sentido, el Señor también quiere hacer el bien a un tercer grupo de los que Le pertenecen, es decir, a Su pueblo del Antiguo Pacto, Israel. En Gn. 12:3 leemos que el Señor le dijo, en aquel entonces, a Abram:“Bendeciré a los que te bendigan”. Y más de cuatrocientos años más tarde Él cumplió esta promesa al pie de la letra. En Ex. 1:16 vemos que: El faraón de Egipto ordenó a las parteras hebreas Sifra y Puá lo siguiente:“Cuando asistáis a las hebreas en sus partos, y veáis el sexo, si es hijo, matadlo; y si es hija, entonces viva”.
Pero estas dos mujeres valientesno le obedecieron, sino que dejaron con vida también a los varoncitos israelitas recién nacidos. Y esto no quedó sin recompensa, pues leemos en los versículos 20 a 21 que:“… Dios hizo bien a las parteras; y el pueblo se multiplicó y se fortaleció en gran manera. Y por haber las parteras temido a Dios, él prosperó sus familias”. Es un hecho que hemos podido experimentar, que Dios el Señor cumple Su promesa a Abram, el patriarca de Israel, también hoy en día.
Pero no quiero enfatizarlo mucho, porque existe el peligro de querer hacer una religión de esto, diciendo: “Si haces el bien a Israel, también el Señor te hará el bien, hará que te vaya bien según cuerpo, alma y espíritu.” Y ya escuché orar a hermanos muy enfermos, a los cuales el Señor quería bendecir y atraer más cerca de Él justamente por la enfermedad, reprochándole a Dios: “Después de dar tantas donaciones para Israel, orar tanto por tu pueblo del Antiguo Pacto y hacerle bien – ¿dónde está tu bendición?”
Nuestra salvación está únicamente en Jesucristoy en Su obra consumada en la cruz del Gólgota (como lo podemos leer, por ejemplo, en 1 Co. 3:11; y Hch. 4:12). El que cree en Él, ha recibido al Espíritu Santo (como dice Efesios 1:13). Y este mismo Espíritu que obró para que el Estado de Israel pudiera ser fundado solamente tres años después de terminar el terrible Holocausto, da a los hijos de Dios el amor por Israel, el cual nos lleva a orar por él y a ayudarle con donaciones, dándole prueba del amor de Jesús, para que también los judíos puedan llegar a la fe en su Mesías.
El tema está muy interesante, pero debemos dejar aquí porque el tiempo se ha ido. Espero que nos acompañen en el próximo programa para la continuación del mismo. ¡Hasta entonces!