Ame la Asamblea de Cristo (2ª Parte)

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Ame la Asamblea de Cristo 
(2ª parte)

Autor: William MacDonald

  La palabra discípulo ha sido por demás utilizada, y cada usuario le ha dado el significado de su conveniencia. El autor de este mensaje nos lleva a examinar la descripción de discipulado que presentó Jesús en sus enseñanzas, la cual se halla también en los escritos de los apóstoles, para que aprendamos y descubramos más acerca de este concepto.


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PE1921 – Estudio Bíblico
Ame la Asamblea de Cristo (2ª Parte)



¡Qué gusto estar nuevamente con ustedes, estimados amigos oyentes! Un concepto que quedó claro en el programa anterior fue que: Dios ama la asamblea. Cristo ama la asamblea. Y Pablo amó la asamblea también. ¿Podríamos entreverar nuestra temblorosa voz y decir: “Yo amo la asamblea, también”? Ella es mi madre. Le debo todo, en cierta forma, a la asamblea local. Es en esa asamblea que escuché la predicación del evangelio. Es en esa asamblea que fui colocado bajo el convincente poder del Espíritu Santo de Dios. Es en la asamblea que me enseñaron la Palabra de Dios. No parecía ser algo muy espectacular, visto superficialmente. No se trataba de algo fuera de serie. Consistía en algunos creyentes que se sentaban en ronda, y sostenían conversaciones bíblicas, leyendo y estudiando la Biblia libro por libro. La primera lectura bíblica conversacional que recuerdo, de cuando era joven, fue sobre el libro de Isaías. ¡Imagínense! ¡Era algo profundo! Ése fue mi trasfondo. Ése fue mi entrenamiento. Agradezco a Dios por eso hoy día. Amo la asamblea. Realmente. Tengo un gran entusiasmo por ella.

Quiero que veamos juntos algunas de las verdades de la asamblea, que se encuentran en la Palabra de Dios. Permítanme decirles lo siguiente: no debería haber distintivos, en ninguna asamblea. ¿Les sorprende que diga esto? Bueno, no debería haber ninguno. Miren, la verdad está allí para todo el pueblo de Dios, ¿no es cierto? Está toda allí en la Biblia. Lo único que la hace distintiva es que algunas personas la practican, y otras no. Pero, los principios están allí para que todo el pueblo de Dios los crea y los practique.

El primer principio que amo, es que existe sóloun cuerpo. Amo el pasaje de Efesios 4:4:“un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación”.

Éste es un golpe fatal para el denominacionalismo. Detesto, desprecio y abomino los títulos sectarios. Para mí son tan sólo una forma gentil y sutil de decir “¡No me caen bien!” No me gusta el título “Plymouth Brethren (Hermanos Plymouth o Libres)”. “Hermanos” es algo universal, “Plymouth” es más bien local. Me hace pensar en lo “Católico Romano”. “Católico” significa universal, y Romano significa que no es universal, significa que es precisamente romano. No me gustan esos títulos. Ni siquiera me gusta el título –Hermanos Cristianos– porque todos en el pueblo de Dios somos hermanos cristianos, y no me gustan las cosas que me separan de otros miembros del cuerpo de Cristo.

Cuando a H. A. Ironside se le preguntó a qué denominación pertenecía, respondió con las palabras del Salmo 119:63:“Compañero soy yo de todos los que te temen y guardan tus mandamientos.”¿No es maravilloso? Ésa es la denominación a la que deberíamos pertenecer. Y si alguien se le acerca y le pregunta, “¿A qué denominación pertenece?”, diga: “A la misma que el apóstol Pablo”. Eso hará que la persona estudie la Biblia. Tendrá que ir a la Palabra de Dios para ver a qué denominación pertenecía Pablo. Le abrirá sus ojos. Es, en realidad, una verdad maravillosa. Un cuerpo aquí en la tierra, constituido por todos los verdaderos creyentes en el Señor Jesucristo.

Pero, a la gente le gusta ponernos en un brete, ¿no es cierto? Si en algún momento quiere hacer que los demás se sientan incómodos, cuando le pregunten: “¿Usted qué es?”, respóndales de la siguiente manera: “Bueno, soy un cristiano”. Seguro, le dirán: “Por supuesto, todos somos cristianos. Pero, ¿qué más es usted?” “Soy un discípulo del Señor Jesús.” “Ya sé que es un discípulo del Señor Jesús, pero ¿a qué iglesia pertenece?” “Pertenezco a la iglesia que es Su cuerpo.” Nunca quedarán contentos hasta que le ubiquen en algún estante denominacional. ¡No ceda ante eso!

El segundo principio es queCristo es la cabezay el centro de reunión

Cristo es la cabeza de la iglesia. Ef. 5:23 dice:“porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador”. Ningún hombre es la cabeza de la iglesia, ya sea el papa, el arzobispo, o el presidente. Incluso los ancianos, tampoco ellos son la cabeza de la iglesia. Cristo es la cabeza, y es la única.

Cristo no sólo es la cabeza de la iglesia, Él es el centro de reunión de su pueblo. Ésta es una verdad maravillosa. Desearía que nos la apropiáramos más hoy día. Cuando nos reunimos, no nos reunimos con un hombre. No nos reunimos con una iglesia, en el sentido denominacional. Nos reunimos con Cristo. Cristo es el centro de reunión, y vamos allí porque creemos que el Señor Jesús está allí. Nos apropiamos de eso por la fe, debido a que Él dijo:“Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”Puede que usted diga que no le ve, o que no es consciente de Él. Bueno, algunas veces usted va a reuniones y los cielos han descendido tanto hacia la tierra, que los ministros no pueden ministrar debido a la gloria del Señor, y yo quiero estar allí, ¿acaso usted no? Cristo es el centro de reunión de su pueblo.

Y el tercer principio es que: Todos los creyentes son miembros del cuerpo de Cristo (así leemos en 1 Co. 12:12 y 13):“Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.”

Me gustaría que nos fijáramos en algo que está al final del versículo 12. Dice:“pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo”[Lit., el Cristo].

Tenemos un uso muy inusual de la palabra Cristo aquí. Se refiere a Cristo la cabeza, además de la iglesia como Su cuerpo. Asombroso, ¿verdad?

Algunas veces nos acostumbramos tanto a estos versículos que no nos damos cuenta de lo impactantes que son. Es asombroso que el Espíritu de Dios usara las palabras“el Cristo”para describir a Cristo como cabeza, además de la iglesia, Su cuerpo. Todos los creyentes son miembros.

Amo a todos los creyentes en el Señor Jesús. Amo a todos aquellos que han sido redimidos por la sangre preciosa. Son mis hermanos y hermanas en Cristo, miembros del cuerpo. Puedo aprender algo de cada uno de ellos. No existe creyente en el Señor Jesús del cual no pueda aprender algo.

Y no sólo eso, debería orar por todos los creyentes, no sólo por aquellos en mi asamblea local, sino por todos los creyentes, porque son miembros de ese cuerpo. Y debería regocijarme cuando predican a Cristo. Puede que yo no esté de acuerdo con la forma en la que le ponen el punto a las íes, pero puedo regocijarme, como Pablo lo hacía en Filipenses 1:18, porque Cristo es predicado.

Aún así, eso no significa que yo pueda hacer todo lo que ellos hacen. Es allí donde debemos ser cuidadosos. Puedo amarles. Puedo aprender de ellos. Puedo aprender de su celo, amor y dedicación al Señor Jesús, pero no puedo hacer todo lo que ellos hacen. Mi conciencia, como la de Lutero, debe estar cautiva a la Palabra de Dios. Debo conducirme según lo que la Palabra de Dios me enseña. Por ejemplo, no significa que puedo cooperar con otros creyentes en cruzadas en las cuales los convertidos son referidos a una iglesia apóstata. Me hace pensar en lo que Moody dijo: “No pondría polluelos vivos bajo una gallina muerta”. Tenía toda la razón cuando dijo eso.

 

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