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Caleb

Su Excelencia y Trayectoria

(2ª parte)

Autor: Esteban Beitze

En medio de la noche oscura de la incredulidad, desazón y cobardía, aparece una luz que ilumina el camino, que da confianza y seguridad. Es un hombre que, en medio de la oposición y grandes retos, demostró ser un líder íntegro, capaz y perseverante. Ese hombre fue Caleb. Hoy, como nunca antes, la mies del Señor requiere de creyentes y, sobre todo, de líderes firmes, íntegros, que sirvan de ejemplo para otros. Caleb lo fue, tú también lo podrás ser. ¿Estarás dispuesto a ser usado por Dios?


DESCARGARLO AQUI :
PE1477 – Estudio Bíblico – Caleb – Su Exelencia y Su Trayectoria


 


En estudios anteriores ya hemos estado considerando muchos aspectos de la vida Caleb, este líder y siervo de Dios. Comenzamos con Su relación con Dios, Su valor, y Su prueba. Seguimos con Su reconocimiento, Su servicio, Su lucha, y Su excelencia. Y nos toca hablar hoy de:

Su trayectoria

Dentro de este tema, vamos a ver que existían en la vida de Caleb tres cosas que no decaían, y hoy vamos a mencionar la primera, que es:

Fuerza que no decae

En Josué 14:10 y 11 leemos:“… ahora, he aquí, hoy soy de edad de ochenta y cinco años. Todavía estoy tan fuerte como el día que Moisés me envió; cual era mi fuerza entonces, tal es ahora mi fuerza para la guerra, y para salir y para entrar”.¡Qué momento cuando este anciano de 85 años fue el único en dar un paso hacia delante y en presentarse para conquistar al peor enemigo! Es realmente impresionante observar a un hombre de 85 años que mantiene la fuerza espiritual de la juventud, a pesar de su edad. Es un hombre que al encontrarse al final de su peregrinar en este mundo, no se estira satisfecho de sus logros en un mullido sillón. No es una persona que vive de recuerdos, olvidando el presente. Lo que vemos es todo lo contrario. A pesar de su edad, está dispuesto a enfrentar nuevos retos, lanzarse a nuevas conquistas, a seguir creciendo espiritualmente, y a seguir siendo de bendición y ejemplo para otros.

Querido hermano, querida hermana, quizás no puedas decir como Caleb que tu fuerza física es la misma que a los cuarenta o a los treinta. Dentro de todo, en la mayoría de los casos, esto no es normal que suceda. Pero enfoquémonos en la fuerza interior que movía a Caleb, y que también nos puede mover a cualquiera de nosotros, independientemente de nuestra edad o sexo. Porque inclusive, existen jóvenes que ya no tienen la fuerza para luchar, que ya han “tirado la toalla” por causa de experiencias negativas, rechazo, injusticias, dolor del alma y muchas razones más.

Existe una fuerza interior que, si está presente, aún con un cuerpo debilitado y con muchos años de bagaje, hace levantar la mirada con ánimo divisando nuevos horizontes por alcanzar.

Volvamos una vez más sobre la fuerza de la cual hablaba el profeta Isaías, en el cap. 40, vers. 28 al 31 de su libro, al decir:“¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance. El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán”.

Es evidente que no es tanto el aspecto físico o la edad lo que nos hace permanecer firmes y avanzar sin tambalear en nuestra carrera espiritual. Aquí se nos habla de jóvenes que se cansan, desmayan, tropiezan y caen, pero también puede haber otros – no importando su edad o estado físico – que siguen sin detenerse, que avanzan confiados y alcanzan metas aparentemente inalcanzables. Sí, más todavía, el profeta los ilustra como un águila que levanta vuelo.

Cuando el Señor es nuestra fortaleza, podemos decir como el apóstol Pablo en 2 Co. 4:16:“Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día”. Y aún esta condición de deterioro físico a la cual estamos sujetos tiene como finalidad la gloria del Señor, porque en el vers. 7 de ese mismo capítulo dice: “tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros”.

Aún cuando empecemos a envejecer, en la obra del Señor siempre habrá un lugar para nuestro servicio. He conocido a varios hermanos mayores que siguen siendo de bendición para muchos.

Mi padre, al volver de uno de sus tantos viajes misioneros a Chile, nos contó acerca de un creyente que con 80 años iba todos los días con un maletín lleno de literatura bíblica a las terminales de trenes, buses y metros. Allí la repartía a los que pasaban. Esto lo hacía todos los días de la semana. Lo mismo hace otro hermano en Alemania, que va a los lugares de descanso en las autopistas y les lleva literatura evangelística a los conductores de camiones que vienen de toda Europa, inclusive de Asia. Así ha llevado el evangelio aún a países musulmanes, sin que tuviera que ir personalmente.

Un hermano muy querido en Argentina, de 80 años, siempre se las ingeniaba para evangelizar a gente que encontraba en la calle, mientras caminaba hacia la iglesia. Una familia de misioneros puede disfrutar de sus vacaciones porque una abuelita siempre queda para cuidarles la casa. Cuando se le quiere agradecer, ella siempre contesta:“Ustedes hacen tanto en la obra del Señor que esta es mi pequeña colaboración para que puedan tomar nuevas fuerzas”.

En Suiza conocí a una ancianita que ya no podía caminar bien. No podía salir a predicar o distribuir folletos. Pero iba constantemente a un salón que existía encima de la iglesia. Y allí, apartada de todas las miradas, oraba en voz alta por todas las necesidades de la obra, por los diferentes hermanos, los misioneros, etc. Otra preciosa ancianita en Chile, ora todos los días por todos los misioneros que conoce. Esta tarea tan importante la hacen muchos hermanos mayores que conozco de diferentes lugares. Una pareja siempre me dice: “No podemos ir a los viajes, pero te apoyamos en oración”.

Otra hermana que conozco de Uruguay, se ha puesto como ministerio escribir cartas de ánimo a todos los misioneros en ese país.

En Guatemala me he enterado de un hombre anciano, de buena posición económica, que ayudó a levantar varios edificios en un predio de campamentos donde, cada año, muchos jóvenes conocen a Cristo como Salvador.

A esto le podemos añadir muchos ejemplos más. Alguien dijo: “Uno no se jubila de la obra de Dios”.

Querido hermano o hermana, si ya eres de edad avanzada, no pienses que no tienes nada que hacer en la obra de Dios. Es natural y hasta necesario que ciertas tareas sean encomendadas en manos más jóvenes, pero nunca te quedarás sin trabajo en la mies del Señor. ¿Estás dispuesto a seguir hasta que el Señor te llame? Caleb estuvo dispuesto.

Veamos ahora la segunda cosa que no decaía en la vida de Caleb. Y esto es:

Fe que no decae

Caleb mantuvo la fe que le había caracterizado 45 años atrás. Esto no es normal. Uno quizás piense que habiendo llegado a cierto nivel de fe, esto ya se trasforma en un estado permanente. No es así. La misma historia del pueblo de Israel lo confirma. A veces se puede estar firme, pero caer en el próximo momento. En Éxodo 15 podemos leer un cántico maravilloso de confianza y victoria sobre el enemigo. El pueblo de Israel apenas había cruzado el Mar Rojo. Las aguas se habían abierto mostrándoles un camino. Ellos pasaron a salvo y luego todos sus enemigos quedaron sepultados en esas mismas aguas. A continuación, Moisés y el pueblo entonaron un maravilloso cántico de liberación y adoración a Dios. Entre otras cosas dijeron:“¿Quién como tú, oh Jehová, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad, terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios?”Y luego siguen cantando:“… Se acobardarán todos los moradores de Canaán”.Enaltecieron el poder de Dios y vieron a los moradores de Canaán acobardados y estuvieron listos para conquistar la tierra. Pero si uno continúa leyendo en Números 14, sucede justamente lo contrario. En vez de canto hay lloro; en lugar de reconocer el poder de Dios, sólo ven el poder de los gigantes; en vez que los cananitas se acobarden, lo hacen ellos. Entre uno y otro evento sólo hay 2 años de diferencia. ¡Qué cambio tan radical se nota en el pueblo! Por esta incredulidad, al final no pudieron entrar a la tierra (como podemos constatar en Hb.3:19). Fueron liberados por la poderosa mano de Dios de la esclavitud egipcia, pero les faltó la fe necesaria para apropiarse de la victoria en el Señor y tomar posesión de la tierra.

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