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Autor: Esteban Beitze

¿Quién fue la reina de Sabá? ¿Sabemos algo de ella además de su visita al rey Salomón? ¿Qué importancia tiene este pequeño relato dentro de la Biblia? ¿Qué puede enseñarnos a los cristianos del siglo XXI?


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PE2451- Estudio Bíblico
Verdadera búsqueda espiritual (9ª parte)


 


Amigos, retomando nuestro estudio en el versículo 8 de 2º Crónicas 9, leemos que la reina de Sabá le dijo a Salomón: “Bendito sea Jehová tu Dios, el cual se ha agradado de ti para ponerte sobre su trono como rey para Jehová tu Dios; por cuanto tu Dios amó a Israel para afirmarlo perpetuamente, por eso te ha puesto por rey sobre ellos, para que hagas juicio y justicia”. Existe aquí un paralelo sorprendente entre lo que la reina le dice a Salomón y lo que sabemos de Jesucristo. Por ejemplo, en la profecía mesiánica de Isaías 9:6 y 7 leemos: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre”.

Existen varios paralelos entre los dichos de la reina con la profecía de Isaías sobre el Señor. Salomón significa “su paz” o “es paz”, en una alusión a Dios; Jesús es el Príncipe de Paz. Salomón tenía un reino y gobernaba con juicio y justicia; aquí se dice lo mismo del Mesías. Jeremías 33:17 añade: “Porque así ha dicho Jehová: No faltará a David varón que se siente sobre el trono de la casa de Israel”. Salomón fue el primer rey después de David y Jesús es el último.

La reina dijo que Dios se había agradado de Salomón, y el Padre celestial da testimonio de Su Hijo diciendo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. Este testimonio lo repite dos veces: una al comenzar Su ministerio público al ser bautizado en el Jordán (Mt. 3:17); y la segunda vez, ya llegando al final de Su estancia aquí en la Tierra, sobre el monte de la Transfiguración (Mt. 17:5). Jesús ahora es el rey del cielo, y pronto lo será también aquí en la Tierra. Toda la autoridad para ejercer juicio, le fue entregado por el Padre (Jn. 5:22).

Aunque Salomón, según las palabras de la reina, fue puesto por Dios en el trono para hacer “juicio y justicia”, nunca será como en el reino de Cristo. Como recién citábamos, este reino será gobernado por el “Príncipe de Paz” y “lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre”, como señala Isaías 9 (Is. 9:6b,7a).

En Hebreos 1:1-3, tenemos la confirmación de que Jesús es este heredero de todo, es Rey y recibe todo el poder: “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas”.

De esta forma, vemos un precioso paralelo entre Salomón y nuestro Señor Jesucristo. Salomón era la sombra de lo perfecto que habría de venir, y lo maravilloso es que nosotros formamos parte de este Reino. Todos los reinos humanos se deshicieron o serán destruidos. El único reino que permanecerá para siempre es el del Señor. Si queremos algo duradero, algo que permanece para siempre, tenemos que dirigirnos a Jesús y aceptarlo y dejar que sea el Rey también de nuestra vida.

Y de acuerdo a nuestro servicio, también será la participación activa en este reino futuro. Allí no solo seremos Sus siervos, sino que también reinaremos con Él como dice Pablo en 2º Timoteo (2Ti.2:12). Hoy mismo ya podemos formar parte de este Reino, el Reino celestial. Hoy todavía hay lugar, pero llegará el momento en que los lugares estarán completos. ¡Entra ya si todavía no eres parte de este reino! Y si ya lo eres, glorifica a Dios como la reina de Sabá, diciendo “¡Bendito sea Jehová mi Dios!”.

Continuando con el análisis, vemos entonces que la reina de Sabá había sido atraída por la gloria de Salomón y en el proceso encontró la gloria del Dios de Salomón. Cuando bendice a Dios, no deja de lado la responsabilidad de Salomón. Este había sido elegido por Dios, capacitado por Dios y acompañado por Dios con la función de ejercer “juicio y justicia” en el pueblo. Recordemos que esto fue lo que Salomón había pedido tiempo atrás (2Cr. 1:10). Dios se lo concedió con creces. Pero la tarea seguía siendo la responsabilidad de Salomón. Tenía que cumplir con una función para la cual había sido llamado y capacitado.

Exactamente lo mismo sucede con los creyentes en Cristo. Fuimos elegidos y capacitados con una función: servir. Pablo escribe a los tesalonicenses: “…os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero” (1Ts. 1:9). Es más, Jesucristo murió para que nosotros le sirviéramos a Dios. En Hebreos 9:14 leemos: “¿Cuánto más la sangre de Cristo, … limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?”. La función de cada creyente es servir al Rey.

Amigo, ¿usted ya se ha convertido a Cristo? ¿Aceptó que Jesús murió también en su lugar? Entonces su misión en este mundo es servir al Señor. ¿Lo hace? En Efesios 2:10, el apóstol nos señala una valiosa verdad, pero también una enorme responsabilidad: “Somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”. Esto significa que fuimos creados con un propósito, con un objetivo: hacer las obras que Él determinó de antemano que hiciésemos. Por lo tanto, existe algo así como una lista de obras que Dios quiere hacer con nosotros.

Esto me da un escalofrío y me pregunto: ¿estaré cumpliendo con estas obras? ¿Estaré cumpliendo con el objetivo que Dios tiene para mi vida? ¿Y si estuviera pecando por omisión? ¿Podría ser que esté tan compenetrado en mis intereses, mis pasatiempos, mi persona, que estoy fallando al propósito que tiene con mi vida? ¿Le estoy errando al blanco, en otras palabras, pecando? Quizás sería bueno empezar a orar para reconocer cuáles son estas obras, y luego, obviamente realizarlas.

Pero este mismo pensamiento también lo podemos analizar desde un punto de vista positivo: ¡Fuimos creados por Cristo para llevar a cabo Su plan! ¡Es decir, pensó en nosotros de una forma bien personal, y planificó nuestra vida! ¡Nuestra existencia tiene un propósito, tiene sentido y tiene una meta! Pablo señalaba algo similar en 1ª Corintios: “Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios” (1 Co. 3:9). Meditar en ello me llena de asombro, gratitud y adoración al Señor. ¡Con gusto buscaré hacer las obras que Él preparó para mí! ¡Tengo el privilegio de ser parte de Su plan y con esto de Su presencia especial y personal en mi vida!

Si volvemos al pasaje de 2º Crónicas 9, amigo, nos encontramos con que la reina de Sabá también da testimonio de la sabiduría de Salomón con la cual fue capacitado para llevar a cabo las obras de construcción, pero sobre todo para guiar a este gran pueblo. Cuatro veces se nombra esta realidad en nuestro pasaje (vs. 3, 5, 6, 7). Para poder realizar todo lo que Dios quería hacer por medio de Salomón, el Señor también lo había capacitado adecuadamente. Como habíamos visto, después de su oración por sabiduría, Dios le había dado más sabiduría que a cualquier hombre antes o después de él.

Dice la Biblia en 1º Reyes también que “Dios dio a Salomón sabiduría y prudencia muy grandes, y anchura de corazón como la arena que está a la orilla del mar. Era mayor la sabiduría de Salomón que la de todos los orientales, y que toda la sabiduría de los egipcios. Aun fue más sabio que todos los hombres, más que Etán ezraíta, y que Hemán, Calcol y Darda, hijos de Mahol; y fue conocido entre todas las naciones de alrededor. Y compuso tres mil proverbios, y sus cantares fueron mil cinco. También disertó sobre los árboles, desde el cedro del Líbano hasta el hisopo que nace en la pared. Asimismo disertó sobre los animales, sobre las aves, sobre los reptiles y sobre los peces. Y para oír la sabiduría de Salomón venían de todos los pueblos y de todos los reyes de la tierra, adonde había llegado la fama de su sabiduría” (1R. 4:29-34).

Si Dios capacitó a Salomón para esta gran obra y responsabilidad, también lo hará con el creyente para las obras que Él se propuso llevar a cabo con nosotros. Sabiendo esto, no tenemos que desanimarnos o acobardarnos respecto al cómo haremos las obras para las cuales Él nos llama, dado que nos preparó para que las hiciéramos. Cuando Él nos pide hacer algo, podemos estar tranquilos de que también nos capacitará para ello.

Entre otras cosas, a cada creyente en el momento de la conversión, le ha dado el Espíritu Santo (Ef.1:13) y por medio de Él, nos ha dado dones espirituales. Estos son muy personales. A cada uno el Espíritu Santo le ha dado el o los dones que en Su soberana voluntad así dispuso para capacitarnos para la obra que deberíamos realizar. Por lo tanto, no tenemos que compararnos con los demás, desear lo que tienen otros o enorgullecernos por lo que Él nos ha dado, porque nos lo dio porque así lo quiso. Pablo dice al respecto en Efesios 4: “Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo” (Ef.4:7). Por lo tanto, cada vez que el Señor nos llame a una tarea, nos dé una responsabilidad o nos ponga delante de nuevo reto, también nos dará el poder para llevarlo a cabo.


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