Los estados árabes en la profecía

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¿Cuál es la raíz bíblica del Conflicto en el Cercano Oriente? ¿Dice algo la Biblia sobre los países árabes?

Con los constantes cambios que se dan en esas latitudes del globo, pareciera que el Cercano Oriente, en su totalidad, se encontrara nuevamente en un estado de levantamiento y crisis. Las preocupaciones, el temor y la inseguridad, son un producto secundario de la cobertura informativa secular en las noticias. A menudo, los mensajes y artículos cristianos sobre este tema no son mucho más que una exégesis de los diarios. ¿Por qué? Porque no se trata el tema desde el punto de vista bíblico. Necesitamos una cobertura informativa basada en las Escrituras. ¿Cuál es, entonces, la raíz bíblica de este conflicto?

En primer lugar, debemos notar que Dios es ilimitado y soberano, y que tiene los acontecimientos bajo control. Como creyentes, no necesitamos preocuparnos por los titulares de los diarios. En segundo lugar, desde el punto de vista de las Escrituras, queda totalmente claro que la tierra, que generalmente es denominada como Palestina, se conforma a la ley Dios y Él la dio al pueblo judío. La Biblia rechaza toda demanda árabe en cuanto a la tierra.

La siguiente reflexión abarca cuatro áreas: La raíz del conflicto, la continuación del conflicto original hasta el tiempo actual, el futuro de los estados árabes en este conflicto y las dos regiones devastadas en el reino mesiánico.

Según las Escrituras, está claro que la tierra generalmente denominada Palestina fue dada al pueblo judío, conforme a la ley divina. La misma es, en todo el sentido de la palabra, “propiedad judía” y pertenece a Israel. La Biblia declara toda demanda árabe en cuanto a la tierra como inválida. Sea lo que sea que la Biblia diga sobre los pueblos árabes, nunca incluye la Tierra de Israel.

Mientras se le ha dedicado mucho tiempo a la profecía sobre Israel, se ha hablado poco de la profecía sobre los estados árabes. Trataremos este tema en tres ámbitos separados. Primero hablaremos sobre la raíz del conflicto, para que comprendamos cómo comenzó. En segundo lugar, nos ocuparemos de su continuación, desde sus orígenes hasta el presente. Y en tercer lugar, trataremos el futuro de este conflicto y el futuro de los países árabes.

I. La raíz del conflicto.

El pueblo escogido de Dios está formado por los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob. Su origen se encuentra en el pacto abrahámico, mencionado en Génesis 12:1-3. El origen de los pueblos árabes se menciona en Génesis 12:10-20; 16:1-14; 25:19-31, 41. La raíz bíblica del conflicto entre Israel y los estados árabes la encontramos en dos personas: Ismael, el medio-hermano de Isaac, y Esaú, el hermano mellizo de Jacob.

A. Ismael. El origen de los pueblos árabes comienza con aquello que podemos denominar la “necedad de Abraham”, de lo cual leemos en Génesis 12:10-20. Una hambruna, llevó a Abraham y a su esposa Sara, con sus rebaños y siervos, a Egipto. La belleza de Sara era grande, y como Abraham conocía la reputación del faraón, temía que éste lo pudiera matar para poder tomar a su esposa para su harén. Como Sara era medio-hermana de Abraham, calló el hecho de que también era su esposa. Y, luego, sucedió aquello que él más había temido. Sara fue llevada al harén del faraón. Abraham recibió una dote por ella. Pero, antes de que pudiera suceder cualquier cosa, Dios intervino y Sara le fue devuelta a Abraham. Éste salió de Egipto con todo lo que el faraón le había dado, y con una sierva llamada Agar.

Muchos años pasaron. Dios seguía callado y Sara seguía estéril. Correspondiente a las costumbres de aquel tiempo, Sara le ofreció su sierva Agar a Abraham, para que ella le diera un hijo – esto fue la “necedad” de Sara (Gn. 16:1-6). Y Agar de dio un hijo, al que le pusieron el nombre de Ismael. Éste llegó a ser uno de los patriarcas de los árabes.

En Génesis 16:10-12, Jehová predice el carácter de Ismael. Primeramente, sería un hombre “hombre fiero”, lo que significa que su descendencia serían tribus nómades. Segundo, lo caracteriza como agresor: “su mano será contra todos”. Tercero: Así como él sería un agresor, también atraería venganza sobre sí mismo: “y la mano de todos contra él”. Y por último: “delante de todos sus hermanos habitará” lo que significa que, aunque árabes y judíos viven lado a lado, serían hostiles los unos contra los otros.

B. Esaú. El segundo patriarca de los árabes es Esaú. Mientras que Ismael e Isaac eran medio-hermanos, Esaú y Jacob, al contrario, eran no solamente hermanos carnales, sino mellizos. Pero, Esaú había nacido primero. Y por eso él tenía la primogenitura, lo que en ese tiempo le daba el derecho de recibir una doble porción de la herencia del padre. Aún más importante era, sin embargo, que Dios quería usar el portador de la primogenitura para cumplir Su plan divino del pacto abrahámico. Pero, “menospreció Esaú la primogenitura” y la vendió a Jacob por un plato de guisado de lentejas.

Cuando Isaac era anciano y llegó el momento de la repartición de la bendición del primogénito, mientras Esaú estaba fuera de su casa (Gn. 27), Jacob engañó a su padre para recibir él la bendición. El pecado no fue el haber robado la bendición patriarcal – ésta le correspondía por ley a Jacob – el pecado fue el engaño. La fuente del odio de Esaú y el conflicto que surgió del mismo, se encuentra en Génesis 27:41:

“Y aborreció Esaú a Jacob por la bendición con que su padre le había bendecido, y dijo en su corazón: Llegarán los días del luto de mi padre, y yo mataré a mi hermano Jacob.”

No solamente vemos el odio de Ismael hacia Isaac, sino también el odio de Esaú hacia Jacob. Los estados árabes son: ya sea descendientes de Ismael o descendientes de Esaú. La raíz del conflicto actual con Israel, se encuentra en esas dos personas.

II. La continuación del conflicto.

Después de la muerte de Ismael y de Esaú, las tribus correspondientes debían crecer, para convertirse en pueblos bien arraigados en su propia región, mientras que los israelitas, en Egipto, eran convertidos en esclavos del faraón. Los árabes, aparentemente, tenían todas las bendiciones y parecía que los judíos habían recibido las maldiciones. El conflicto entre los hermanos continuó, porque el odio y la hostilidad fueron sembrados en los corazones de sus descendientes.

Uno de los primeros ejemplos del conflicto continuado, lo encontramos en Números 20:14-21. Más de 400 años más tarde, después que Dios liberara a Su pueblo de la esclavitud y les diera la ley, ellos se encontraban de camino a la tierra prometida para tomar posesión de la herencia. El camino más corto a la tierra prometida pasaba por Edom. Moisés envió mensajeros al rey de Edom y le pidió permiso para cruzar su tierra. Era una petición sencilla, basada en el parentesco de sangre entre los dos pueblos. Pero, aunque habían pasado más de 400 años, todavía se mostraba la hostilidad continuada de los descendientes de Esaú frente a Israel. Esta hostilidad había tenido su origen en el mismo Esaú. El rey de Edom les negó la travesía, y envió a su ejército para obligar a los israelitas a tomar el camino largo bordeando su tierra.

En conformidad con el carácter de Ismael y de Esaú, los descendientes de estos dos hombres se encontraban en constante batalla con Israel. En todo el libro de los Jueces encontramos ejemplos de conflictos entre ismaelitas, edomitas, e israelíes. En el tiempo de la conquista babilónica, los edomitas gustosamente entregaron a los babilonios a los fugitivos judíos que habían escapado de la destrucción, a pesar de que Edom también estaba bajo el yugo babilónico.

En el Salmo 83, el salmista describe no sólo su propio tiempo, sino también, proféticamente, la situación en el Cercano Oriente:

Oh Dios, no guardes silencio; no calles, oh Dios, ni te estés quieto. Porque he aquí que rugen tus enemigos, y los que te aborrecen alzan cabeza. Contra tu pueblo han consultado astuta y secretamente, y han entrado en consejo contra tus protegidos. Han dicho: Venid, y destruyámoslos para que no sean nación, y no haya más memoria del nombre de Israel. Porque se confabulan de corazón a una, contra ti han hecho alianza las tiendas de los edomitas y de los ismaelitas, Moab y los agarenos; Gebal, Amón y Amalec, los filisteos y los habitantes de Tiro. También el asirio se ha juntado con ellos; sirven de brazo a los hijos de Lot” (Sal. 83:2-9).

En los primeros tres versículos, el salmista describe una conspiración unida y un pacto contra Israel. Se habla allí de gente revolucionaria y engañosa, que se unen contra los judíos. Su meta es claramente descrita en el versículo 4 y ésa es la destrucción de Israel, para que “no haya más memoria del nombre de Israel”. Ellos quieren destruir a este pueblo, de modo que el mundo ya no tenga recuerdo ni tan solo del nombre de Israel. Durante la Guerra de los Seis Días, esta frase del Salmo 83 se convirtió en el grito de batalla de los pueblos árabes que trataban de aniquilar el Pueblo de Israel. Y aun en la actualidad, eso es lo que gritan los pueblos del Cercano Oriente, los descendientes de Ismael y de Esaú, que siguen odiando a Israel y deseando la aniquilación de los judíos.

III. El conflicto en el futuro.

Si queremos determinar la posición de los países árabes en el reino de mil años, debemos hacerlo ante el escenario del continuo odio árabe contra los judíos. El futuro para los estados árabes individuales, es fijado en base a dos principios: En primer lugar, a través de su historia de antisemitismo; y, en segundo lugar, a través de lo estrecho del parentesco sanguíneo de estos países con Israel.

Al final, habrá paz entre Israel y los diversos países árabes, pero la misma se presentará en tres formas diferentes: Primero, en el camino de la ocupación; segundo, a través de la aniquilación; y, tercero, a través de la conversión.

A. Líbano. Entre Israel y el Líbano habrá paz por medio de la ocupación. El Líbano siempre fue parte de la tierra que Dios le había prometido a Abraham. En Ezequiel 47:13-48:29 se mencionan las fronteras del Estado de Israel en el reino mesiánico. En ese tiempo, algunas de las tribus israelíes del norte habitarán y poseerán a el Líbano en su totalidad. Durante el reino mesiánico ya no habrá un país llamado Líbano.

B. Jordania. El actual estado de Jordania abarca las antiguas regiones de Edom, Moab y Amón. Cada uno de estos pueblos tiene un futuro diferente.

1. Edom: Sur de Jordania. Los edomitas son los descendientes de Esaú, el hermano de Jacob. Entre Israel y el sur de Jordania habrá paz, como consecuencia de la destrucción a través de guerra y de un conflicto armado que convertirá a Edom en “asolamiento perpetuo”, (Ez. 35:6-9). Jeremías 49:7-13 enfatiza la destrucción total de la tierra, de modo que no quedará nada de la “descendencia” de Esaú. En el pasado, a Edom se le dio la oportunidad de confiar en el Señor, pero ellos no respondieron. Ahora, el cáliz de sus maldades se ha llenado.

2. Moab: Parte central de Jordania. En lo que respecta a Moab, también con este país se llegará a una paz a través de la destrucción (Jer. 48:1-46), pero la destrucción no será total. Según el versículo 47, sobrevivirá un remanente de Moab y se arrepentirá.

3. Amón: Norte de Jordania. También con Amón será la destrucción la que efectuará la paz, a lo que seguirá una conversión del remanente (Jer. 49:6). Habrá en el reino mesiánico un pueblo de Amón redimido.

Resumiendo, podemos decir que habrá paz entre Israel y las tres partes de Jordania a través de la destrucción, pero no en todas será en la misma medida. Edom, el sur de Jordania, será destruido completamente. Esaú fue el hermano mellizo de Jacob, y por eso tenía la consanguinidad más estrecha. Los pueblos de Moab y Amón son descendientes de Lot, el sobrino de Abraham, y por eso su parentesco sanguíneo es más lejano. Su destrucción será sólo en parte.

C. Egipto. Entre Israel y Egipto habrá paz, primeramente como consecuencia de la destrucción, y más adelante a causa de la conversión. Isaías 19:1-10 describe el castigo de Egipto por su pecado – el odio persistente contra Israel. Como repercusión del principio de maldición del pacto abrahámico, Egipto sufrirá una devastación pasajera durante los primeros 40 años del reino mesiánico (Joel 4:19). Pero Isaías 19:1-22 describe también su conversión. Un altar será levantado en la tierra de Egipto como señal y testimonio del poder del Dios de Israel para salvar a la tierra de Egipto. Dicho país será destrozado y, luego, otra vez será sanado.

D. Asiria (norte de Irak). Entre Israel y Asiria surgirá la paz por la conversión. Isaías 19:23-25 describe una “calzada de Egipto a Asiria”, la “Vía Maris” de la antigüedad, que pasaba por Israel. Una ruta comercial es un símbolo económico. Por eso, la paz resultante se mostrará en la unidad económica, política y religiosa, porque todos ellos adorarán al mismo Dios.

E. Cedar y Hazor (Arabia Saudita). Entre Israel y Arabia Saudita habrá paz como consecuencia de la destrucción. Jeremías 49:28-33 describe la desolación total de Arabia Saudita a través de guerra. Los habitantes serán dispersados por el mundo entero, por toda la duración del reino mesiánico. Dicha región será “morada de chacales, soledad para siempre; ninguno morará allí, ni la habitará hijo de hombre.”

F. Elam (Persia o Irán). A pesar de que Persia o Irán (el antiguo Elam) no es un país árabe, comparten la misma religión con los árabes actuales. También su futuro está pronosticado en la Palabra de Dios.

Entre Israel e Irán habrá paz a través de la destrucción y la dispersión, seguido de la conversión y el subsiguiente regreso (Jer. 49:34-39). Como consecuencia de la destrucción, el pueblo de Elam será dispersado por el mundo entero. Pero, el versículo 39 dice que la destrucción será en parte y la dispersión pasajera. El pueblo regresará y poseerá la tierra. Contrariamente al caso de Egipto, no se menciona la duración de la destrucción.

IV. Las dos regiones desoladas en el reino mesiánico.

Durante la era mesiánica, el mundo entero será fructífero y hermoso. A pesar de eso, durante todo el tiempo del reino mesiánico habrá dos regiones desoladas donde arderán la brea y el azufre. La primera de ellas será Babilonia, la antigua capital del mundo del Anticristo. Será un lugar donde quedarán cautivos los demonios. A causa de sus pecados contra Israel, la segunda región de desolación será Edom. También allí se mantendrá cautivos a los demonios.

De modo que, a pesar de todos los disturbios en el Cercano Oriente, podemos estar seguros que Dios tiene todo bajo control, y que las naciones árabes serán juzgadas conforme a Su plan de los tiempos.


Publicado primeramente en la Carta de Amigos de los Ministerios Ariel, en el verano de 2011; publicado aquí con el amable permiso de CMV, www.emv-duesseldorf.de

2 Comments

  1. Raul Monzon Rios dice:

    Excelente estudio, muy completo.Dios continúe bendiciendo su vida y reveladores su Palabra.

  2. Evelyn Posas dice:

    Esa es nuestra esperanza que no importa lo que nuestros ojos estén viendo Dios esta en control nuestro enfoque esta en cristo maravillosa información Dios lo bendiga

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