El mayor de ellos
15 noviembre, 2021Comunión ininterrumpida con Dios
8 diciembre, 2021Wim Malgo (1922–1992)
Apocalipsis 2:5-7.
El Señor Jesús nos busca y nos llama: «Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido» (Ap. 2:5). Entonces oscurece. ¿Notas cómo se apagan las luces a tu alrededor? ¿Ves, cómo oscurece? ¡Arrepiéntete y haz las primeras obras!
La necesidad imperiosa de arrepentirse se refleja en esta primera carta y también en las próximas, en las palabras: «el que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias» (v.7, 11, 17, 29). Eso quiere decir: la persona nacida de nuevo, miembro del cuerpo de Jesucristo, que tenga la capacidad interior, es decir, la predisposición, a escuchar lo que dice el Señor, también debe hacerlo de verdad. Dicho en otras palabras: tal persona tiene la responsabilidad de poner en práctica lo que escuchó y comprendió.
A continuación inmediata, el Señor expresa esta primera promesa al vencedor: «al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios» (v. 7).
Esta primera promesa al vencedor nos lleva otra vez al paraíso y al árbol de la vida. Después de que Adán comiera del árbol del conocimiento del bien y del mal, fue echado del paraíso, para que no comiera, de forma accidental, del árbol de la vida: «Y dijo Jehová Dios: he aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre. Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado. Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida» (Gn. 3:22-24).
Vemos aquí, que este árbol de la vida, «protegido» es decir escondido», es la fuente original de la vida eterna. Los frutos de este árbol nutren la vida eterna. Para que Adán, después de su primer pecado, no comiese de él y viviese eternamente en la Tierra, Dios lo echó del paraíso, porque la muerte era la paga del pecado. Aquí ahora se le dice a los vencedores que ellos comerán del árbol de la vida. En otras palabras: ellos tendrán la vida eterna «eternamente» dentro de si (1 Jn. 3:15).
¿No lo dice ya claramente el término «vida eterna», que esa es vida infinita? ¡Sin lugar a dudas! Pero aquí se nos dirige al «madero», es decir: «árbol de la vida». Este es mencionado tres veces en Apocalipsis (cap. 22:2, 14, 19). Si ahora se le promete al vencedor que el Señor le dará a comer del árbol de la vida que está en el paraíso de Dios, y que con eso tendrá la vida eterna eternamente dentro de él, debemos prestar atención a lo siguiente: la vida eterna es llamada «eterna», porque se trata de la eternidad del pasado hasta la eternidad del futuro; es la vida de Dios que es revelada en Jesucristo, quien es Dios (Jn. 1:4; 5:26; 1 Jn. 1:1-2). Esta vida eterna de Dios que fue revelada en Cristo, le es obsequiada a través del nuevo nacimiento a toda persona que cree en el Señor Jesucristo. El nacido de nuevo se apropia de ella con base en la Palabra de Dios a través del Espíritu Santo.
Para captar aún mejor esta promesa al vencedor, debemos diferenciar que esta vida eterna que recibe el creyente, no es una vida nueva, sino que solamente es nueva en el sentido de que el ser humano toma posesión de ella. Es la vida que estuvo «en el principio». Y esta vida de Dios, que es recibida por el que nace de nuevo, es una parte inseparable de la vida que estuvo en Cristo Jesús desde la eternidad y que es en Él hasta la eternidad. A eso se refería el Señor cuando dijo: «Yo soy la vid, vosotros los pámpanos» (Jn. 15:5); o por medio de Pablo: «Él la cabeza y nosotros los miembros» (Ef. 1:22-23; 4:16).
De modo que el comer del árbol de la vida quiere decir: por la eternidad ser totalmente uno con el Señor Jesucristo. Por eso es tan importante que venzamos. Solo así un día podremos comer del árbol de la vida. Entonces viviremos de eternidad en eternidad delante de Dios y del Cordero. ¡La cruz del Gólgota, en la que el Señor Jesús derramó Su sangre, para nosotros se convirtió en el árbol de la vida!