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Título:»Una vida victoriosa»

Autor: Samuel Rindisblacher PE1260

El comienzo de un estudio de Samuel Rindlisbacher en la voz de Herman Hartwich, que trata de cómo un cristiano puede llevar y contruír » Una vida Victoriosa».


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Estimado amigo, de este deseo que nos comentaba Robert en la introducción es de lo que vamos a dedicarnos en estos 3 programas consecutivos.

Este deseo de obtener la victoria, es señal de un verdadero nuevo nacimiento, ya que en Salmos 118:15 dice:«Voz de júbilo y de salvación hay en las tiendas de los justos; la diestra de Jehová hace proezas.»

Lamentablemente, sucede que ciertas personas se hacen pasar por cristianos, hablan en forma espiritual, participan activamente en la congregación y hasta dicen hermosas oraciones – sin embargo, no llevan una vida victoriosa. Acerca de este tipo de personas, la Biblia dice:«… tendrán la apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita».

Ellos consciente y voluntariamente continúan en el pecado, a pesar de las exhortaciones y reprimendas, simplemente porque quieren continuar en el pecado. Teniendo a este tipo de personas en mente, el apóstol Juan, llamado también «apóstol del amor», dijo:«No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él».

Con esto, la Biblia pone en tela de juicio la autenticidad del nuevo nacimiento de tales personas, ya que el amor a Dios y el aferrarse voluntariamente al pecado se excluyen mutuamente. El Señor Jesús formuló este hecho de la siguiente manera:«Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro»

Estimado amigo, recordemos lo siguiente: El cristiano que realmente ha nacido de nuevo, tiene el profundo deseo de ser cada vez más parecido a Jesús. El profundo deseo de vivir en santificación. Desea glorificar a Jesús en pensamiento, palabra y obra. Que eso no salga siempre como se desea, es un asunto diferente.

Lamentablemente, parte de este asunto puede ser que, a veces, uno se caiga de bruces, porque la tentación se hace muy grande y uno cae en pecado. Sin embargo, eso se parece más a un accidente, pues no entra dentro de lo normal.

Pues, el profundo deseo se mantiene: «Señor Jesús, quiero llevar una vida de victoria, una vida en Tu victoria». Es como el caso de un gimnasta artístico, quien durante una importante competencia, en la cual se trata de ganar una medalla de oro, pierde el sostén en la barra y cae al suelo. ¿Qué hace luego? Se levanta de inmediato, se arregla la ropa y continúa con la gimnasia como si no hubiera sucedido nada, terminando su programa. Porque tiene en mente la meta de alcanzar el mejor lugar posible.

Y aquí llegamos a una pregunta que es de suma importancia: ¿Cómo puedo llevar una vida de victoria?

¿Existe un método para aprender a vivir una vida victoriosa?

En primer lugar veamos la competencia

Millones de personas se sientan con mucha expectativa frente a sus televisores, y miles en los estadios. Se enardecen, se alegran con el éxito de los deportistas y se decepcionan cuando sus expectativas no se cumplen. Para un deportista, la participación en una competencia, y quizás hasta en una Olimpíada, es el acontecimiento más grande su carrera deportiva.

También nosotros, los cristianos, somos «deportistas» y corremos en una pista. Nosotros luchamos en la competencia más dura y más larga que existe, la lucha de la vida.

Pablo dice lo siguiente al respecto:«¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno sólo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible.

Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado»(1 Co. 9:24-27).

En los tiempos de Pablo, la costumbre era que solamente el primero recibía el premio, y los demás se quedaban sin nada. El apóstol también dice que todo deportista, no importa a que rama pertenezca, debe atenerse a ciertas reglas. Si no lo hace, es descalificado. También para nosotros los cristianos existen ciertas «reglas de juego» a las que debemos atenernos, si queremos obtener la victoria.

 

Las reglas de juego

En el libro de Josué encontramos interesantes indicaciones con respecto al tema «reglas de juego». La victoria la obtiene solamente aquel que obedece las indicaciones del «entrenador» Jesucristo. Se trata del poder vencer ciertos obstáculos. Ya dijimos que nosotros, como cristianos, nos encontramos en una competencia. El libro de Josué nos indica cómo podemos vencer en esta competencia, en forma exitosa.

Hablemos ahora de Sobrepasar el límite.

Todo deportista sabe el límite que debe sobrepasar si quiere tener éxito. Aquí no se trata del límite de la legalidad, sino del límite de poder vencer el «No» interior, y exigir más al cuerpo de lo que en realidad éste quiere dar.

Ese límite también lo tuvo que sobrepasar Israel.

El Jordán formaba el límite natural entre el desierto y la tierra que les había sido prometida por Dios.

Y ese límite había que vencerlo. También nosotros los cristianos debemos, si queremos llevar una vida de victoria, sobrepasar ciertos límites que no nos permiten una entrega total a Jesucristo.

Esos límites pueden variar de persona en persona. Quizás sean los amigos, las costumbres pecaminosas, u otras cosas que no nos permiten vivir una vida victoriosa. Si queremos obtener la victoria, debemos vencer esos límites. Pero debemos ser conscientes de una cosa: ¡el infierno no se quedará de brazos cruzados!

Cuando Israel estaba por cruzar el límite del Jordán, el infierno se movilizó. En Deuteronomio 9:2 dice acerca de los enemigos que habitaban la tierra prometida:«… un pueblo grande y alto, hijos de los anaceos, de los cuales tienes tú conocimiento, y has oído decir: ¿Quién se sostendrá delante de los hijos de Anac?»Eran gigantes, individuos enormes, tipos que daban miedo, que el sólo mirarlos hacía congelarse la sangre en las venas. Y no alcanzaba con eso.

También el Jordán – las circunstancias – se oponían al pueblo de Israel, el cual trataba de atravesar las aguas de ese río con todos esos ancianos, niños y animales, ya que está escrito:«… porque el Jordán suele desbordarse por todas sus orillas todo el tiempo de la siega»(Jos. 3:15).

Estimado amigo, si usted es cristiano y quiere sobrepasar sus límites para vivir en la victoria de Jesús, el infierno comenzará a hacer ruido e intentará todo para que no lo haga.

Le ofrecerá un «porro» para ofuscar sus sentidos. Lo invitará a una «discoteca» para apartarlo de Dios. Le golpeará los oídos con «música», para que usted ya no pueda escuchar lo que Dios le quiere decir. O lo sobrecargará de trabajo, o de dinero – sólo para que usted no tenga tiempo alguno para hablar con Dios, para asistir a los cultos y para leer la Biblia. Es más, el infierno lo ocupará con preocupaciones de todo tipo y lo rodeará, de tal modo que usted ya no pueda ver más a Jesús.

Y eso es lo que usted desea?

Le invito a no perderse la siguiente audición en donde estaremos compartiendo mas acerca de este tema.

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