¿Da hoy el Espíritu Santo nuevas revelaciones?

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Muchos cristianos creen que Dios les da nuevas revelaciones, y que tienen el don de “profecía” y de “conocimiento”. ¿Qué dice la Biblia al respecto?

Tratamos este tema, no para suscitar controversias, sino únicamente el diablo es astuto. No se presenta con cuernos y patas de caballo, sino que, para engañarnos, se disfraza de “ángel de luz”. Para este fin, tiene a sus mensajeros, que hablan parcialmente la verdad, pero al fin y al cabo son falsos maestros. 2 Corintios 11:13-15, dice: “Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así para despertar entre nosotros una actitud de vigilancia, la que necesitamos especialmente en este tiempo final caracterizado por la confusión doctrinal.que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras”. Satanás, muchas veces, se vale de la religión, de las instituciones religiosas, e incluso de la Palabra de Dios, para enredar a las personas con mentiras. De ahí la orden que leemos muchas veces en la Biblia: “¡Velad!” Ezequiel, en el capítulo 13, nos da una impresionante descripción de los falsos maestros de aquella época, la cual podemos aplicar también a nuestro tiempo:
– Siguen su propio espíritu y no las revelaciones de Dios (v. 3).

  • Sus visiones no provienen de Dios, como Él mismo dice, sino que son mentira (vv. 6,8).
  •  Por eso engañan a las personas (v. 7).
  • En lugar de llamar a la santificación y a la conversión, anuncian una paz que no existe, y un “evangelio de prosperidad” que aleja al pueblo de Dios (vv. 5,10).

Cuando los discípulos preguntaron al Señor cuáles eran las señales de Su regreso, el Señor Jesús mencionó como primera señal el peligro del engaño, y lo repitió tres veces (vea Mateo 24:4-5). Las señales y los milagros no son, por definición, criterios de autoridad en el Espíritu Santo, o incluso una prueba de que la persona sea un siervo o una sierva de Dios. A veces es al contrario: Pueden ser instrumentos del engaño. Aquí nos viene a la mente el pasaje de 2 Timoteo 4:3-5: “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio.”

Leamos con atención el conocido pasaje de 1 Corintios 13:8-13: “El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará”. El apóstol Pablo dice aquí clara e inequívocamente que algunos de los dones de la gracia, conforme a los planes de Dios, cesarán en un tiempo determinado y se acabarán. Uno de ellos son las profecías, es decir, el pronunciar profecías, luego las lenguas, o sea, el hablar en lenguas, y la ciencia, es decir, el don de revelación para llegar a comprender las intenciones de Dios. La profecía y la ciencia serán quitadas, como expresa el verbo griego usado aquí, y las lenguas cesarán por sí solas. Con la muerte de los apóstoles, que tenían principalmente los dos primeros dones mencionados, estos fueron quitados. El hablar en lenguas, que era muy común en la primera iglesia, fue cesando solo.

“Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño” (1 Cor. 13:9-11). Pablo da una razón por la cual estos dones serán quitados o cesarán, y de por qué esto pasará, en determinado momento. En aquel entonces, la Iglesia recién había nacido. La Biblia no existía como Escritura concluida. Por eso, en aquel entonces Dios se valía principalmente de los dones de los apóstoles y de los creyentes de la Iglesia primitiva para revelarse, para dar a conocer Su voluntad y Su plan. Lo iba a hacer hasta la llegada de lo perfecto (la Palabra de Dios), es decir, hasta la conclusión de la Biblia.

En otras palabras, Pablo dice aquí: Cuando la Iglesia crezca y deje de ser niña, llegando a la edad adulta, estos primeros dones auxiliares cesarán y serán reemplazados por el canon concluido de la Santa Escritura. Después de haber tenido un conocimiento en parte, los creyentes tendrán acceso al conocimiento pleno. Llegarán de la niñez a la edad madura, de lo parcial a lo completo, como dice también en Efesios 4: “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error” (vv.13-14).

“Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido. Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor” (1 Cor. 13:12-13). Entendemos que lo perfecto es el canon concluido de la Santa Escritura. La perfecta revelación en la Santa Escritura es, en realidad, lo mismo como estar cara a cara delante del Señor.

Para entenderlo más claramente, tomemos a Moisés como ejemplo. Él no vio a Dios cara a cara, porque de hacerlo, hubiera muerto, como Dios se lo dijo claramente: “No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá. Y dijo aún Jehová: He aquí un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña; después apartaré mi mano, y verás mis espaldas; mas no se verá mi rostro” (Ex. 33:20-21.23). También dice claramente en la Biblia: “A Dios nadie le vio jamás” (Jn. 1:18). Pero a pesar de esto, en otro pasaje, la Biblia cuenta que Moisés vio a Dios cara a cara. ¿Es una contradicción? ¿Cómo se puede entender? El contexto nos da una aclaración. Dios hablaba a Moisés sin códigos, directa y claramente (por ejemplo, en el monte Sinaí, cuando le entregó la Ley), lo que es lo mismo que hablar “cara a cara”: “Cara a cara hablaré con él”, dijo Dios,” y claramente, y no por figuras (es decir, no por visiones o sueños; Red.); y verá la apariencia de Jehová. ¿Por qué, pues, no tuvisteis temor de hablar contra mi siervo Moisés?” (Nm. 12:6-8). También al pueblo de Israel se le dice: “Cara a cara habló Jehová con vosotros en el monte de en medio del fuego” (Dt. 5:4). ¿Vio el pueblo de Israel al Señor en el sentido literal? No. Pero el hecho de que el Señor le hablara directamente, es expresado de esta manera.

A la luz de la Palabra de Dios, ya hoy podemos conocer a nuestro Señor cara a cara: “Nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor…” (2 Cor. 3:18). En aquel entonces, la revelación era parcial, pero ahora, con la Biblia concluida, la revelación es completa. Por eso, las revelaciones parciales de aquel entonces, ya no son necesarias y se acabaron. Con la conclusión de la Santa Escritura, hemos obtenido lo perfecto y podemos conocer a Jesús y el plan de Dios: “Vosotros estáis completos en él”, dice Colosenses 2:10. Sin embargo, en muchos pasajes de las Cartas apostólicas, se nos exhorta a crecer en este conocimiento: “Creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén” (2 Pe. 3:18).

Si la Biblia no fuera lo perfecto, ¿qué sentido tendrían entonces las palabras de Apocalipsis 22:18-19, la parte final de la Escritura? Allí dice: “Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro”. Se añade cuando se enseñan doctrinas que provienen de nuevas revelaciones, visiones etc. Y se quita por las enseñanzas de la teología moderna. (Compare 2 Tesalonicenses 2:1-3; Colosenses 2:8-10; 1 Timoteo 6:3-4,20 y Judas 8).

La Biblia revela que el Espíritu Santo no nos dará más ninguna revelación nueva. La Palabra de Dios, inspirada por Él, es absolutamente suficiente. En el tiempo en que vivimos, hacemos bien en mantenernos sobrios y vigilantes.

Norbert Lieth

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