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Título:»Una vida victoriosa»

Autor: Samuel Rindlisbacher  PE1261


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Estimado amigo cuando Israel se encontraba frente al Jordán desbordado, Dios dio órdenes a los principales de las doce tribus diciendo:«Cuando veáis el arca del pacto de Jehová vuestro Dios, y los levitas sacerdotes que la llevan, vosotros saldréis de vuestro lugar y marcharéis en pos de ella»(Jos. 3:3).

El arca de dios es la imagen de la presencia de Dios, la señal que dice: «¡Dios está aquí!» Con esto, Dios quiere volver a poner la perspectiva en su lugar correcto. Porque nuestra preocupación no debe ser el infierno ruidoso.

Ni tampoco los gigantes que parecen invencibles o el Jordán desbordado – o las situaciones de la vida. Sino que nuestros ojos siempre deben estar dirigidos hacia una sóla cosa: El arca, la imagen de la presencia de Dios.

¿No será que nosotros, los cristianos, en esto cometemos un error? Demasiadas veces nos ocupamos del poder del infierno, nos dejamos influenciar por los problemas y las dificultades, damos vueltas una y otra vez en torno al pecado, y siempre vemos obstáculos invencibles.

Pero cuando todo esto nos quiere oprimir y apresar, nos alcanza la exhortación bíblica de ocuparnos del Hijo de Dios, Jesucristo, y de meditar en Él:«Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar». ¡Cuánto hizo Él por nosotros, los seres humanos! Por amor a nosotros, permitió ser convertido en pecado«para que… fuésemos hechos justicia de Dios en él».

En 1 Pedro 2:21-24 leemos acerca de Él:«Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente; quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.»Dios quiere, que en las luchas de la vida diaria pongamos«los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios».

Es verdad, Jesús, después de Su muerte en la cruz, no se quedó en la tumba, sino que resucitó, ascendió al cielo después de 40 días, y se sentó a la diestra de Dios. Desde allí Él regresará como el Rey de los judíos, y desde Jerusalén comenzará el dominio mundial en Su reino de paz de mil años. Para los Suyos, Él ha llegado a ser todo:«… Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención»Debemos meditar en Él, quien nos representa delante del Padre celestial y de Quien está escrito:«… Este es el verdadero Dios, y la vida eterna». Jesús es el Señor de la gloria eterna, quien permitió que lo crucificaron en nuestro lugar.

Recordemos que Él desarmó todo poder del enemigo en la cruz, y que a Él le fue dado todo poder en el cielo y en la tierra. También para nosotros, lo que debe ser determinante no deben ser los problemas, las dificultades y las situaciones de vida, sino el Señor Jesucristo. ¡Tengámoslo siempre presente a Él!

Ahora bien querido amigo, hablemos de El mejor entrenador.

Si un buen deportista quiere estar en la delantera, y llegar a ser campeón olímpico o mundial, no va a ninguna competencia sin su entrenador. Y un buen entrenador vigila cada paso de su protegido, le da buenos consejos, lo acompaña en cada fase del entrenamiento y, por supuesto, durante la competencia. Los verdaderos cristianos tienen un entrenador aún mucho mejor, Jesucristo, quien ha hecho todo por ellos, quien siempre está con ellos, los protege, les provee todo lo necesario y siempre los apoya en todo sentido.

Cuando Israel estaba a punto de sobrepasar sus límites, cuando debía conquistar la firme fortaleza de Jericó, se nos dice lo siguiente del líder del pueblo:«Estando Josué cerca de Jericó, alzó sus ojos y vio un varón que estaba delante de él, el cual tenía una espada desenvainada en su mano. Y Josué, yendo hacia él, le dijo: ¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos? El respondió: No; mas como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora. Entonces Josué, postrándose sobre su rostro en tierra, le adoró; y le dijo: ¿Qué dice mi Señor a su siervo? Y el Príncipe del ejército de Jehová respondió a Josué: Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo. Y Josué así lo hizo». Eso fue una así llamada ‘teofanía’, una aparición de Dios.

Antes de producirse el verdadero combate, Josué tuvo un encuentro con Jesucristo, el«Príncipe del ejército de Jehová». Esta aparición fue tan impresionante, que Josué cayó«sobre su rostro en tierra»y adoró al Señor.

Cuando éste le ordenó quitarse el calzado a causa de la santidad del lugar, Josué, en reverente obediencia, así lo hizo.

Nosotros, como cristianos, nos encontramos en una lucha diaria contra el pecado, la prueba y tentaciones de todo tipo. Y por eso le quiero preguntar: ¿Cómo están las cosas con su devocional diario? ¿Tiene usted un encuentro diario con Jesucristo? ¿Lee con oración la Biblia todas las veces que le sea posible? ¿Agradece al Señor por todas las exhortaciones, por cada buen consejo y por cada promesa? ¿Siempre lleva usted en oración todas sus peticiones, preocupaciones, temores y alegrías, a Jesús? ¿Le pide siempre perdón, cada vez que ha pecado?. ¿Todavía le sucede que, de tanto en tanto, no puede hacer otra cosa que caer de rodillas asombrado delante de Jesucristo y adorarle?

Si queremos tener victoria en nuestra vida, necesitamos una y otra vez tener un encuentro con el victorioso del Gólgota. Pero eso no sucede a través de un sueño, de una visión, o algo por el estilo. Jesucristo, más bien, se encuentra con nosotros a través de la Palabra de Dios que encontramos en la Biblia.

A Josué le dijo Dios:«Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien»(Jos. 1:8). A través de la lectura con oración, del estudio de la Biblia y la puesta en práctica lo que ésta enseña, él obtendría la victoria.

También Jesucristo testificó de ese hecho cuando dijo:«Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí». Solamente a través de la Biblia puedo encontrarme con el vencedor Jesucristo, y conocer a través de Él el camino a la victoria.

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