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El pastor Herman Hartwich nos habla acerca de la adolescencia del siglo XXI. Nos cuenta acerca de las distintas dificultades que el adolescente puede tener hoy en día, y nos da consejos de cómo superarlas. Herman tiene cuatro hijas y junto con su esposa han cuidado a 12 niños del INAU a lo largo de los años. Te invitamos a conocer su experiencia con los adolescentes y lo que han aprendido de ellos.


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EA804 – Entre Amigas –
Adolescencia en el siglo XXI – Parte 1



Entrevista al Pastor Herman Hartwich

Victoria: Muy bien amigas, ha llegado el momento de la entrevista. Si escuchan la programación de Llamada de Medianoche seguramente van a reconocer la voz de quien nos va a estar hablando hoy, en un Entre Amigas especial. Hoy nos está acompañando el pastor Herman Hartwich, es un gusto tenerte con nosotros hoy.

Herman: Gracias Victoria, para mí también es un placer poder estar con ustedes hoy.

Victoria: Hoy vamos a estar conversando acerca de la adolescencia en el siglo XXI, y seguramente usted como pastor ha tenido muchas experiencias y conoce mucho del tema.

Herman: Bueno, para empezar quiero decir que a mí muchas veces me han dicho: bendito tu entre todas las mujeres, porque tengo una esposa y cuatro hijas, no tuvimos hijos varones. Así que nuestra vida ha girado en torno a la mujer, y es interesante ver y conocer de cerca toda la problemática del desarrollo, del crecimiento de la mujer. Es totalmente diferente a la del varón, porque Dios creó a la mujer de una manera muy especial, y lamentablemente nosotros como varones no entendemos la mayoría de estos cambios que experimentan las mujeres en las distintas etapas de la vida.

Yo como esposo, como hombre, como padre, he podido vivir bastante de cerca, no solamente en este círculo, sino que nosotros ampliamos mucho más nuestro círculo, porque por nuestra casa pasaron en el correr de varios años, 12 chicos, de los cuales 11 eran niñas, y un solo varón. Esto es porque mi esposa es cuidadora de INAU, y el trabajo lo hacíamos en conjunto, criamos a estos chicos, que algunos estuvieron meses, otros un par de años, y algunos hasta 8 o 9 años estuvieron con nosotros. Llegamos a tener hasta 5 a la vez. Esto nos ayudó también, nos amplió muchísimo el panorama, nos preparó para la vida ministerial también, o aportó mejor dicho, porque ya estábamos en el ministerio. Ha aportado muchísimo, y siempre hemos trabajado con los niños, pero en este momento estamos trabajando como familia, porque dos de mis hijas están involucradas en este ministerio, además de unas 15 personas más o menos de la iglesia. Estamos avocados al rescate de esta niñez y adolescencia, y hasta hemos sido invitados por la mesa de convivencia de nuestra ciudad, donde estamos participando activamente, y estamos siendo reconocidos por la labor que la iglesia desarrolla con la adolescencia. Así que estamos bastante empapados, pero más que conocimientos de libros, es la práctica, la convivencia con los adolescentes.

Victoria: Claro, el estar acompañando. Usted mencionaba la necesidad de rescatar la adolescencia. Quizás alguna adolescente que nos esté escuchando se preguntará: ¿De qué tengo que ser rescatada? ¿Cuál es tu respuesta?

Herman: Bueno, el tema es que en los últimos años la familia ha entrado en un franco deterioro. No solamente el pecado está imperando en la sociedad, que no es ahora concretamente en ciertos lugares o países, sino que está globalizado. Esta es una problemática totalmente mundial. Sea donde sea vemos que hay problemas. Problemas en la crianza de los hijos, problemas en la moral, en la honestidad, en los valores. Hay una gran crisis de valores. Entonces los niños vienen a este mundo, y nacen en una familia que no sé si se puede llamar familia, porque muchos nacen solo con una madre, o se crían con otras personas como tíos o abuelos, o los llevan a instituciones. Los hijos están más en manos de extraños que de la propia familia. Esto es lamentable y no respeta estatus social, porque acontece en contextos pudientes, donde no tienen tiempo para atenderlos, y en contextos críticos también. Entonces llega un punto en el que los padres llegan a decirme: Pastor, ayúdeme, porque yo ya no conozco a mi hija, no conozco a mi hijo. Y vos hablás con los hijos y te dicen: Yo ya no se ni quien es mi madre, porque no la conozco. Es una cosa terrible. Un adulto ya está quemado, lo logra sobrellevar. Pero el chico o chica que se está formando, siente esa ausencia y le afectará el resto de su vida. Hace pocos días estaba con una señora que es profesora de secundaria, que tiene ya treinta y pico años de casada, y ella estaba sufriendo porque fue abusada cuando era niña. Ella llevaba eso dentro de su corazón, y ahora ella dijo que tenía que liberarse de eso. ¿Sabes lo que pudo hacer hace poquitos días? Fue y confrontó al hombre que la había violado cuando era niña. Es un hombre de ya 80 años. Y ella dice que oró muchísimo, se armó de valor, porque eso la había molestado toda su vida. Ella se abrió, lo compartió, se liberó de eso, y cuando fue a hablar con el hombre, encontró a un hombre arrepentido de lo que había hecho, y dijo que salió de ella una carga profunda. Pero hay tantas mujeres cargando con esos sentimientos de frustración, de impotencia, de incomprensión, porque muchas veces ni los propios padres les creen a sus hijos. Especialmente pasa en cuando es un padrastro, o la pareja de la mamá, entonces eligen defender a su pareja y no a sus hijos, no les creen.

Victoria: Entonces estamos hablando de un desconocimiento de los padres hacia sus hijos, estamos hablando de cargas que traen esas madres, y de adolescentes que ahora están siendo cargadas, y usted hablaba de algo muy importante: De liberar la carga que tenían. ¿En quién podemos confiar para que nos ayude a liberar esas cargas? Porque tenemos que ser sabios a la hora de buscar ayuda también.

Herman: Por supuesto. El tema es que antes se ocultaba todo esto, no se hablaba. Hoy en día, en cambio, se está hablando y mucho, porque por todos lados se está motivando a comunicarlo, no guardárselo, a buscar ayuda y asesoramiento. Tanto las políticas sociales como el consejo mismo de las iglesias, de la enseñanza cristiana. Nosotros el año pasado hicimos todo un curso para que el niño diga lo que le están haciendo. Si ha padecido alguna violación, un manoseo, una insinuación, que no se quede callado. Hicimos la presentación en varias etapas del libro “Cuentos que no son cuentos”, que quizás algunos de los oyentes lo conozcan. El tema es que es muy delicado poder encontrar el camino para liberarse de esta culpabilidad, de este trauma, porque es un trauma que se genera en la vida del niño o de la niña. Lamentablemente no es solo el abuso a las niñas sino también a los varones. Últimamente se han hecho conocidas muchísimas violaciones de niños, aún por parte de clérigos, que es una vergüenza. Y yo le quería decir a nuestra audiencia que es necesario compartirlo, pero cuidado con el con quién lo compartimos. Porque no es una temática muy comprendida. Empezando por que a veces ni los propios padres comprenden a sus hijos. Algunos tienden a confiar en sus compañeros, sus amigos del colegio o del liceo. Pero esto también puede ser peligroso, porque mientras que sos amigo se mantiene el secreto, pero después si la amistad se revierte, hay una forma de desquitarse o vengarse, y es ventilar los secretos confiados.

Victoria: Estamos hablando del caso de un abuso, pero aplica también para secretos del corazón, cosas que a uno le están haciendo falta, y que quizás se desahoga en el lugar equivocado.

Herman: Exacto. Mi mamá, que ya está con el Señor, siempre decía: Nunca le pidas a alguien que tenga algo debajo de su lengua, si tú no puedes mantenerlo debajo de tu lengua. O sea que si vos lo contaste, dalo por un hecho que esa persona se lo va a contar a otro, y que así sigue la cadena que termina llegando a distorsionar todo.

El otro peligro que vivimos actualmente es cuando los chicos no tienen el valor de encontrar a una persona de confianza a quien abrirle el corazón, en quien poder volcar todas sus inquietudes, entonces lo hacen anónimamente. O por lo menos les da la sensación de que lo están haciendo anónimamente, pero en realidad no quiere decir que sea anónimo solo por el hecho de que no se lo estén diciendo a alguien al rostro. Pero publican en el Facebook o en otras redes sociales, yo lo he visto. De hecho, me borré del Facebook porque me indignaba ver cómo la gente ventila sus intimidades, y luego acarrea profundos problemas, quizá más graves de los que vivió antes. Por eso es importantísimo tener una confidencia con la persona adecuada, con una persona que de un buen consejo. De hecho, si se trata de una chica, recomiendo que no le vaya a compartir a un hombre. Sea pastor o sea sacerdote. En nuestro caso, toda nuestra vida de ministerio, por ya más de 45 años, yo jamás hablo con una persona solo. Siempre con mi esposa, sea mujer o sea varón. Porque es el respaldo que yo tengo, y es la seguridad para el aconsejado también, de que uno es íntegro y que va a respetar sus sentimientos. Que va a ser escuchado por una pareja sana moral y espiritualmente. Por eso le decimos a los adolescentes que tengan mucho cuidado antes de abrir su corazón. Que encuentren a la persona adecuada.

Victoria: Qué interesante las cosas que usted decía. Pensando en el tema de las redes sociales se me ocurría también el tema del valor propio, de en dónde están buscando su valor las adolescentes. Lo miden en cuánta gente habla con ellas, en cuántos “me gusta” o cuántos comentarios tienen, y muchas veces el tema de la autoestima, la imagen que tienen de sí mismas está marcada por eso, mientras en la realidad valen mucho.

Herman: Sí, yo siempre digo que no somos mercadería de outlet. Tenemos un alto valor, tanto que Dios nos estima de tal modo que dio a Jesucristo y dio la sangre de Jesucristo, que es lo más valioso. No hay oro ni joyas preciosas que se puedan asemejar a la sangre de Jesucristo, y él murió por nosotros. Así que de hecho, mis queridos y queridas que están escuchando, Dios te tiene en alto precio. No te rebajes, no te regales. Muchas veces tenemos el problema de la autoestima, lo que nos lleva a incurrir en caminos no morales ni correctos, todo para poder alimentar su autoestima y sentirse mejor, o poder compararse con otros que son más “famosos”, que se destacan en el grupo. Pero ese no es el camino para aumentar la autoestima.

Victoria: Usted nos habló de varios roles que ha cumplido: Padre, abuelo, cuidador, y quisiera que pensara en que quizás algún adolescente que está escuchando no tiene, por ejemplo, un padre que le hable y le de consejos. ¿Qué mensaje le podemos dar a ese adolescente?

Herman: Yo, como hijo varón, era mucho más cercano a mi mamá. Mi papá nunca habló conmigo. Parece que las mujeres se acercan más al papá, por lo general. Pero yo creo que yo dialogué más con mis hijas que mi esposa. Por más de que ella es su madre, y hablaban mucho, creo que eran un poco más cercanas conmigo. De hecho, hasta hoy siguen siendo muy cercanas a mí, siempre me consultan, siempre están hablando conmigo. Como padre, quiero decir que las hijas tienen sus etapas. Yo aprendí de ellas y sigo aprendiendo de ellas, aunque la menor ya tiene 33 años y las otras más de 40 y para arriba, he aprendido con ellas.

A las chicas o a los chicos que nos están escuchando, les quiero decir que no tengan miedo de abrir el corazón con sus padres, de hecho, sus padres tendrían que ser sus mejores amigos. Deberían poder comprobar que en las buenas y en las malas, papá y mamá siempre van a estar. Y a los padres que a veces han estado indiferentes a las etapas de los hijos, por favor, recuerden lo que fueron ustedes, y que si ustedes sufrieron no quiere que decir que sus hijos tienen que sufrir también. Hay cosas que podemos evitarles con la enseñanza. Ellos van a decidir, pero tenemos que compartirles.

Victoria: Muy bien. Amigas, vamos a tener una próxima entrevista con el pastor Herman Hartwich, y vamos a estar hablando justamente de este tema, de los padres y las madres. Le agradecemos mucho por estar aquí hoy. ¡Hasta la próxima!

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