Dos extremos…
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9 diciembre, 2015Johannes Daniel Falk (1768-1826)
Escritor satírico, poeta, amigo de los niños y cantautor. Compuso la primera estrofa de “¡Oh, santísimo, felicísimo!”. Una mirada retrospectiva a su vida agitada, y a la creación de uno de los villancicos de Navidad más cantados.
En una antigua lápida, en el cementerio de Weimar, Alemania, se encuentra la siguiente inscripción:
“Bajo estos árboles de tilo
a través de Cristo, libre de pecados
se encuentra el señor Johannes Falk.
Los niños de las ciudades alemanas
que vengan a este tranquilo lugar
deberían orar con avidez por él:
¡Padre eterno, a Ti te encomiendo
la pobre alma de este padre
que está aquí en el sepulcro oscuro!
Porque él recibió a los niños
permite que un día con todos los piadosos
también llegue a Ti como Tu hijo.”
Estas palabras, dictadas por Johannes Daniel Falk, mismo antes de su muerte, resumen acertadamente lo que él creía y por lo que él vivía.
El 28 de octubre de 1768, Johannes Daniel Falk nació como hijo de un fabricante de pelucas en la ciudad república libre de Danzig. Dos días después, el lactante fue bautizado en la iglesia reformada de St. Petri y Pauli, donde su padre servía honorariamente como “director del programa para los pobres”. Eso significaba que el padre de Johannes Falk debía ocuparse de la vestimenta de los niños pobres de la congregación – una tarea respetable en aquellos tiempos. El padre era conocido como un hombre callado y estricto, mientras que la madre, descendiente de los hugonotes (protestantes) franceses, más tarde fue descrita por su nieta como una “mujer fogosa y piadosa” que crió “a sus hijos en la disciplina y exhortación del Señor”. Johannes Falk mismo, a los 55 años, recordaba a su madre con estas palabras: “Una ginebrina fogosa, casta y virtuosa hasta su edad más avanzada. Con su hermosa y enfadada cara de querubín, se paraba a la entrada del paraíso de la juventud y le denegaba el acceso a todo pecado.” Ella no pertenecía a la iglesia reformada, sino que estaba en contacto con la Iglesia Morava, fundada por el Conde Nikolaus Ludwig, de Zinzendorf.
Bajo estas diversas y piadosas influencias fue que Johannes creció. Con tan sólo diez años de edad, su padre lo sacó de la escuela, para que pudiera empolvar trenzas de concejales en el taller y así participar en la empresa familiar. Esto no le gustó nada al pequeño Johannes. Prefería formar hermosos paisajes nevados con el talco, o decorar las pelucas con moños rosados. Él quería estudiar, pero su padre no tenía mucha comprensión por su pasión poética. A su primo, el joven Johannes un día le escribió lo siguiente:
“El próximo año, si Dios permite, tendré trece años. Cada año crezco una cabeza más alto, y quien me ve se alegra de que yo sea tan grande. Pero, si digo que yo me alegro, debería mentir; porque pienso: Hay quienes son grandes y a su vez burros. ¿De qué me sirve ser grande, si no puedo estudiar? Sueño con convertirme en un estudiante. ¡Oh Dios, primo, eso sería una dicha! Pero mi padre… él no quiere ni oír hablar de eso. Mi madre sí, pero ella tampoco puede hacer lo que quiere. Bueno, ¿qué hacer? Simplemente: Aceptar lo que hay, orar y trabajar, y lo demás encargárselo a Dios.”
Un día, un maestro que lo conocía, le llamó la atención a los concejales de Danzig acerca del agraciado joven. Luego, ellos ofrecieron al padre pagarle la enseñanza secundaria a Johannes. El padre no quería saber nada de eso. Uno de los concejales, le dijo: “Si usted no permite que el muchacho estudie, es como si le negara el agua a un sediento.” Finalmente, el padre de Falk – conmovido y halagado por el interés en su hijo – se dejó convencer por el pastor de la iglesia reformada, quien le dijo: “Artesano Falk, necesitamos para el reino de Dios, hombres con buenos talentos. Johannes tiene dones para predicar el mensaje del juicio y de la gracia de Dios. Los concejales de la ciudad de Danzig están dispuestos a darle una beca en el Colegio Petri y hacerse cargo de sus estudios.”
Si bien inicialmente el deseo de Johannes era regresar a Danzig como pastor, después de sus estudios, al principio, no se dejó “uncir” para el reino de Dios. Pero, Dios demostró ser paciente, misericordioso y clemente, usando a Johannes Falk, en su hora más oscura, en una función muy diferente para Su reino. Cuando los concejales de la ciudad lo enviaron a la Universidad Halle con una beca, uno de ellos le dijo solemnemente:
“Johannes, tú ahora sales de aquí. Ve con Dios. Sigues siendo nuestro deudor, porque nosotros nos hicimos cargo de ti y, siendo un niño pobre, te hemos cuidado bien. Pagar, debes pagar esta deuda. Por lo tanto, a donde sea que te lleve Dios, y sea cual sea el destino futuro de tu vida: nunca olvides que eras un muchacho pobre. Y si algún día, tarde o temprano, un niño pobre toca a la puerta de tu casa, recuerda: somos nosotros, los ancianos alcaldes y concejales de Danzig que la tocamos, ¡y no nos cierres tu puerta!”
Luego, cuando Johannes comenzó sus estudios teológicos e idiomáticos en Halle, pronto entró en grupos literarios que hacían bromas de la política cultural de la ciudad y del “gusto trenzado” de los concejales. Johannes Falk comenzó a componer versos cínicos y llenos de burla. Sus nuevos amigos, que eran de poca ayuda para él, admiraban su talento satírico, y Johannes permitió ser seducido a una vida licenciosa, perdiendo su fe y las ganas de estudiar.
En mayo de 1788 escribió, lleno de dolor, a su primo: “A menudo desearía poder volver a ser un niño como en aquel tiempo, cuando la puerta trasera de la casa de mis padres estaba abierta y yo salía saltado al campo y al astillero bajo el sol brillante, jugando a la pelota con otros niños. ¡Felices tiempos, cuando las blancas velas del Mar Báltico, invitando a todas partes de la tierra, estaban delante de mí, llenando mis esperanzas juveniles! Cuántas veces, inclinado sobre el río azul, que pasaba en la orgullosa tranquilidad vespertina, cuando todo alrededor estaba en silencio, yo escuchaba, hora tras hora, el eco de los depósitos, y aquí y allá una flauta polaca que sonaba, o el clamor de una salmodia lituana, sobre las aguas que le contestaban chapoteando. Todo eso ahora pertenece al pasado. ¡Así pasa la juventud! Pero, yo deseo mantenerme joven, si Dios me ayuda.”
Pero Johannes Falk no se mantuvo joven. Dejó sus estudios, intentando de ahí en más vivir como escritor. En 1797 se casó con Caroline Rosenfeld y, luego, fueron a vivir en Weimar, la ciudad de los poetas y pensadores. Halle se había vuelto demasiado “pequeña” para él. Falk había disgustado a demasiados profesores, e incluso había sido expulsado de la ciudad. En Weimar se hizo un nombre como escritor satírico, sobre todo por medio del Libro para Amigos de la Broma y de la Sátira. Con mucho gusto, los poetas nobles, Johann Wolfgang von Goethe y Johann Gottfried Herder, lo recibieron. Aun así, el escribir no le dio mucho dinero, y Falk consideró que la profesión literaria, después de todo, sería un “asunto bastante miserable”. Por esta razón, mantenía a su familia, mayormente, como profesor y erudito privado.
En octubre de 1806, la vida apacible, pero poco satisfactoria, se había terminado. Tanto en las cercanías de Jena como también en las de Auerstedt, en dos batallas paralelas, las tropas francesas de Napoleón Bonaparte vencieron al ejército prusiano, numéricamente superior. Muy pronto, la tranquila ciudad de Weimar se vio inundada de fugitivos, miembros dispersos del ejército prusiano y, finalmente, por 50.000 soldados de Napoleón.
Fue como si los acontecimientos hubieran arrancado a Johannes Falk de un cierto letargo. Él confrontó a las tropas saqueadoras de Napoleón y comenzó a organizar alimentos y posibilidades de vivienda, para así evitar que siguieran rapiñando. Y eso no fue todo. Al mismo tiempo, consiguió ayuda para los lisiados de guerra, los desamparados y hambrientos. Cuando volvió la paz, el impresionado y agradecido Duque de Weimar lo nombró consejero de delegación, lo cual deparó a Johannes Falk un salario, asegurando así el sustento para su esposa y, entretanto, sus siete hijos. Falk había dirigido su vida a un cauce con sentido, pero el sentido de la vida aún no lo había comprendido. El cambio en la vida de Johannes Falk aún era solamente exterior. Pero, Dios siguió obrando.
Siete años más tarde, otra vez se terminó la tranquilidad. En Leipzig ocurrió la batalla hasta entonces más grande de la historia mundial, con la participación de 600.000 soldados y de más de una docena de países. De camino a esta batalla de las naciones, nuevamente pasaban tropas francesas por Weimar, esta vez 20.000 hombres. Ellos no tenían compasión alguna. A menudo, el cielo se tornaba rojo por las aldeas saqueadas e incendiadas. A los franceses, les siguió una devastadora epidemia de fiebre tifoidea, que fulminó las vidas de cuatro de los hijos de Falk. Johannes mismo se enfermó y se enfrentó a la muerte. En este tiempo de duro sufrimiento, cambió algo en la vida del escritor. Cuando nuevamente pudo levantarse, se había convertido, como él mismo dijo más tarde: “de satírico en cristiano”. Dios lo había hecho renacer en su hora más oscura.
La salvación, su sufrimiento personal familiar, las experiencias de la guerra pasada, el recuerdo de los concejales de Danzig y la formación de su casa paterna, todo esto ahora desembocó en una nueva tarea para Johannes Daniel Falk: un día, un muchacho andrajoso llamó a la puerta de su casa, pidiendo ser recibido. Sus padres habían fallecido en los disturbios de la guerra, y él tenía hambre. Johannes Falk recordó las palabras del concejal de Danzig y las palabras del Señor Jesús: “Quien recibe a un niño en mi nombre, éste me recibe a mí”, y admitió al niño en su casa. Éste fue el comienzo de un “servicio social” considerable que él comenzó a continuación.
Rápidamente se propagó la noticia, entre los niños de la calle, que el consejero de delegación Falk había recibido en su casa a un huérfano – y siguieron llamando a esa puerta. La familia Falk abrió su casa a los huérfanos abandonados, que habían atravesado la tierra detrás de los soldados de Napoleón. Johannes alquiló una granja deshabitada, instaló allí una escuela, se ocupó de encontrar familias tutelares para los niños, y les procuró puestos de aprendizaje con los maestros artesanos de Weimar. En base a lo que él había hecho durante la guerra pasada, éstos estaban favorablemente dispuestos hacia él, y de buena gana aceptaron a los niños.
De este modo, en 1813 Johannes Falk fundó la “Sociedad de los Amigos en Necesidad” – posiblemente la “primera iniciativa ciudadana de orientación pedagógica social de Alemania”, según opinó el periodista y escritor Christian Feldmann. Juntamente con los niños mayores, Johannes Falk restauró un antiguo y deteriorado castillo de Weimar, donde supuestamente Martín Lutero habría pasado una noche, razón por la cual el nuevo hogar de niños recibió el nombre de “Casa de Lutero”. Johannes Falk propagó su idea de ayuda para los niños a través de cartas y diversos artículos, lo cual motivó a los cristianos en otras ciudades a fundar “casas de rescate similares. Así, por ejemplo, suedió en Hamburgo, donde el pastor Johann Hinrich Wichern fundó en 1833 el “Rauhe Haus”, una obra de diaconía que aún existe hasta el día de hoy.
En el año 1816, tres años después de la fundación de la sociedad, por primera vez se presentó en la Casa de Lutero la canción, ahora famosa, “Oh Santísimo”. La melodía provenía ya sea de una canción siciliana de navegantes o de una canción de bodas, que Johann Gottfried Herder, amigo de Johannes Falk, había escuchado en 1788 durante un viaje por Italia. La piedra fundamental para esta canción de júbilo, sin embargo, fue una vez más una tragedia en la vida de los Falk.
El dotado hijo en quien Johannes Falk había puesto grandes esperanzas, se había enfermado y había fallecido. “Oh Señor”, suspiró Johannes Falk, “¿porqué me quitas a mis propios hijos, y a los extraños los traes incesantemente a mi casa?” A pesar de eso, Johannes y su esposa hallaron fuerzas en la oración a Dios. Mostraron estar dispuestos a que el amor que les hubiera gustado dar a sus hijos fallecidos, se derramara sobre los niños huérfanos. Y entonces llegó la Navidad de 1916. Falk lo intentó, en forma meditativa. Hacía mucho que estaba tratando de hacer una poesía. Y esta vez, no sería una sátira. Esta vez sería algo que alabara a su Señor y Redentor.
Y Johannes Falk escribió una “canción para las tres celebraciones”, para la melodía de celebración encontrada por Herder. Las tres estrofas estaban pensadas para Navidad, Pascua y Pentecostés. En 1819, Heinrich Holzschuher, un colaborador de Falk, amplió la primera estrofa en dos más para Navidad – la ahora conocida versión de la canción. El 14 de febrero de 1826, Johannes Daniel Falk falleció de una septicemia y pasó a la gloria eterna. Él no llegó a ver la popularidad que alcanzó la canción “Oh Santísimo”, de la cual Goethe dijo que se sentía “fascinado” por el “modesto brillo” de la canción.
De este modo, en la Noche Buena de 1816, en la Casa de Lutero, los huérfanos admitidos por Johannes Falk, cantaron por primera vez esas líneas jubilosas que también este año se escucharán en numerosas congregaciones e iglesias:
Oh! santísimo, felicísimo,
Grato tiempo de Navidad!
Al mundo perdido, Cristo le ha nacido:
¡Alegría, alegría, cristiandad!
Por René Malgo