Jesús, el más poderoso
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Jesús se identificó tanto con nosotros que estuvo dispuesto a humillarse y darse a sí mismo, aceptando la muerte más vergonzosa. Podemos estar seguros que nunca experimentaremos algo que él no haya sufrido. Jesús tuvo sed para que nosotros recibamos una vida abundante, se hizo pobre para hacernos ricos. Él tuvo sed y se hizo pobre con el propósito de darnos una vida satisfactoria: “Mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Jn. 4:14), “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Jn. 10:10), “Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados” (He. 2:17-18).
Jesús nos entiende mejor que nuestra propia esposa, que nuestros padres, amigos y hermanos. Él se entregó por completo. Dio su sangre y su vida como sacrificio por nosotros. Las palabras por nosotros aparecen en la Biblia unas 27 veces en el contexto del sacrificio del Señor. Segunda Corintios 8:9 dice: “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos”.
¿Habrá sido Jesús la persona más pobre en el comienzo de su vida, cuando ni siquiera tenía donde nacer? No, pues tenía una familia que se preocupaba por él. ¿Acaso fue el más pobre cuando luchó solo en el Getsemaní? No, pues un ángel vino y lo fortaleció. La pobreza más grande experimentada por Jesús fue la misma cruz, esas tres horas de oscuridad (desde la hora sexta a la novena). Su pobreza fue tal que tuvo que pedir agua. Él, el agua viva, tuvo que hacerlo.
¿Vivimos en abundancia? Estando en la India vi a un toro brahman que comía desechos de un balde, mientras que un campo cercano le ofrecía un fresco pasto verde. Esta ilustración nos muestra cómo nuestra vida podría ser mucho más abundante, sin embargo, no lo es.
Muchos de nosotros nos alimentamos del pesimismo y el temor que contiene el balde de este mundo, en lugar de comer de los campos verdes de la gracia de Dios y tener comunión con él. Deberíamos ser más conscientes de estas fuentes espirituales y poseerlas.
¿Quién no busca una vida llena de logros? ¿Cuánto esfuerzo realizan las personas por calmar la sed de una vida acorde a sus anhelos?
Lamentablemente no todos cumplen sus deseos y la sed por una vida plena sigue sin ser satisfecha. Un ejemplo de esto lo vemos en los artistas de cine, televisión, teatro, etc., quienes después de una carrera brillante, de una vida llena de éxitos, simplemente se suicidan.
Busca tu felicidad y la plenitud de la vida en donde realmente la puedes encontrar: en Jesús tenemos felicidad y plena satisfacción. ¡Sacia tu sed con lo que Jesús ofrece!
Jesús dijo: “¡Tengo sed!”. Otra lección se desprende de estas palabras: Jesús era honesto incluso en las cosas más pequeñas. Él no jugaba a ser el héroe. Sin embargo, nosotros aparentamos ser cristianos fuertes, en lugar de admitir nuestra debilidad y nuestra necesidad del Señor. Decimos que todo está en orden y que todo saldrá bien, pero en realidad estamos deprimidos y desesperanzados. Nos mostramos como héroes delante de los demás, aunque en nuestro interior sentimos pánico. Sea quién sea, la honestidad es lo que realmente cuenta delante de Dios. La transparencia es lo que Dios bendice. Admitir que no podemos más y que ya no podemos luchar solos, puede ser muy humillante para nosotros, sin embargo, Proverbios 2:7 (pdt) dice: “Él da sabiduría a la gente que es justa con los demás, y protege a los que viven honestamente”.
Ernst Kraft
Extracto de: Jesus hat das letzte Wort (Jesús tiene la última palabra), disponible en la editorial Llamada de Medianoche. Extracto de: Jesus hat das letzte Wort (Jesús tiene la última palabra),