"Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona."
Levítico 17:11
¡Qué palabras poderosas! Aquí el Espíritu de Dios explica de qué manera Dios se reconcilió y se reconcilia con nosotros, y de qué manera nosotros, a pesar de nuestros pecados, podemos llegar delante de su santa faz esperando ser reconciliados con él:
Por la sangre derramada de Jesús. La sangre de Jesucristo es una fuerza poderosa. ¡Intentemos imaginar la magnitud del eterno poder que había en la sangre del Hijo de Dios cuando derramó su vida! ¡Ese mismo poder continúa existiendo hoy!
En Mateo 27:50-52 se describe este imponente acontecimiento con estas palabras: "Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron;"
En definitiva, lo que sucedió bajo la influencia del derramamiento de la sangre del eterno Hijo de Dios, es algo inimaginable. Dios está dispuesto a hacer la obra más grande por nosotros, si por la fe reivindicamos la sangre de Jesús: ¡El nos perdona y nos limpia de pecado! El reconoce la sangre expiatoria de su Hijo.