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Título: Animados en el Valle oscuro

Autor: Marcel Malgo PE1423

„Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento“. Se nos habla aquí de dos instrumentos que infunden aliento. Y ya que la Biblia no contiene palabras de más ni tampoco de menos, debe tratarse aquí de dos cosas diferentes. ¡Descubrámoslo!


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Hola amigos, ¿cómo están? Leamos para comenzar los vers. 4 y 5 del Salmo 23:

„Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando“.

Cuando David habla en este Salmo de vara y de cayado, habla de dos cosas diferentes: un arma (palo o maza) y un cayado de pastor. Esto nos enseña una maravillosa verdad espiritual: La vara del Buen Pastor simboliza la protección completa contra el enemigo, y Su cayado nos anuncia calma y paz, a pesar del valle oscuro y de las luchas. Pues inmediatamente después, leemos: „Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores.“

Decíamos en el programa pasado que lo que pasa en la vida de no pocos cristianos cuando se encuentran en el valle oscuro, es que en lugar de confiar en la promesa del Buen Pastor, de que Su vara y cayado les infundirán aliento, buscan otras varas y otros cayados que les prometen una supuesta ayuda.

Sin duda, frecuentemente el Señor se vale de las manos de las personas para ayudarnos, por ejemplo cuando los ancianos de una iglesia ungen a un enfermo con aceite y oran con fe (como lo dice Santiago 5:14 y 15) para que sea sanado. Si Dios quiere, usa también a los médicos y medicamentos para sanar enfermedades. Y cuando nos encontramos en problemas financieros u otros, el Señor usa también a hermanos o hermanas que nos ayudan con sus consejos. Pero si cuando estamos en un valle oscuro, dejamos de pedir y de esperar la ayuda del Señor en primera instancia, y nos ponemos a confiar más en los hermanos que en Dios, estamos en el camino equivocado. Cuando nos dirigimos a un „Juan el Bautista“, a un „Elías“, un „Jeremías“ u otro „profeta“, y no al Señor mismo, hemos, por así decirlo,  „perdido“ al Buen Pastor.

Podemos recordar, por ejemplo, el trágico final del rey Asa, quien al principio fue muy bendecido. Leemos acerca de él en 2 Cr. 16:12: „En el año treinta y nueve de su reinado, Asa enfermó gravemente de los pies, y en su enfermedad no buscó a Jehová, sino a los médicos“. Seguramente no era ninguna equivocación consultar a los médicos; pero como se desprende del texto, no buscó en primer lugar al Señor, sino tan sólo a los médicos.

Como cristianos, podemos caer en esta actitud equivocada de confiar en los hombres, no solamente en el valle oscuro sino también en la vida diaria „normal“. Pues cuando el Señor no responde en seguida nuestra oración, corremos el peligro de poner nuestra confianza en hermanos maduros (como un „Juan el Bautista“, un „Elías“ o un „Jeremías“) y de perder así la comunión directa con Jesús, el verdadero Dios y Señor (como lo reconoció Tomás en Jn. 20:28), y el único en quien encontramos verdadera ayuda.

A propósito de esto, déjenme contarles que en una evangelización, dos jóvenes se convirtieron por la predicación de un evangelista muy usado por Dios. Luego, agradecieron fervientemente al Señor por su salvación, se llenaron de gozo por su conversión – y siguieron al evangelista. Por todas partes donde este hombre predicaba y llamaba a las personas a la cruz, estos dos jóvenes estaban entre los oyentes – hasta que uno le dijo al otro: „¿Sabes qué? Estoy harto. Pues en todas partes este hombre predica el mismo mensaje.“

¿Qué era lo que habían hecho mal estos dos jóvenes? Al seguir por todas partes al evangelista que los había llevado a Cristo, estaban siguiendo, por así decirlo, a un „Juan el Bautista“, a un „Elías“, a un „Jeremías“ o a otro profeta, pero no al propio Buen Pastor.

Muchas veces, en las iglesias, se escucha decir a los mayores: „Sí, antes, cuando todavía estaban entre nosotros los hermanos consagrados y fuertes en la fe, ¡había un ambiente de avivamiento, ocurrían milagros espirituales y todo era diferente. ¡Dios podía obrar!“ Por supuesto que podemos aprender mucho de los hermanos de antes, que vivían en una estrecha relación con su Señor y Dios. Siempre me quedo impresionado por sus obras y sus escritos. Sin embargo: Ya no están, y tenemos que manejarnos sin ellos. Cuando la gente de aquel entonces, decía acerca de Jesús que Él era „Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas“, Herodes ya había hecho decapitar a Juan el Bautista (como lo leemos en Mt. 14:10), y Elías, Jeremías y los demás profetas solamente vivían en las Escrituras y en los corazones de las personas.

Sin embargo, Jesucristo, es el Hijo de Dios

Cuando el Señor Jesús preguntó a Sus discípulos: „Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?“, Pedro Le respondió: „Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente“ .

Cuando, como cristianos, nos encontramos en el valle oscuro, no necesitamos a nadie más que al mismo Señor Jesús, al Buen Pastor, que siempre está presente por Su Espíritu (como lo prometió en Mt. 28:20) y nos da verdadero consuelo con Su vara y Su cayado. Cualquier otra ayuda o apoyo de parte de un hermano maduro, viene recién en segundo lugar. ¡Ay de nosotros si confiamos en primer lugar en los creyentes maduros y no en el mismo Buen Pastor! Pues entonces podemos aplicar para nosotros las palabras de Jeremías 2:13: „Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.“

Elige la vara y el cayado del Buen Pastor cuando te encuentras en un valle oscuro y necesitas consuelo; solamente Su vara y Su cayado te proporcionarán verdadera ayuda.

La vara de Dios es poderosa

Cuando el pueblo de Israel llegó a Refidim durante su peregrinación por el desierto, entró allí en un valle muy oscuro, pues leemos en Ex. 17:8: „Entonces vino Amalec y peleó contra Israel en Refidim“. Cuando Israel fue atacado sorpresivamente por su enemigo mortal, los amalecitas, tenía horas muy difíciles por delante. Pero justamente en aquel valle oscuro, experimentó la protección del Señor, pues en esa situación sin salida sintió el poder de la vara y del cayado del Pastor celestial, y fue animado. En el vers. 9 vemos que Moisés, el líder del pueblo, ordenó a Josué: „Escógenos varones, y sal a pelear contra Amalec; mañana yo estaré sobre la cumbre del collado, y la vara de Dios en mi mano“.

En esta „vara de Dios“ tenemos una maravillosa ilustración de la vara y del cayado del Pastor celestial, del poder victorioso del Salvador. Pues esta vara de Dios que, en el episodio de la zarza ardiente en el desierto, se había convertido en serpiente y luego otra vez en vara, era una señal visible de la presencia del Señor en la mano de Moisés. Bajo la orden de Dios de Ex. 4:17: „Y tomarás en tu mano esta vara, con la cual harás las señales“, Moisés hizo con ella milagros, los cuales llevaron finalmente al éxodo del pueblo de Israel. Y esa misma vara, la señal visible de la fuerza del Todopoderoso, la vara del Buen Pastor, la tenía Moisés en su mano cuando estaba „sobre la cumbre del collado“ y oraba. Es verdad que Moisés tuvo que luchar arduamente en oración, pero tenía la vara de Dios en la mano, y con eso ya tenía asegurada la victoria sobre los enemigos de Israel. Porque leemos en Ex. 17, vers. 12 y 13 que: „Así hubo en sus manos firmeza hasta que se puso el sol. Y Josué deshizo a Amalec y a su pueblo a filo de espada“.

Puede ser que por el momento pases por una gran lucha y por muchos contratiempos en el valle oscuro. Pero si mantienes la vara y el cayado del Buen Pastor con fe en tus manos, te está asegurada la victoria; y a pesar de las luchas y las penas, podrás descansar en tu Salvador.

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