Lo que importa al final

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Por Norbert Lieth

¿Qué será lo más importante cuando Cristo vuelva?, y ¿qué es lo más importante para nosotros hoy? Catalina de Siena dijo una vez: “La hora es preciosa. No esperes a más tarde, a un momento más conveniente, pues no sabes si lo tendrás. El tiempo se te escapa sin ser percibido”. Cuando el joven rico preguntó al Señor qué debía hacer para obtener la vida eterna, “se fue triste”, pues el Señor le respondió: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, y sígueme” (Mt. 19:21). Luego de eso, Pedro preguntó al Señor cuáles serían los privilegios de los apóstoles que lo habían dejado todo por Él. Jesús respondió con su mirada puesta en el futuro reino mesiánico y con una interesante parábola en lo que respecta a la historia de la redención, la cual, por otro lado, nos enseña la manera en que debemos entender Sus declaraciones, sin creer que son nuestras buenas obras las que nos salvan.

Los doce tronos de los apóstoles

Mateo 19:27-30 dice: “Entonces respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos? Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros”.

Con regeneración, el Señor se refiere a la reorganización de todas las cosas, a la renovación de la Tierra en el reino mesiánico. Es decir, Cristo vendrá de nuevo para rehacer este planeta y liberar a la Creación (Ro. 8:18- 23). Jerusalén es la ciudad donde se instalará el glorioso trono de Jesús (Mt. 25:31) y, junto a Cristo, estarán sentados sus doce apóstoles, con el fin de juzgar a las doce tribus de Israel. Este juicio será establecido por un cogobierno, algo evidente en la figura de los doce tronos.

Algunos aspectos a tener en cuenta: Jesús contestó a la pregunta de Pedro–no lo menospreció, ni lo reprendió por su impulsividad. Por el contrario, la consideró tan importante que su respuesta fue profunda. Él conocía bien el futuro de sus apóstoles: dejarían sus casas, se separarían de sus familias, se desprenderían de sus bienes (Mateo 4:20-22), serían odiados y perseguidos (Lucas 21:12) y se olvidarían de sí mismos por causa de Cristo.

Ser cristiano no consiste en un cuento de hadas, en obtener riquezas o alcanzar la paz terrenal, sino en ser el centro del odio, la persecución, la blasfemia, el rechazo, las dificultades y el peligro.

Sí, vale la pena seguir al Señor; vale la pena dejarse llevar por Él–vale la pena tomar una clara decisión al respecto. Vale la pena renunciar a nosotros mismos por Su causa.

El reino mesiánico

Como hemos mencionado, Jesús se refiere en este pasaje al reinado mesiánico en la Tierra. No alude aún a la Iglesia, el cuerpo de Cristo, el que será llamado más adelante, ni tampoco al apóstol Pablo. Podemos ver que hay doce tronos para doce apóstoles, no trece. Como vemos en el incidente del joven rico, son necesarias las buenas obras para entrar en este reino y recibir la vida eterna. Contrario a esto, Pablo puso énfasis más tarde en que no entramos al Cielo por las obras, sino por la fe. Jesús les dijo a sus discípulos que difícilmente entraría un amante de las riquezas al Reino de los cielos. Es como un camello intentando pasar por el ojo de una aguja. Fue en ese momento, cuando Pedro, sobresaltado, decidió preguntar: “He aquí que lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué pues tendremos?” (Mt. 19:27).

La posición de los doce apóstoles

Sin duda, los doce apóstoles de Jesús ocupan una posición especial. En cuanto a la Iglesia, pertenecen a su fundamento (1 Corintios 3:10; Efesios 2:20), es decir, estarán con nosotros en el Cielo (1 Pedro 1:4). Sin embargo, en lo referente a Israel y al reino mesiánico, tienen una posición [función, N. del T.] que les concierne tan solo a ellos. De forma explícita, estos doce se sentarán en doce tronos (Matías sustituyó a Judas [Hechos 1:15-26]).

Encontramos un paralelismo con el pasaje de Apocalipsis 22:14, donde se describe a la Nueva Jerusalén como una ciudad con doce piedras fundamentales que llevan los nombres de los apóstoles; esto demuestra, en retrospectiva, que su viaje valió la pena. Algunos de ellos fueron olvidados en la historia: Andrés, Bartolomé, Tomás, Felipe, Santiago hijo de Alfeo, Simón el Zelote, Judas hermano de Santiago y Matías; y salvo Juan, es probable que todos hayan muerto como mártires. Sin embargo, Dios grabó sus nombres en la Nueva Jerusalén y los sentará en tronos. Es aquí donde vemos qué era lo importante al final.

Dios también se acordará de tus obras. Algunos cristianos han pasado a ser conocidos en la historia de la Iglesia como grandes hombres y mujeres. Otros han sido olvidados por completo, y no se los mencionan en ninguna parte. Empero, el Señor los conoce y sabe de ellos: “Porque Dios no es injusto para olvidar vuestro trabajo y el amor que habéis mostrado por su nombre, ya que habéis servido y ministrado a los santos” (He. 6:10). Cualquier buena obra que hayas hecho en la iglesia o en tu familia, es conocida por Dios.

Los primeros serán los últimos y los últimos, primeros Jesús dijo a sus discípulos respecto al reino mesiánico: “Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros” (Mt. 19:30).

Los fariseos, los ancianos del pueblo y los escribas, se presentaron como los primeros ante el pueblo–los apóstoles, en cambio, fueron los últimos. Pablo escribió: “Porque según pienso, Dios nos ha exhibido a nosotros los apóstoles como postreros, como a sentenciados a muerte; pues hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres” (1 Co. 4:9). A pesar de esto, al final serán los primeros en sentarse con Jesús en el trono.

La generación que vivía en la época de Jesús fue una de las primeras. Ese pueblo de Israel tenía a Jesús entre ellos. Sin embargo, lo rechazaron y se amaron a sí mismos, convirtiéndose en los últimos; perdieron el reino mesiánico. La última generación de Israel, la que pasará por la Gran Tribulación, renunciará a todo, al igual que hicieron los apóstoles, convirtiéndose en vencedores por medio del martirio. Estos serán resucitados para ser los primeros en entrar al reino mesiánico.

Apocalipsis 20:4 dice: “Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años”.

Una parábola de redención

A continuación, el Señor subraya el principio de los primeros y los últimos con una parábola:

“Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña. Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Saliendo cerca de la hora tercera del día, vio a otros que estaban en la plaza desocupados; y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron. Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo. Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban desocupados; y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados? Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado. Él les dijo: Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo. Cuando llegó la noche, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros. Y al venir los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario. Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario. Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día. Él, respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno? Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos” (Mt. 20:1-16).

El objetivo de una parábola no es establecer dogmas en cada uno de sus detalles: aunque podemos encontrar enseñanzas específicas en ellas, las parábolas pretenden más bien resaltar una verdad concreta. Es así que el propósito de esta parábola es explicar que en la historia de la redención hubo “primeros” que se convirtieron en “últimos”, y viceversa.

El llamado quíntuple

El viñador, una imagen de Dios, va cinco veces a llamar a la gente para que trabaje en su viña. La madrugada, se refiere a las 6:00 h; la tercera hora, a las 9:00, la sexta y novena hora, a las 12:00 y a las 15:00; y la undécima hora, a las 17:00; por último, la tarde corresponde a las 18:00 horas.

El dueño de la viña negocia con los del primer grupo el pago de un denario como salario; cosa que no hace con los demás. Al momento del pago, el primer grupo se siente decepcionado y se queja contra su amo–insisten en que se ha cometido con ellos una injusticia. No pueden entender las acciones de su señor.

El significado de esta historia puede entenderse en términos de la historia de la redención. La siguiente interpretación no debe haber sido pensada en un comienzo por el Señor con tanto detalle, ya que Él todavía no hablaba de la Iglesia como cuerpo, pero de todas formas resulta válida.

En primer lugar, el primer llamado fue a la primera hora, a las 6 de la mañana, donde se acuerda un salario por un trabajo específico. Esta es una reminiscencia del Israel de la primera hora. Había un pacto con Israel, una ley: “hazlo y recibirás”. Israel siempre se refirió a este pacto, y por celos, no estuvo de acuerdo en absoluto cuando el Señor llamó a otros sin establecer condiciones. Como escribe Pablo: “¿Qué diremos entonces? Que aquellos de las naciones que no perseguían la justicia han obtenido la justicia, pero una justicia que es por la fe; pero Israel, persiguiendo una ley de justicia, no la ha alcanzado. ¿Por qué? Porque no fue por fe, sino como por obras. Tropezaron con la piedra de tropiezo” (Ro. 9:30-32).

En segundo lugar, no se negocia nada con aquellos que son llamados a las 9:00, sino que tan solo se les dice: “lo que es justo te lo daré”. Estos son los apóstoles (Hechos 1). Son los primeros de la nueva edad de la gracia (hora 9:00) después de la edad de la ley (hora 6:00). Su tiempo es un tiempo de transición. Mientras los primeros se basaban en la ley, los otros lo hicieron en la fe y la confianza (compárese con Romanos 1:5).

En tercer lugar, se convocan trabajadores a las 12 y 15 horas. Estos dos horarios están vinculados entre sí. Se trata del llamado a la primera iglesia de entre los judíos (Hechos 2-10) y la posterior adición de los gentiles (Hechos 10-28).

En cuarto lugar, a las cinco de la tarde, el viticultor sale una vez más y llama a los últimos jornaleros a su viña. Es la última hora antes del cierre y de dar el pago. Esto podría apuntar al final de los tiempos, es decir, a la actualidad. Juan escribe de manera profética sobre el tiempo en que el Anticristo comenzaría a revelarse: “Hijitos, es la última hora…” (1 Jn. 2:18, lbla). Por otra parte, Pablo escribe: “Y esto [debemos hacer], conociendo el tiempo, que es ya hora…” (Ro. 13:11).

Finalmente se hacen las 18:00. El dueño de la viña llama a sus trabajadores y ajusta cuentas con ellos, diciendo: “Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos” (Mt. 20:16). Los “llamados” son el Israel bajo la ley: Israel apeló a la ley y perdió; fue obediente a ella. Los “elegidos” son la Iglesia de judíos y gentiles, y el tiempo de gracia en el que se encuentran. Se convirtieron en vencedores. Ellos están bajo la obediencia de la fe. Romanos 11:5-7 dice: “Así también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia. Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra. ¿Qué pues? Lo que buscaba Israel, no lo ha alcanzado; pero los escogidos sí lo han alcanzado, y los demás fueron endurecidos” (Ro. 11:5-7).

En la historia de la redención, los primeros se convirtieron en los últimos y los últimos en los primeros.

Aplicación personal de la parábola

La aplicación personal es: ¡déjate llamar!

Puede que sea la última hora, pues vivimos en los últimos tiempos. ¡Jesús quiere utilizarte! Efesios 5:16 dice: “Aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos”. Y Spurgeon agregó a esto: “Nunca hay otro tiempo disponible para nosotros que el presente”.

Un día todos miraremos atrás y nos daremos cuenta de qué cosas eran realmente importantes al final. La Primera Carta a los corintios 15:58 dice: “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano”.

¿Crecemos realmente?, avanzamos?, o ¿estamos retrocediendo o; aún peor, nos encontramos estancados? Wim Malgo, fundador de la organización misionera Llamada de Medianoche, solía decir: “El estancamiento es el declive”.

Alguien señaló una vez que “Jesús, a través de su muerte y resurrección, ha hecho todo lo posible para que vayas al Cielo. Sin embargo, ahora quiere traer el Cielo a la Tierra a través de ti”.

El conde Nicolaus Ludwig von Zinzendorf vio un cuadro de la pasión del artista italiano Domenico Fetti, que tenía como leyenda: “He sufrido esto por ti, ¿qué haces realmente por mí?” Esto hizo que Zinzendorf entregará nuevamente su vida a Jesús. Se convirtió en el fundador de la Iglesia de los Hermanos y de una obra misionera que abarcaba unas treinta zonas alrededor del mundo. Trabajaron entre esquimales, hotentotes (grupo étnico nómada del sudoeste de África), indios norteamericanos y esclavos–gran parte de esta obra fue financiada con sus propios recursos.

Dios toma decisiones serias. Puedes decir: “No soy apto, estoy lleno de defectos, necesito demostrar mucho más”, pero para Dios nadie es demasiado inadecuado o incapaz. Theodore Roosevelt dijo una vez: “Muéstrame a alguien que nunca haya cometido un error y te mostraré a una persona que nunca ha logrado nada”.

¿Acaso el borracho Noé calificó?, ¿y el anciano Abraham y su mujer que servían a los ídolos en Caldea?, ¿también Jacob, el mentiroso?, ¿Moisés, el asesino?, ¿Rahab, la prostituta?, ¿Timoteo, el joven enfermo?, ¿el irascible Pedro?, ¿los discípulos, siervos somnolientos, asustados y en constante fracaso? Ninguno era apto, sin embargo, todos respondieron al llamado, eran sinceros y devotos de corazón. Tenían al Señor ante sus ojos, aunque fallaran en el camino.

¿Sabes qué tiene de especial un abejorro? Aunque su fisionomía le indique que no puede volar, pues es del todo inadecuado para ello (alas cortas y mucho peso), y a pesar de que las leyes de la física se lo prohíban, a este poco le importa: simplemente vuela.

Pero no creas que siempre se trata de cosas grandes. Si sientes la necesidad de ir más allá, avanza, así sea en la misión, en tu educación teológica, etcétera. Michael Kotsch cita a D. L. Moody como ejemplo: Moody se había enriquecido gracias a su negocio en la industria de zapatos en Chicago, retirándose de la vida empresarial en 1860, con la intención de dedicarse plenamente a su vocación espiritual. No vio esto como una pérdida, porque, según su convicción, una persona solo puede encontrar la verdadera felicidad a través de la completa devoción a Dios. (Helden des Glaubens – Tomo 1)

Tal vez tu vocación esté en tu iglesia, en el trabajo con los jóvenes o en tu familia. Johann Gerhard Oncken, un reconocido fundador de iglesias y editoriales, es un claro ejemplo de los múltiples llamados de Dios. chael Kotsch escribe de él: Oncken era conocido por su opinión de que no solo unos pocos empleados, sino todos los miembros de una congregación deberían ser misioneros […]. En 1862, durante su viaje a Inglaterra, el Dr. Guthrie le preguntó a Oncken: “¿Cuántos misioneros tiene?” Oncken respondió: “¡Siete mil!” El clérigo volvió a decirle: “Disculpe, pero le pregunto por el número de misioneros”, a lo que Oncken dijo: “Lo sé, pero para nosotros cada miembro es un misionero”. O bien, a la pregunta: “¿Por qué su iglesia no tiene un campanario?”, un hermano de su congregación respondió acertadamente: “No necesitamos campanas, invitamos personalmente”.

Ser misionero no significa que debas tener enormes destrezas evangelizadoras, sino simplemente usar los dones que te ha dado el Espíritu Santo puede tratarse de muchas cosas. Uno puede tener el don de la oración, otro el de la hospitalidad, el del cuidado pastoral, el del servicio, el de la diaconía, el del trabajo en la iglesia, las visitas o la familia. En este último caso, no digas: “¡Solo soy una madre!” ¿Qué quieres decir con “solo”? No dejes que la opinión del mundo te arrastre. El mundo y los creadores de opinión no tienen idea de lo que es importante al final.

Una doctora de China resumió su completa confianza en Dios cuando dijo: “Si tienes a Jesús en tu corazón, no importa el trabajo que hagas o el puesto que ocupes. Lo único que importa es que le ames y le seas fiel”.

¿Qué pasó en la última hora?: “Y saliendo cerca de la hora undécima [17:00 h], halló a otros que estaban desocupados; y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados? Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado. Él les dijo: Id también vosotros a la viña” (Mt. 20:6-7).

¿Sigues sin hacer nada, pensando que, al fin y al cabo, no has sido llamado? Dios te dice al igual que a nosotros: “Id también vosotros a la viña”. Dios no escoge solo a algunos individuos, Él quiere que todos trabajen en su viña. Hans-Gerd Krabbe lo expresa por medio de una oración «Enséñanos a considerar, Señor, que cada uno de nosotros, los seres humanos, responderemos un día ante Ti por lo que hemos hecho aquí en la Tierra y por lo que hemos dejado de hacer. Enséñanos a recordar que nos has dotado y encargado a cada uno de nosotros hacer la paz, practicar el amor, sembrar la alegría y despertar la esperanza. Ayúdanos a hacerlo.»

Cuando llegue el día del pago, sabremos lo que es realmente importante.

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