Autoengaño espiritual de la iglesia de los tiempos finales (parte 1).
21 febrero, 2008Autoengaño espiritual de la iglesia de los tiempos finales (parte 3).
21 febrero, 2008Titulo: “Autoengaño espiritual de la iglesia de los tiemposfinales”(parte 2).
Autor: Norbert Lieth
Nº: PE907
El significado práctico del mensaje a la Iglesia en Laodicea.
- El mensaje de la tibieza.
- ¿Cómo se llega a la tibieza?
- El autoengaño de Laodicea.
- La manera de revertir esta situación.
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«Autoengaño espiritual de la iglesia de los tiempos finales» (parte 2).
En una iglesia que funciona bien deberían existir ambas cosas: Un cristianismo ardiente y contagioso, y un cristianismo refrescante y reparador.
En la Iglesia de Cristo existen personas que arden fervorosamente por las cosas del Señor. Son ardientes en su testimonio, en la oración, en la vida de fe y en su empuje. Arden por los perdidos y arden por el servicio. Este fervor ardiente es ejemplar. Pero, en la misma iglesia también se encuentran personas que llevan adelante su servicio en el área de la consejería espiritual. No son de los que se acercan a cada persona para compartirles el evangelio de Jesucristo. Pero, a su modo, obran y comparten una palabra consoladora y refrescante para los que buscan consejo. Los cristianos callados tal vez sean más mesurados, pero no por eso menos llenos del Espíritu. Ríos de agua viva emanan de ellos. Uno se siente bien en su compañía. Las personas decaídas y con sufrimientos espirituales son animadas y consoladas por esta clase de cristianos.
Para una iglesia local, es bueno que haya de aquellos cristianos que arden de fervor y aquellos otros que, a través de su manera tranquila y reflexiva, reflejen una frescura reparadora. Con el agua caliente se cocina, se hacen compresas calientes, o un té caliente. El agua fría vivifica, una bebida fría refresca, y una compresa fría baja la temperatura y mitiga las infecciones. Un café caliente hace bien, una bebida fría refresca. Pero si el café o la bebida están tibios, no son ricos. ¡Ser tibio, es decir indiferente, no sirve de nada!
El mensaje de la tibieza
El estado de Laodicea no era ni frío ni caliente, sino «tibio''. Los creyentes de allí no eran ardientes en el Espíritu ni eran refrescantes, sino que eran como esa agua que diariamente los atormentaba. Buscaban el «justo medio'' y se volvieron cristianos de costumbre, que en el ámbito espiritual se conformaban con poco ya que lo tenían todo. A través de su satisfacción propia se amoldaban al resto del mundo.
En Berlín, el conocido evangelista Anton Schulte, recientemente, lo expresó más o menos de la siguiente manera: «Las paredes de la iglesia se han vuelto tan transparentes, tan permeables, que ya no separan. La iglesia se va amoldando al mundo.'' El Señor aborrece este estado de tibieza, pues no se le debe servir de esta manera. Un cristiano tibio, liviano, entumecido en puro formalismo, repugna al Señor. Nuestro mundo no necesita ningún «cristianismo'', sino cristianos que estén claramente de parte de su Señor. Fervientes evangelistas lo expresaron con las siguientes palabras: «Todo suyo, o nada.'' «Un cristiano a medias es una completa tontería.''
Preguntémonos: ¿Cómo se llega a la tibieza?
En la mayoría de los casos, la indiferencia comienza en secreto, a escondidas y discretamente. Pero, en algún momento sale a la luz, porque se traduce en nuestras obras. Hace tiempo que el Señor lo ve, por eso también le dice a Laodicea: «Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente…»''
Por autocomplacencia, un cristiano que una vez había sido ardiente y refrescante cae en un estado de tibieza. Es como en el caso de las fuentes frías y calientes: Tras un largo camino hasta el valle y un fluir lento a través de la comarca, el agua que una vez había sido fría o caliente se vuelve tibia.
Como cristiano, se toleran cosas mundanas, se acaricia el pecado y se le va abriendo cada vez más las puertas. Uno se conforma con lo que se tiene y a lo que se ha llegado. La lectura bíblica y la oración, de repente sólo son algo secundario. Finalmente, hasta las predicaciones y las reuniones de oración en la iglesia son demasiado, se va un día y al otro no. Se comienza a ceder cada vez más en los asuntos espirituales, se asumen compromisos con el mundo, y ya no se busca primeramente el reino de Dios y su justicia (Mateo 6:33).
Una comida se entibia si se la quita del fuego; una bebida fría se entibia si se la deja reposar. Si nos distanciamos de Jesús nos volvemos tibios. Entonces, en cierto modo, Jesús está del lado de afuera: «He aquí, yo estoy a la puerta.»'' Si no deseamos de corazón ser llenos del Espíritu Santo, ya no correrán ríos de agua viva. Quien ya no ama a Jesús de todo corazón, ya no arderá por aquel prójimo incrédulo para que Dios haga en él su obra.
¡Hay una manera de revertir esta situación!
La manera de revertir esta situación
El Señor vuelve a mostrar el camino a los cristianos tibios: «He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo»'' (Apocalipsis 3:20). Aquel que le vuelve a abrir la puerta al Señor Jesús, de manera que él vuelva a estar en el primer lugar, vuelve a estar en estrecha comunión con él. ¡Y entonces todo cambia!
Pero para eso es necesario examinarse y volver a oír su voz, su Palabra: » si alguno oye mi voz… «'' Querido lector, querida lectora, si usted se ha vuelto tibio y apático, vuelva a abrirle las puertas de su corazón a Cristo y otórguele concientemente el primer lugar. Entonces Su vida volverá a palpitar y usted volverá a arder por Jesús y a refrescar a otros.
La riqueza pasa inadvertida
En Apocalipsis 3:17-18, el Señor glorificado le dice a Laodicea: «Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.»''
Como ya hemos comprobado, las tres fuentes de la riqueza en Laodicea provenían de la hacienda, la producción textil y la fabricación de un colirio medicinal. Sin embargo, la ciudad no poseía ningún abastecimiento propio de agua. Estas cuatro cosas prácticas, del diario vivir, las utiliza el Señor para hacerle ver a los cristianos de Laodicea cuál era su situación.
El autoengaño de Laodicea
Laodicea se jactaba de sus riquezas, y eso también se reflejaba en el estado espiritual de sus creyentes. Su gran problema consistió en un tremendo autoengaño espiritual. Eso se deduce por un lado debido a las palabras que el Señor les tuvo que decir: «te aconsejo…»'' Ellos estaban mal porque no se movían dentro del consejo de Dios. Por otra parte, el Señor les mostró claramente lo contrario de lo que ellos creían de sí mismos: «… tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.»'' Su verdadera condición era muy diferente a la que ellos creían, y eso es alarmante. ¡No hay nada peor que el engaño espiritual!
¿En qué consistió el autoengaño de los cristianos de Laodicea concretamente? ¿Cuál era la manera de revertir esta situación?
Le invito a escuchar más acerca de esto en el próximo programa.