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Título: Caleb – Su contexto histórico y su relacíón con Dios

Autor: Esteban Beitze
PE1457

En medio de la noche oscura de la incredulidad, desazón y cobardía, aparece una luz que ilumina el camino, que da confianza y seguridad. Es un hombre que, en medio de la oposición y grandes retos, demostró ser un líder íntegro, capaz y perseverante. Ese hombre fue Caleb. Hoy, como nunca antes, la mies del Señor requiere de creyentes y, sobre todo, de líderes firmes, íntegros, que sirvan de ejemplo para otros. Caleb lo fue, tú también lo podrás ser. ¿Estarás dispuesto a ser usado por Dios?


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¿Cómo están amigos? Comenzamos, entonces, con este segundo punto: 

Recordación

Como ya vimos, el primer paso para estar firme en un mundo cada vez más convulsionado y, sobre todo, para tener una seguridad que aún trascenderá los umbrales de la muerte, es tomar la decisión de seguir al Señor.

Ahora bien, la segunda razón por la cual Caleb pudo mantenerse tan firme fue una recordación. Él exhortó al pueblo con estas palabras: «…él nos llevará a esta tierra, y nos la entregará; tierra que fluye leche y miel. Por tanto, no seáis rebeldes contra Jehová…«En otras palabras, les hizo recordar una promesa y una orden que Dios mismo les había dado. Él tenía presente que Dios había prometido esta tierra desde el tiempo del patriarca Abraham. A éste último, Dios le prometió: «Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre… Levántate, vé por la tierra a lo largo de ella y a su ancho; porque a ti la daré«. Dios fue repitiendo esta promesa a los diferentes patriarcas y por último, lo hizo por medio de Moisés mismo. Incluso estaba la promesa de Dios, de cuando todavía se encontraban en el monte Sinaí: «… seréis recordados por Jehová vuestro Dios, y seréis salvos de vuestros enemigos«. Y en el resumen que hace Moisés del viaje por el desierto en Deuteronomio 1, al estar por entrar a la tierra prometida en Cades-barnea, les hace recordar una clara orden y promesa de Dios: «Mira, Jehová tu Dios te ha entregado la tierra; sube y toma posesión de ella, como Jehová el Dios de tus padres te ha dicho; no temas ni desmayes«. Todo lo que había experimentado el pueblo en Egipto, el poder de Dios demostrado por las diez plagas, la salida, el cruce del Mar Rojo, todo tenía como propósito y meta el hecho de llevarlos a esta tierra. ¿No eran los egipcios un pueblo increíblemente fuerte, e igual fueron vencidos sin que Israel tuviera que hacer algo? ¿No parecían invencibles los amalecitas que los hostigaron en el desierto, pero por la oración de Moisés fueron derrotados? Mas ahora, el pueblo se rebela por la falta de obediencia y confianza en la Palabra de Dios.

Los valientes Caleb y Josué recordaron el plan de Dios para con Su pueblo y Su voluntad de llevarlos a ocupar el territorio que habían ido a espiar. La conclusión para Caleb era sencilla: si Dios había prometido la tierra y ordenado conquistarla, era obvio que también iba a darles la tierra y la victoria sobre los enemigos por más fuertes que fueran. Recordando esta promesa, intenta que el pueblo también confíe en ella y obedezca la orden de Dios.

Es bastante común en el creyente buscar seguridad en personas u objetos, dejando de lado las promesas de Dios. Caleb no podía basar su confianza en los diez compañeros de misión, porque tenían miedo. Tampoco pudo esperar ayuda de la multitud del pueblo de Israel, porque todos lloraban acobardados. Pero él confió en las promesas dadas por Dios.

Así como Caleb, también nosotros tenemos un sinfín de «preciosas y grandísimas promesas» para infinidad de situaciones, ya sea para nuestra vida presente como futura. Estas promesas son completamente firmes porque fueron dadas por Dios mismo. La Biblia dice al respecto: «todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén«. Por lo tanto, también nosotros podemos apoyarnos en ellas. Pero para esto hay que acudir a las Escrituras, hay que leerlas, estudiarlas y, por qué no, memorizarlas. Entonces cuando viene el enemigo, el sufrimiento, el fracaso, la prueba, la decepción o el desánimo, podremos recordar alguna de las tantas promesas que Dios nos ha dado. Tres alanzan para muestra: 

La de 1 Co. 10:13: «No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar«. La de Fil. 1:6: «Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo«; y la de Mt. 28:20: «… he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén«.

Caleb se basó en las promesas de Dios y las alcanzó. Nosotros también lo podremos experimentar porque, como dice Hb. 13:8: «Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos«.

Veamos ahora el tercer punto: 

Convicción

Caleb tenía una profunda relación de confianza con Dios, a pesar de todas las circunstancias adversas que tuvo que enfrentar. Caleb y Josué, cuando expusieron su punto de vista, también reconocieron la presencia de gigantes y ciudades fortificadas. Eran realistas, concientes de lo que los esperaba pero igual, dijeron al regresar: «Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos«; en cambio los otros diez espías dijeron al volver de la tierra: «No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros«. Caleb y Josué despreciaron al enemigo, pero apreciaban a Dios; en cambio los otros despreciaron a Dios y apreciaron demasiado al enemigo. Caleb y Josué consideraron las dificultades a través de Dios; en cambio los diez ni consideraron a Dios, sólo tenían ojos para sus dificultades. Estaban concentrados en sí mismos y sus problemas en vez de estarlo en Dios y Sus recursos. La mayoría comparaba a los gigantes con su propia fuerza, pero Caleb y Josué los contrastaban con la fuerza de Dios. Los diez espías veían las ciudades amuralladas hasta el cielo, en cambio Caleb y Josué sabían que el Todopoderoso estaba en el cielo. Los diez espías se quedaron con lo visible, en cambio los otros dos pusieron sus ojos en el Invisible. Caleb y Josué demostraron tal confianza que dijeron que veían a los enemigos como pedazos de pan a los cuales comerían. Exhortaron así a Israel: «… ni temáis al pueblo de esta tierra; porque nosotros los comeremos como pan; su amparo se ha apartado de ellos, y con nosotros está Jehová; no los temáis«.

Realmente trasciende la confianza que tenía Caleb en Dios: «…con nosotros está Jehová; no los temáis«. Tenía una profunda confianza en Dios, la cual provenía de una excelente relación con Él que, a su vez, surge de la sumisión a Su voluntad. El temor a los hombres, a las circunstancias e inclusive a la muerte, ya no estaba, porque había puesto su confianza completamente en Dios. El Señor es siempre más grande que nuestros problemas, angustias, pruebas, dolores o conflictos.

Pero por otro lado, los diez espías incrédulos no veían a los enemigos como pedazos de pan, sino que se veían a ellos mismos como langostas frente a los otros. Aunque reconocieron que la tierra era así como Dios lo había prometido, hubo un «pero» de incredulidad. La incredulidad siempre encontrará un «pero» al llamado de Dios, a la obediencia a Su Palabra. La incredulidad siempre se caracteriza por dejar de lado a Dios. La mayoría tiembla, en cambio Caleb y Josué hablan en forma triunfante. Ahí tenemos un precioso ejemplo de lo que produce la confianza en Dios. Cuando los problemas y las dificultades son vistos desde la perspectiva humana, se convierten en gigantes y uno se siente como «langosta«, como infinitamente superado por ellos.

Alguien dijo que existen tres clases de personas en este mundo. Aquellas que dicen «quiero», aquellas que dicen «no quiero» y las otras que dicen «no puedo». Las primeras triunfan en todo. Las segundas se oponen a todo. Y las terceras fracasan en todo.

Por esto, si la perspectiva contiene a Dios y se la ve desde Su óptica, todo cambia radicalmente. Las circunstancias a enfrentar serán las mismas, pero al contar con la ayuda del Señor tendremos la fuerza necesaria para superarlas y mantenernos firmes aún en medio de ellas. La fe ve las circunstancias por medio de Dios; en cambio la incredulidad no ve a Dios, por fijarse en las circunstancias. La incredulidad se caracteriza por excluir a Dios de su razonamiento. Pero si incluimos a Dios, todos nuestros razonamientos incrédulos se harán añicos frente a Su maravillosa y poderosa presencia.

Mi padre me dio una tarjetita con una sencilla pero profunda frase: «El razonamiento humano nunca debe servir de guía para el pueblo de Dios. Nos debemos dejar guiar y dominar únicamente por la Palabra de Dios». Y citaba el pasaje de 2 Corintios 10:4,5: «Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo«.

El profeta Isaías también hace esta contraposición al decir las conocidas palabras: «¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance. El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán«. Es interesante el contraste que hace el profeta. Por un lado, pone el ejemplo de jóvenes y de muchachos que, a pesar de toda su fuerza y vigor, pueden cansarse y caer. Y por otro lado, están los que ya no tienen fuerza alguna pero que pueden levantar vuelo sobre sus circunstancias, como si fuesen águilas. Los resultados están a la vista: o es una derrota o es un vuelo victorioso por encima de todo. Lo que hace la diferencia es la expresión: «…pero los que esperan en Jehová…» Si esperas todo de Dios y pones toda tu confianza en Él, aún las circunstancias más difíciles podrán ser sobrellevadas en victoriosa altura y para la gloria de Dios.

En un campamento en el cual tenía que dar unas charlas, se encontraba un maravilloso siervo de Dios, al cual dos días antes le habían diagnosticado un severo cáncer en el vientre. Según los médicos, el tumor ya era enorme y muy ramificado. Tenía muchos dolores y el color de su piel era una mezcla entre amarillento y grisáceo. Lo que añadía inquietud a este estado era que un hermano menor suyo había muerto dos meses antes por el mismo problema. La situación era muy inquietante, sobre todo para su esposa e hijos, y ni qué hablar del futuro de la obra frente a la cual se encontraba. Hablando con él y luego también en público, dio testimonio de una profunda tranquilidad y confianza en el Señor. Dijo que estaba listo para partir si era la voluntad de Dios, pero si Dios le daba más vida, la seguiría usando para Su servicio. Era muy evidente que no eran palabras vacías. Gracias a Dios, después de una operación exitosa, se está recuperando y pudo ser de testimonio para todos con los que tuvo contacto en el hospital.

Cada creyente, cada hijo de Dios que pone su confianza enteramente en Él, puede llegar a la misma conclusión. El apóstol Pablo vivía de acuerdo a este principio y lo plasmó en sus escritos en varias ocasiones. Uno de los pasajes más emblemáticos quizás sea el de Ro. 8:31, y 37 al 39: «¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?… Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ningunaotracosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro«. Esta realidad también puede ser la de cada uno de nosotros. ¡Ten presente a Dios y Su poder en todo momento de tu vida y verás cómo llenará tu alma de paz, porque ya sabes en Quién has confiado! Podrás decir como el apóstol Pablo: «Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día«. Y le podemos añadir las preciosas palabras del profeta Isaías: «Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado. Confiad en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos«. ¿Buscas la paz en medio de la tormenta que te rodea? ¡Confía en el Señor!

2 Comments

  1. Jesús Álvarez dice:

    Excelente Información. ¡Muchas gracias!

  2. Juan Manuel Alvarez Vargas dice:

    Buenas tardes hermanos.
    Excelente información nos acaban de compartir.
    Muchas gracias, Dios los bendiga mucho y ayude con mas inteligencia para compartir su palabras.
    Les escribo desde Guyana Inglesa en sur America.

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