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Autor: Esteban Beitze

Atenas era una ciudad muy diversa, con multitud de ofertas, pero escondía una ignorancia que se exteriorizaba en ansiedad, excesos y vanidad. El sorprendente paralelismo con nuestra sociedad en una búsqueda que encuentra respuesta.


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PE3007 – Estudio Bíblico
El Dios ignorado y olvidado (5ª parte)



Estamos llegando al final de una serie de programas en los cuales estuvimos analizando el encuentro del apóstol Pablo con los filósofos de Atenas. Allí estuvo analizando sus filosofías de vida frente a la realidad de un Dios vivo y creador, lo cual conlleva una decisión con consecuencias eternas. Este mensaje lo encontramos en Hechos 17:

“El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos. Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres. Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos. Pero cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos acerca de esto otra vez. Y así Pablo salió de en medio de ellos. Mas algunos creyeron, juntándose con él; entre los cuales estaba Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos”.

Frente al mensaje de Pablo hubo dos reacciones.

El Dios rechazado

Para los sabios atenienses el mensaje de Pablo era poco más que ridículo. Según su forma de ver los dioses no podían morir, y, por otro lado, el concepto de la resurrección era motivo de burla.  Había otros que preferían posponer una decisión. La excusa era que lo escucharían más en otro momento. Frente al ofrecimiento de una salvación gratuita, que se logra sin tener que hacer obras o méritos especiales, la cual simplemente hay que aceptar por fe, otros lo veían demasiado sencillo.

Y, por último, también estaban aquello que no querían cambiar su vida y preferían seguir ignorando a Dios.

Quizás alguna de estas reacciones sea la tuya frente al mensaje de salvación y al Salvador que te quiere salvar.  Puede que lo veas demasiado sencillo, sin esfuerzos por tener que agradar a Dios. Podría ser también, que piensas que por tu adhesión a alguna religión todo debería estar en orden. Quizás pienses que con la muerte todo se termine. O también que todavía tienes tiempo para pensarlo o dejarlo para más adelante.  Pero podría ser también que prefieres seguir ignorando al Dios vivo que te invita a venir a Él.

El Dios aceptado

Aunque hubiera un buen grupo que se creía más sabio y prefirieron seguir con sus filosofías e idolatría, encontramos también los temerosos de Dios. No sabemos exactamente a quiénes hace referencia el autor, pero podemos suponer que eran aquellos que buscaban la verdad sobre Dios con honestidad y humildad.

Los filósofos de la época veían en Pablo un simple “palabrero”.  Lit. “recolector de semillas”. O sea, uno que se aprovechaba de lo que otros tiraban o se les caía. Lo veían como un filósofo neófito que no tenía ideas propias, sino que prestaba los conceptos de diferentes filosofías para construir un sistema endeble y superficial.

Es que el apóstol Pablo, aunque otrora un referente del judaísmo, con la mayor capacitación religiosa, había conocido y creído en un mensaje sencillo de una persona que había dado su vida por Él. Para los que se creían muy sabios, este mensaje era demasiado sencillo.

Aunque muchos quisieran seguir con su estilo de vida ignorando a Dios, también hubo “ …algunos (que) creyeron…”.

Creyeron que el Señor Jesús vino a este mundo a morir por ellos, para librarlos de su culpa, perdonar sus pecados y darles la vida eterna.

Frente a esta decisión también te encuentras hoy. Puedes seguir en tu camino, con tu filosofía de vida, pero ten en cuenta, que Dios existe, el cielo y el infierno son una realidad, y la decisión que tomes ahora afectará tu vida presente y definirá el lugar donde pasarás la eternidad. La Biblia nos advierte con toda seriedad: “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas (…)

El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.” (Jn.3:17-20,36).

Concluyendo, Dios ya no es desconocido para ti, ya no tienes excusas, pero puedes decidir ignorarlo. A un mundo repleto de ofertas engañosas, sin seguridad, verdadera paz y callejones sin salida, el Señor Jesús te quiere guiar a la verdad, a la vida en plenitud y la salvación eterna. Jesús te sigue invitando: “…Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”. ¡Ven a Cristo y saciará esta sed! ¡Ven a Cristo que te quiere salvar! Él es la respuesta a todas tus necesidades. ¿No quisieras creer en Jesús y recibirlo como tu Salvador y Señor?

El regalo de la salvación pasa a ser nuestro si depositamos nuestra fe en Jesucristo. Pero la fe es mucho más que un simple ejercicio intelectual. La fe en Jesús como Salvador implica arrepentirse de lo que ha hecho mal, y querer vivir una vida nueva y diferente en el futuro. La fe en Jesús como su Señor comprende el reconocimiento de quién es Él y el aceptar su posición legítima como el Dios de su vida.

Aquellos que toman esta decisión de fe para recibir a Jesucristo inician mucho más que una simple religión – ¡comienzan una relación personal con Dios mismo! De una manera muy especial, cada uno se convierte en Hijo amado de Dios (Jn.1:12).

¿No quisieras entablar esta relación? La Biblia promete que “todo aquél que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Ro.10:13).

¿No lo quieres hacer ahora…?

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