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Autor: Wim Malgo

En los tiempos que corren, muchas iglesias y creyentes viven lo que el Señor profetizó y lo que los efesios experimentaron: han perdido el primer amor. Y el Señor es claro en su exhortación a volver a ese primer amor, porque fuera de él no hay fruto ni vida espiritual.


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PE3023 – Estudio Bíblico
El amor de Dios (3ª parte)



Nos encontramos hoy para terminar nuestra serie sobre el amor de Dios. Quisiera invitarlos a leer Mateo 24:12-13: “Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, este será salvo”.

Hay varias razones por las cuales muchos de los hijos de Dios ya no hacen lugar en sus corazones para el amor del Señor. El Señor Jesús vio esto proféticamente para los últimos tiempos y dijo: “El amor se enfriará”. ¡Qué serio es esto! Si el amor de Dios se enfría en un creyente, a los ojos de Dios no tiene nada para ofrecer. No importa cuánto celo tenga por Dios, cuánta fe, o lo mucho que consiga hacer. Recordemos lo que dice al respecto 1 Corintios 13:1-3: “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy”. Hoy nos encontramos ante esta terrible realidad: fe sin amor, actividad por el Señor sin el verdadero amor de Jesús. El Espíritu Santo es categórico frente a una vida así. Dice: “No eres nada”. En la Biblia tenemos ejemplos estremecedores de esto.

En primer lugar, el ejemplo del pueblo de Israel. En Oseas 2:19-20 escuchamos el ofrecimiento de amor de Dios a su pueblo. Qué gozo leer sus palabras de amor: “Y te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia, juicio, benignidad y misericordia. Y te desposaré conmigo en fidelidad, y conocerás a Jehová”. El Señor corteja a su pueblo con amor.

Isaías 63:9 dice: “En toda angustia de ellos él fue angustiado, y el ángel de su faz los salvó; en su amor y en su clemencia los redimió, y los trajo, y los levantó todos los días de la antigüedad”. Pero en el versículo 10 viene el frío rechazo de Israel: “Mas ellos fueron rebeldes, e hicieron enojar su santo espíritu; por lo cual se les volvió enemigo, y él mismo peleó contra ellos”. Israel rechazó y despreció el amor fiel y perseverante de un Dios santo. ¿Y el resultado? Fueron echados de la tierra.

En segundo lugar, tenemos el ejemplo del rey más glorioso del Antiguo Testamento: Salomón. El Señor amaba a Salomón de una manera muy especial. Le dijo: “Pide lo que quieras que yo te dé”. Qué lugar de privilegio tenía Salomón, y qué oportunidad de disfrutar de la bendición de Dios. Pero su corazón estaba dividido. Su amor estaba dividido entre el Señor y las mujeres extranjeras. En 1 Reyes 11:1 se nos cuenta que “el rey Salomón amó (…) a muchas mujeres extranjeras”. El resultado fue que la vida de este glorioso rey terminó en tinieblas. El reino entero se dividió.

¿Sabes por qué la Iglesia de Jesús está tan dividida hoy? Porque su amor por el Señor está dividido. Y sin amor, no somos nada.

No dudo que quienes están escuchando hoy crean en Dios, se aferren a la Biblia, e incluso vayan a la reunión y sirvan en la iglesia. Pero si estás escuchando quisiera que te preguntaras esto: ¿estás lleno del amor de Dios y te sientes impulsado por ese amor? ¿O estás entristeciendo al Espíritu Santo por amar tantas otras cosas? ¿Hay lugar en tu corazón para el Señor, o ha quedado desplazado con el paso del tiempo?

En tercer lugar, me gustaría mencionar un ejemplo del Nuevo Testamento: la iglesia de Éfeso. En Apocalipsis 2:1-5, el exaltado Señor se dirige a esta iglesia, que tenía cualidades espirituales como ninguna otra. El Señor dice en los versículos 2 y 3: “Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos (…); y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado”.

Hoy se habla mucho de tener iglesias bíblicas. Aquí tenemos una iglesia bíblica con celo por el Señor. No hicieron concesiones, fueron tajantes con el pecado, pero en el versículo 4 el Señor dice: “Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor”.

Quizás alguien diría: “Señor, eso no es tan malo, mira con cuánto celo te sirven, cómo trabajan y cómo toman la Palabra en serio”. Y sin embargo el Señor dice: “tengo contra ti, que has dejado tu primer amor”. Y continúa diciendo: “Recuerda, por tanto, de dónde has caído”. Otra traducción dice: “Recuerda de qué altura has caído”.

¿Qué es el primer amor? Muchas veces mis hijos pequeños me dan las lecciones más vívidas y claras en casa. Permítanme compartirles una de ellas para ilustrar la idea del primer amor. Imaginémonos que alguien le regala a uno de mis hijos un juguete nuevo. Él lo toma en sus manitas, lo mira detenidamente, lo acaricia, lo mete debajo de su brazo y se va a dormir con él. Está viviendo su primer amor con ese juguete. Pero luego de unos días, encuentro el juguete nuevo en un rincón, tirado, y noto que mi hijo ya no lo está usando ni mirando. El primer amor ha desaparecido.

Pensemos también en el ejemplo de una novia y un novio que están a punto de casarse. Qué amor tan íntimo, limpio y puro sienten el uno por el otro.

Querida hija o hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo le da la máxima importancia al primer amor. A tal punto es así que le niega el derecho a existir a toda iglesia que haya perdido su primer amor. A la iglesia de los efesios les presenta solamente dos opciones, lo uno o lo otro: “arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido”.

Hoy nos enfrentamos al terrible hecho de que muchas iglesias han perdido su razón de ser. El candelabro ha sido quitado de su lugar. A simple vista, todo sigue en orden, pero el amor por el Señor ya no está.

¿Dónde se conserva este primer amor por el Señor? Solo en la cruz. Solo podemos permanecer en este primer amor cuando afirmamos cada día, cada hora y cada minuto: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Allí, en la muerte de Jesús, estamos en el lugar donde Dios derramó todo su amor en su Hijo. Allí Él nos guarda humildes, protegidos de la antigua manera de vivir por las apariencias, que solo acaba endureciendo el corazón. Allí, en la muerte de Jesús, permanecemos vivos. Allí, donde cargó con la crueldad y el odio de los hombres y de Satanás, se revela su amor. Allí, unidos a Él, permaneceremos en el primer amor.

Quiero repetir esto porque creo que es serio: cuando las iglesias abandonan el primer amor, pierden el propósito de su existencia. Y cuando tú abandonas el primer amor, toda fe y todo celo se convierten en un metal que resuena o un címbalo que retiñe en tu vida. Así dice el exaltado Señor: “Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor”. Querido oyente, si estas palabras describen tu vida, vuelve al Señor.

Y ahora quisiera que oráramos juntos. Padre, en el nombre de Jesús te pido que esta palabra tuya lleve fruto, y que muchos “efesios”, muchos creyentes, que tienen celo por ti, que viven una vida conforme a las normas cristianas, que son hijos tuyos pero han dejado su primer amor, vuelvan a ti. Que vuelvan a la cruz de Cristo, renuncien a su propia vida, que de nuevo se entreguen por completo. Señor, haz que un despertar llegue a muchos corazones en este momento. Irrumpe con poder. Sé que estás dispuesto a hacerlo y te doy gracias por hacerlo. En el nombre de Jesús, amén.

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