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Autor: Esteban Beitze

¿Quién fue la reina de Sabá? ¿Sabemos algo de ella además de su visita al rey Salomón? ¿Qué importancia tiene este pequeño relato dentro de la Biblia? ¿Qué puede enseñarnos a los cristianos del siglo XXI?


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PE2452- Estudio Bíblico
Verdadera búsqueda espiritual (10ª parte)


 


Amigos, en el programa anterior estuvimos conversando sobre cómo Dios nos sostiene a la hora de realizar esas tareas, esas “buenas obras” que Él nos encarga que hagamos. Este principio espiritual es seguro: cuando Dios le da una tarea a una persona, también asume la responsabilidad para que la pueda llevar a cabo. De esta forma, nunca tendremos una excusa para no obedecer a algo que Él nos indique a hacer. No pongamos excusas cuando Él nos llama para algo. Su poder nos habrá de acompañar “porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” Según indica Fil. 2:13.

Esto significa también, que cuando estamos haciendo la obra para la cual fuimos llamados y surgen problemas, desengaño, oposición, injusticias, y muchas cosas más que podrían llevarnos al desánimo y aun al abandono de la tarea, tenemos que volver a pensar Quién fue el que nos llamó, Quién es el que nos capacita y Quién prometió estar con nosotros todos los días. Hace poco, una persona de cierta iglesia me contaba, profundamente desanimada, cómo se sentía sola en la tarea que Dios le había encomendado. No se sentía aceptada y veía una lucha por reconocimiento y competencia, en lugar de servicio a Dios. Estaba por dejar todo y hasta pensaba en cambiarse de iglesia.

Creo poder decir que esto es algo muy común porque lo escucho continuamente por infinidad de iglesias. ¿Qué nos pasa? ¿Habrá fallado el llamado? Si abandonáramos, ¿no estaríamos demostrando nuestra incredulidad en que Dios es omnipotente? ¿No estaríamos evidenciando desobediencia al llamado de un Dios soberano y desconfianza en la fortaleza de un Dios lleno de misericordia que conoce nuestras debilidades?

Por lo tanto, debemos seguir adelante a pesar de cualquier viento contrario que haya, sabiendo quién es el que guía nuestra barca. Y así llegaremos a buen puerto. Digamos y actuemos como el apóstol Pablo, el cual aun frente a la inminente encarcelación por causa de Cristo decía: “Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios” (Hch. 20:24).

O también, ya estando en la cárcel escribía: “Una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fl. 3:13).A estos principios se suma otra realidad: cuando el Señor nos llama para una tarea, también podemos contar con Su provisión. Si estamos seguros de la guía del Señor, también podremos contar con lo necesario para nuestro sostén.

Jesús nos dejó una preciosa promesa en el evangelio de Mateo, añadiendo el ejemplo de Salomón: “Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mt. 6:25-34).

Por lo tanto, mi amigo, si como dijimos estamos capacitados con los dones que Dios nos dio por medio de Su Espíritu y si se comprometió a darnos lo necesario para llevar a cabo la obra, tenemos una responsabilidad aún mayor. No solo que hay obras que Dios tenía planeadas para llevar a cabo con y por medio de nosotros, sino que también nos capacitó específicamente para ello. Como consecuencia, nuestra responsabilidad aumenta exponencialmente. Por eso te pregunto: ¿sabes cuál o cuáles son tus dones? ¿Los pones al servicio del Señor y edificación de la Iglesia? Si no lo haces, estás limitando el avance, nada menos, que del cuerpo de Cristo y estás fallando con el propósito principal aquí en la tierra. Ahora si lo haces con fidelidad, recibirás recompensa pues el Señor así lo afirma en Apocalipsis 22:12: “He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra”.

Si hacemos lo dicho anteriormente, también nuestro entorno dará testimonio de que contamos con la bendición de Dios. Ahora, quisiera volver una vez más a la frase de la reina respecto de Salomón: “Bendito sea Jehová tu Dios, el cual se ha agradado de ti”. Dios había encontrado agrado en Salomón. Él había cumplido con la expectativa que Dios tenía para con él, así como más tarde el Señor Jesús lo cumplió respecto a la voluntad del Padre. Entonces me pregunto: ¿cumplo yo y cumple usted con la expectativa que el Padre tiene para con nuestras vidas? ¿Puede Dios agradarse en nosotros?

Una forma de analizarlo es observar qué ven otros en nosotros respecto a lo que el Señor puede hacer en y por nuestra vida. ¿Existen quienes se nos acercan y reconocen la presencia, el obrar de Dios y el fruto del Espíritu en nuestras vidas? ¿Dan testimonio de la bendición que tenemos y que somos para ellos y otros? Salomón ha escrito una preciosa verdad en Proverbios 3:4 para aquel que actúa respondiendo a la Palabra de Dios: “Y hallarás gracia y buena opinión ante los ojos de Dios y de los hombres”. La reina de Sabá testificó de Salomón: “…tu Dios… se ha agradado de ti”. ¿Te han dicho algo similar alguna vez?

La clave para que Dios y los hombres puedan dar este testimonio de nosotros la encontramos en el ejemplo de Jesucristo anticipado en el Salmo 40 y confirmado en Hebreos 10. En este salmo mesiánico David anticipa la actitud de nuestro Señor: “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón. He anunciado justicia en grande congregación; he aquí, no refrené mis labios, Jehová, tú lo sabes. No encubrí tu justicia dentro de mi corazón; he publicado tu fidelidad y tu salvación; no oculté tu misericordia y tu verdad en grande asamblea” (Sl. 40:8-10; comp. Hb.10:7).

La persona que es reconocida por agradar a Dios, busca y hace Su voluntad, estudia la Palabra de Dios y la obedece. Habla, testifica y enseña de Dios, Su persona, Su obra y Su salvación. Y así podríamos seguir con varios aspectos más. Frente a esto, ¿somos personas en las cuales Dios puede encontrar agrado, amigo?

Antes de concluir por el día de hoy, quisiera introducir el próximo tema sobre el que estaremos conversando. Se trata puntualmente de la ofrenda que le son entregadas al rey. En el versículo 9 de nuestro texto de 2º Crónicas 9 leemos: “Y (la reina) dio al rey ciento veinte talentos de oro, y gran cantidad de especias aromáticas, y piedras preciosas; nunca hubo tales especias aromáticas como las que dio la reina de Sabá al rey Salomón”. La reina le dio a Salomón 120 talentos de oro. Esto no era un par de anillos y pendientes. Esto equivale a unas 4 toneladas de oro. Si a esto le sumamos las piedras preciosas y las especias que trajo, entendemos por qué necesitaba tanta gente y camellos.

Uno se podría preguntar, ¿para qué le trae estas riquezas? ¿No era Salomón el rey más rico? ¿No habían impactado a la reina la gloria de su reino, su palacio, el templo y sus siervos? Además, justamente el versículo 13 nos dice: “El peso del oro que venía a Salomón cada año, era seiscientos sesenta y seis talentos de oro”. ¡Esto equivale a unas 22 toneladas! Si había un hombre rico, entonces este era Salomón. ¿Qué diferencia harían estas 4 toneladas frente a las 22 que ya recibía? ¿Tenía Salomón necesidad de este regalo? Probablemente no. Se podría decir que esto era lo que se acostumbraba a hacer para tener la aceptación cuando se llegaba a visitar a un rey. Pero creo que existe algo más detrás de ello y le invito a descubrirlo juntos en el próximo programa.


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