PE-3077 | Autor: Estudios Bíblicos
Este programa es la continuación del estudio, enfocada a la obra de Dios en cuanto a las señales y milagros y cómo se enmarcaron y enmarcan. Seguimos descubriéndolo en esta oportunidad.
Este programa es la continuación del estudio, enfocada a la obra de Dios en cuanto a las señales y milagros y cómo se enmarcaron y enmarcan. Seguimos descubriéndolo en esta oportunidad.
La vida de Jesús se destacó por toda clase de señales que se registran en el Nuevo Testamento. Sin embargo, no sólo se limitan a la presencia física del Señor, sino al nacimiento de la Iglesia Primitiva. Pero ¿qué pasa después? Ese es el tema de la serie a la que damos comienzo.
Finalizando con una reflexión titulada: “¿Qué es la bendita esperanza para ti?”; recorremos los alcances de la Gracia salvadora. Se nos presenta la Salvación del poder del pecado y del dominio del mismo sobre nuestras vidas.
Comenzando la serie de programas, basada en un estudio de Nathanael Winkler, titulada “¿Qué es la bendita esperanza para ti?”; recorremos los alcances de la Gracia salvadora. En esta oportunidad, salvación del castigo y Salvación del poder del pecado.
La señal universal de socorro es en código Morse el SOS. Sin embargo, esta no siempre puede ser captada. Si lo pensamos, es en realidad limitada para la humanidad, sirve para el “universo” material y tiene un alcance temporal. Por así decirlo, lo más lejos de la tierra que puede ser emitido, sería por astronautas en misiones espaciales. Pero ¿qué sucede con la necesidad interior, eterna y espiritual de socorro? Ese es el tema de este programa.
En esta última parte sobre las “Nueve ventanas de la Biblia”, se examinan cuatro ventanas: la de la promesa, que anima a confiar en las promesas de Dios; la de la humillación, que muestra el poder transformador de la rendición; la de Jezabel, que advierte sobre la dureza del corazón; y la de la esperanza de Noé, que nos recuerda la mirada del creyente hacia el cielo en medio del juicio.
Seguimos con otras tres ventanas que aparecen en la Biblia: las ventanas de los cielos, la ventana de la oración de Daniel y la ventana de la vida. Vemos cómo la entrega del creyente trae bendición de Dios, la oración ferviente trae victoria espiritual, y la vejez no es amenaza para el creyente que ama a Cristo y espera la vida eterna.
En este mensaje veremos el simbolismo de algunas ventanas en la Biblia, comenzando con Rahab en Josué 2, quien ató una cuerda roja en su ventana como señal de fe, que produjo salvación. Vemos allí la conexión con la sangre en las puertas del pueblo de Israel en la noche de la última plaga en Egipto. Una segunda ventana es la ventana del corazón en Cantar de los Cantares, donde el amado, Jesús, observa desde afuera. Muchos creyentes pueden tener muros que los separan de Él. Es importante abrir el corazón a Cristo para experimentar su transformación y salvación.
La aflicción, aunque difícil, trae bendiciones al enseñarnos a buscar a Dios, transformar nuestras oraciones, revelar pecados, desarrollar paciencia y acercarnos a la gloria eterna prometida por Dios.
El mayor intercambio de la historia de la humanidad comenzó con el nacimiento de Jesús: “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos”
El nacimiento de Jesús en un pesebre no fue un accidente trágico sino parte de un plan maravilloso que ya fue anunciado miles de años antes. ¿Qué vincula el nacimiento de Jesús con Benjamín o con David, o con Ruth?
Todo creyente tiene una misión: predicar el evangelio con sus palabras y con su vida. A este llamado debemos aferrarnos, porque el Señor regresa pronto, porque vivimos en medio de apostasía, y porque nos espera la recompensa eterna de estar junto con el Señor. La vida en misión también tiene implicancias prácticas, sobre todo en las relaciones con otros creyentes en la obra del Señor. Y en todo esto, tenemos la garantía de la presencia de Dios y la perspectiva que nos da la fe.
Los discípulos le pidieron al Señor: “Auméntanos la fe”. También nosotros tenemos que orar así, para poder ser salvos, agradar a Dios, experimentar su poder, y vivir por esa fe. En la vida de fe podremos experimentar que aun en los momentos más difíciles, Dios nos escucha, nos fortalece, es fiel a sus promesas, provee para nosotros, nos protege y nos da la victoria.
En este estudio, partiendo del pasaje de Juan 12:21 donde unos griegos piden ver a Jesús, pensaremos en el significado espiritual de ver a Jesús y en siete razones por las que hacerlo es indispensable. Al ver a Jesús somos salvos, encontramos paz, dejamos de lado nuestra propia justicia, obtenemos perspectiva en tiempos difíciles, oramos conforme a la voluntad de Dios, recibimos la garantía de nuestro futuro eterno, y somos animados a permanecer fieles hasta el final.
En el último programa de la serie “Cánticos del Siervo del Señor”, llegamos al final de estos mensajes admirando la obra maravillosa y completa que se anunció siglos antes, pero se diseñó en la Eternidad. La satisfacción del Señor al ver el fruto de su sacrificio.
En los últimos programas de la serie “Los Cánticos del Siervo del Señor”, llegamos a la victoria suprema del Mesías, derrotando a la muerte. La resurrección es el recordatorio de que Dios dio el giro que ningún hombre pudo dar. Jesús cumplió con la Justicia Divina, pero al ser inocente, Justo y Eterno, resucitó.
La sentencia final que resume la historia de la cruz está en el final del v. 9: “Aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca, con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento”. No deja lugar a dudas. Por encima de los hombres, fue Dios el Padre quien le sujetó a la cruz, aunque no hubiera hecho maldad.
La muerte de Jesucristo fue Voluntaria, Vergonzosa, Violenta, Vicaria, pero también, Victoriosa.
La cruz era una muerte impiadosa, de máxima crueldad. Sólo eran crucificados los esclavos, los provincianos, y los más bajos criminales; rara vez se crucificaba a un ciudadano romano.
El cordero con el cual se identifica al Siervo es, sin duda una metáfora que señala varias cosas. Habla de identificación entre Él y nosotros, habla de total sumisión, como el cordero que es incapaz de quejarse o rebelarse ante la muerte; habla de confianza en Dios, habla de sacrificio.