Dios es Santo, moralmente perfecto en Sus pensamientos, hechos y motivaciones. Está libre de todo pecado y es absolutamente puro, inmaculado y sin mancha.
Nada puede compararse a lo que sucedió en el Calvario. Nadie, ni en su más alocada imaginación, podría concebir una historia tan sublime y asombrosa, de tal alcance en el tiempo y consecuencias. ¡Nuestra redención demanda nuestra consagración total!