La vida depende del papel higiénico

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Lo que el acumular papel higiénico nos puede decir sobre
la vida eterna. En la caja del supermercado, la señora delante de mí tiene muchísimo papel higiénico en el carrito de compras. La cajera le explica que ella no tendría permiso de venderle todo eso; que la mitad tiene que quedarse. Al principio de la pandemia, la gente acumulaba papel higiénico en compras masivas, como si su vida dependiera de eso. Había escenas en las que verdaderamente llegó a haber hasta riñas. Uno se lo envidiaba al otro. Algunos les sacaban a la fuerza los rollos a sus prójimos para no quedarse con menos.

Investigadores explican esto psicológicamente y opinan que la acumulación de papel higiénico representaría un símbolo de seguridad. Otra explicación es que, la gente querría sentir control durante la crisis del coronavirus y que al mismo tiempo dispondría solamente de un presupuesto limitado. Eso dice Farasat Bokhari, el economista de salud en la Universidad East Anglia en Gran Bretaña. «Por eso compramos algo barato, que podemos almacenar fácilmente y que, de todos modos, necesitamos en algún momento » (revista Frankfurter Rundschau, 18/03/20).

De personas que proceden de este modo no me quiero burlar, sino aprovechar su anhelo de seguridad para algo mucho más serio. ¡Qué no hace el ser humano en busca de sujetarse a algo! Todos sabemos que la vida no depende del papel higiénico, pero sí siempre de un «hilo». En el devocional «Vida es Más» leí que el humorista británico Paul Barbieri, divertía a su público haciendo bromas sobre su propia muerte. Luego se
sentó en una silla y no volvió a pararse. Se creía que era otra broma, pero era muy serio: el humorista había fallecido (devocional del 14 de diciembre, 2020). Seguramente este es un ejemplo extremo, pero en todo nuestro derredor vemos y escuchamos constantemente de personas que mueren. Fue así, como casi frente a nuestra casa, una señora de 40 años de edad quedó debajo de un tranvía, muriendo en el lugar del accidente. En un abrir y cerrar de ojos su vida fue cortada. En ese sentido el papel higiénico puede servir como símbolo que nos muestra, lo fácil que puede ser cortada la vida.
Nuestra vida depende de Aquel que es el origen de toda vida, es decir, del Dios de la vida. No es solo la vida aquí en la tierra la que podemos perder, se trata de muchísimo más… podemos perder la vida eterna. Jesús mismo dijo: «Pero os enseñaré a quién debéis temer: temed a Aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a este
temed» (Lc. 12:5).

A Jesús no lo necesitamos en algún momento; lo necesitamos ahora mismo para realmente poder vivir y sobrevivir– sobre todo hasta dentro de la vida eterna. La vida no se define por la duración, y la salud. Si el ser humano
pudiera vivir medio milenio, todavía sería demasiado corta. El cabaretista
Andreas Thiel lo expresó de la siguiente manera: «Toda la gente que quiere vivir eternamente, quedará bien decepcionada cuando muera» (factum6/2020, pág. 16).

Se trata de más, se trata de una vida llenada por Dios. Solo esto es vida verdadera. Existen tres tipos de vida:

  1. La vida natural al nacer de una madre. Eso ya es un milagro. Dios nos lo regaló porque nos quiso. Sin embargo, el pecado trajo la muerte al mundo, y como todos son pecadores, todos tienen que morir.
  2. La vida espiritual, el nacimiento nuevo. Esa es la vida, en la
    que uno recibe a Jesucristo por la fe y con confianza, y es nacido de nuevo. Con eso uno tiene vida que viene de Dios. Todos los pecados son
    perdonados totalmente, y la muerte ya solo tiene la penúltima palabra.
  3. La vida eterna. Después de la muerte llega la resurrección y transformación, para aquellos que han creído en Jesús. Cristo tiene la última palabra, y Él llamará para la vida.

Jesús nos ofrece seguridad y firmeza, que es comparada con un ancla. Este nos une con el Cielo. El ancla está afirmada allí, y allí encontramos la seguridad que se mantiene eternamente. Es extraño pero certero, que las anclas a menudo tienen una forma similar al de una cruz. «… la cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra
hasta dentro del velo» (He6:19). – El ancla de la vida, que es Jesucristo
para nosotros, llega hasta dentro del cielo; allí está anclada.
De ella deberíamos asirnos sin falta.

Nortbert Lieth

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