¿Cómo sé que hay un Dios?
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22 junio, 2016El relato de Peter Pan, lamentablemente, es un ejemplo apropiado para nuestro tiempo.
Peter Pan es la clásica historia de un niño que no quiere llegar a ser adulto. Él siempre necesita diversión – bajo ningún concepto quiere permitir el aburrimiento. Pero si éste, aun así, alguna vez lo amenaza, rápidamente cambia la escena y añade una corta excursión al espacio. El modelo “Peter Pan” pareciera ser la tendencia actual en nuestra sociedad. Ya no se desea llegar a ser adulto. Quizás usted también conozca a Mr. Bean, el británico torpe, que se va tropezando con un percance tras otro. Tampoco él se ha quitado su niñez todavía – hasta su osito lo acompaña a través de sus aventuras. Otros, a su vez, se asemejan al momificado Michael Jackson. Este hizo todo para no tener que llegar a ser adulto. Pero, ¿a qué se debe este obstinado querer-aferrarse a la juventud eterna? ¿Este «no querer llegar a ser adulto»?
En América del Sur, donde vivimos algunos años, observamos lo siguiente: la generación joven, ya a una edad muy temprana, aun en la niñez, debía asumir la responsabilidad. Había, por ejemplo, una familia, cuyos hijos numerosos debieron renunciar a una educación superior para así hacer posible que el mayor llegara a un diploma superior. La familia entera tenía que ayudar para garantizar la cobertura financiera.
En otro país (en el cual no es sencillo para los cristianos) la generación joven tiene que decidir claramente: ¿Quiero ser cristiano – con todas las consecuencias – o lo dejo? También ellos deben asumir responsabilidades a una edad muy temprana. Nosotros, al contrario – los que tenemos la bendición de no estar en esas situaciones en nuestras latitudes – más bien nos parecemos a Peter Pan, el muchacho que no quería llegar a adulto. Y sí… ¿para qué? Tenemos todo. No conocemos ninguna necesidad y no sufrimos persecución. Tampoco necesitamos trabajar para llegar a ninguna meta concreta. Aun el estudiante puede repetir su semestre, y puede convertirse en un “estudiante eterno”. ¡No se llega a adulto! Pero, ¿qué significa siquiera “llegar a adulto”? Creo que, sobre todo, una cosa: asumir responsabilidad. Responsabilidad para sí mismo, su familia, su negocio, su entorno, la sociedad.
Lamentablemente, vemos que el desarrollo descrito también puede ser encontrado entre los cristianos. ¡Cuántos de nosotros nos parecemos a Peter Pan en su viaje a la “Tierra de Nadie”! El objetivo de sus vidas es la diversión, la acción y otra vez el entretenimiento. Estas personas, si algo no llega a irles bien, hacen como Peter Pan: rápidamente cambian la escena y desaparecen en un mundo diferente. Es el mundo del olvido; de la música, de las películas, y de Internet. El mundo de la ficción, de la apariencia; un mundo imaginario, a la Hollywood, ya que no quieren asumir responsabilidades. No quieren llegar a ser adultos. No quieren enfrentarse a la vida.
Pero, ¡justamente a eso somos llamados nosotros, los cristianos! La Biblia dice que cada uno de nosotros debe cargar con su responsabilidad. Y eso en muchos sentidos:
con respecto a su cuerpo (Ro. 12:1),
a su tiempo (Ef. 5:16),
sus dichos (Mt. 12:36),
sus pensamientos (2 Co. 10:5),
su familia (Ef. 6:1-4),
su país y el gobierno (Ro. 13:1-7),
el mandato de Dios, la misión (Mt. 28:19),
y su iglesia (Hch. 20:28; He. 10:25).
Con esto Dios persigue una meta clara. Como dice en Gálatas 4:19: “¡Hasta que Cristo sea formado en vosotros [iglesia, familia, etc.]!”
¡Qué poco, sin embargo, es percibida esa responsabilidad que Dios ha puesto sobre nosotros! Creo que una de las posibles causas está en que nuestra sociedad, y con eso también nosotros mismos (también nosotros los cristianos), hemos delegado la responsabilidad. Creo que todos conocemos la excusa (y esto es responsabilidad delegada): “Pero, ¡no es mi culpa! ¡Soy así!” La educación, la casa paterna, el entorno social, la edad juvenil – todos tienen la culpa. ¡Solamente yo no la tengo! Un comportamiento de este tipo no es otra cosa sino responsabilidad delegada.
En otras palabras: ¡No se quiere llegar a adulto! Cuán diferente es lo que nos muestra la Biblia, en Romanos 14:12: “De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí”. Delante de Dios, cada uno de nosotros, individualmente, es responsable. Lucas 2:42, relata cómo Jesús fue llevado, a los 12 años, a celebrar la Pascua en Jerusalén. Este acontecimiento nos muestra cómo José y María (como es costumbre en el judaísmo ortodoxo) enseñaban a Jesús desde la niñez a asumir su responsabilidad frente a la ley. En el judaísmo ortodoxo, un muchacho de 13 años celebra su Bar-Mitzwa. Así deja atrás su niñez y entra a la adultez. Al hacer eso, es totalmente responsable ante la ley: es adulto. Para nosotros, esto debería ser una advertencia, a que acostumbremos a nuestros hijos, a la juventud de nuestra iglesia, y a todas las personas bajo nuestra responsabilidad, a asumir las responsabilidades, y a vivir de manera responsable.
Ante Dios, ante su propia vida, la familia, la iglesia y también ante la sociedad. Porque nuestra vida debe ser, y llegar a ser, algo que glorifique a Dios. ¡Qué el Señor nos dé mucha gracia al tratar de hacerlo!
Samuel Rindlisbacher