Caleb – Su valor y su prueba (1/3)

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Título: Caleb – Su valor y su prueba

Autor: Esteban Beitze
  PE1460

En medio de la noche oscura de la incredulidad, desazón y cobardía, aparece una luz que ilumina el camino, que da confianza y seguridad. Es un hombre que, en medio de la oposición y grandes retos, demostró ser un líder íntegro, capaz y perseverante. Ese hombre fue Caleb. Hoy, como nunca antes, la mies del Señor requiere de creyentes y, sobre todo, de líderes firmes, íntegros, que sirvan de ejemplo para otros. Caleb lo fue, tú también lo podrás ser. ¿Estarás dispuesto a ser usado por Dios?


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Seguramente ya hemos leído, escuchado o visto historias de personas que se comportaron en forma heroica en situaciones difíciles y, muchas veces, bajo el riesgo de su propia vida. Los héroes se destacan justamente por hacer algo que otra persona, en su misma situación, no haría. Vemos bomberos que se meten en las llamas para salvar a una persona atrapada, rescatistas en las montañas salvando alpinistas atrapados o heridos, interviniendo en inundaciones o aún en eventos cotidianos, como accidentes automovilísticos. Nuestra sociedad también considera héroes a los libertadores de los diferentes países, a soldados que armados de mucho valor hicieron hazañas, etc.

Ahora, cuando empezamos a compararnos con estas personas, nos sentimos pequeños y cobardes. Nos gustaría ser iguales, pero no arriesgaríamos nada para lograrlo.

Veremos cómo una persona llegó a ser un héroe y un gran líder, a pesar que todas las circunstancias estuvieron completamente en su contra.

Israel había salido de Egipto por el poderoso actuar de Dios y bajo la guía de Moisés. Al fin llegaron a Cades-barnea, un lugar un poco más al sur de la tierra prometida. Desde allí deciden enviar espías para observar la tierra. Fueron doce los elegidos, uno por cada tribu. Entre ellos se encontraba «de la tribu de Judá; Caleb hijo de Jefone«. Leemos en Nm. 13:18 al 20 que se les encomendó la siguiente tarea: «observad la tierra cómo es, y el pueblo que la habita, si es fuerte o débil, si poco o numeroso; cómo es la tierra habitada, si es buena o mala; y cómo son las ciudades habitadas, si son campamentos o plazas fortificadas; y cómo es el terreno, si es fértil o estéril, si en él hay árboles o no; y esforzaos, y tomad del fruto del país…»

Al cabo de 40 días de recorrer la tierra, volvieron trayendo muestras de su abundante fruto. Entre ellas, un racimo de uvas tan grande, que tuvieron que llevarlo entre dos, atado a un palo. A continuación dieron su reporte: «Nosotros llegamos a la tierra a la cual nos enviaste, la que ciertamente fluye leche y miel; y este es el fruto de ella. Mas el pueblo que habita aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy grandes y fortificadas; y también vimos allí a los hijos de Anac. Amalec habita el Neguev, y el heteo, el jebuseo y el amorreo habitan en el monte, y el cananeo habita junto al mar, y a la ribera del Jordán«.

Era evidente que el reto que tenían que enfrentar era difícil. Veamos las condiciones adversas que tenían que desafiar.

Comencemos con las Condiciones adversas frente a un reto

En primer lugar, Israel era un pueblo que durante centenares de años había vivido en esclavitud. Evidentemente no tenía valor y mucho menos experiencia bélica para enfrentar ejércitos organizados y conquistar ciudades amuralladas. Habían estado sujetos a servidumbre toda su vida.

En segundo lugar, en ese territorio había cinco pueblos a los cuales tendrían que combatir.

En tercer lugar, las ciudades eran muy fortificadas y con muros muy altos.

En cuarto lugar, en esa tierra también vivían gigantes, los temidos «hijos de Anac» que en la pelea cuerpo a cuerpo – como se acostumbraba en la antigüedad – obviamente siempre llevarían la ventaja.

En quinto lugar, diez de los espías que habían acompañado a Caleb influenciaron negativamente al pueblo, mostrando todos los inconvenientes que existían. Dijeron: «…No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros. Y hablaron mal entre los hijos de Israel, de la tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga a sus moradores; y todo el pueblo que vimos en medio de ella son hombres de grande estatura. También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos«. Es evidente que expresiones tales como: «no podemos«, «más fuerte que nosotros«, «hablaron mal«, «tierra que se traga a sus moradores» (o sea, los mata), «gigantes» y la percepción final de: «y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas«, son de lo más contraproducentes para enfrentar una tarea, un conflicto o dificultad. Si frente a un reto nos vienen a decir de entrada que no lo podremos hacer o que es demasiado difícil, serán muy pocos los que no se dejarán acobardar.

Y, en sexto lugar, otro frente de conflicto que tuvo Caleb fue la influencia del entorno. Ésta fue la reacción del pueblo: «Entonces toda la congregación gritó, y dio voces; y el pueblo lloró aquella noche. Y se quejaron contra Moisés y contra Aarón todos los hijos de Israel; y les dijo toda la multitud: ¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; o en este desierto ojalá muriéramos! ¿Y por qué nos trae Jehová a esta tierra para caer a espada, y que nuestras mujeres y nuestros niños sean por presa? ¿No nos sería mejor volvernos a Egipto? Y decían el uno al otro: Designemos un capitán, y volvámonos a Egipto«.

El pueblo, al tener que enfrentarse al problema de los gigantes y las ciudades fortificadas, prefería volver a Egipto. Ellos ya no tenían presente todo lo que habían sufrido en ese lugar, su esclavitud, el hecho que sus hijos varones recién nacidos tenían que ser tirados al Nilo. Ya no tenían en cuenta los latigazos de los capataces egipcios, y cuántos de los suyos seguramente hubieron muerto por ese trato.

Hasta es un poco ridícula su forma de argumentar. Preferían la muerte en el desierto o en Egipto que la muerte conquistando la tierra que, de todas formas, según su modo de pensar, también sería muerte.

Esta forma de actuar es típica de la persona cobarde y, sobre todo, de la que tiene falta de fe. Los desastres pasados más grandes son preferibles a alguna dificultad real, o inclusive ficticia por enfrentar, con tal de no hacerle frente al problema.

Ahora, imaginémonos la situación de Caleb. Un pueblo de alrededor de dos millones de personas, todas juntas llorando, gritando y lamentándose por el problema que se levantaba frente a ellos. Había una desazón completa. Los diez espías sólo pudieron contagiar derrotismo y pesimismo. Ya nadie tenía ánimo, y aún si alguien hubiera preferido conquistar la tierra antes de volver a Egipto, no lo dio a conocer para no llevarle la contra a los demás. Creo que una de las acciones que requieren más valentía es ir en contra de la opinión de la mayoría.

En la actualidad, quizás aún en nuestras vidas, podremos encontrar circunstancias similares a las que se tuvo que enfrentar Caleb.

La primera circunstancia difícil en nuestra vida es la esclavitud del pecado. Así como le sucedió al pueblo de Israel, así también las personas hoy en día están esclavizadas por el pecado y los deleites que ofrece este sistema mundano. Aunque quisieran, no pueden dejarlo. Esto les frena todo en la vida.

Quizás la ciudad inexpugnable sea algún vicio que no se puede dejar. Puede ser el alcohol, los cigarrillos, las drogas, la pornografía, alguna desviación sexual, la gula, o tantas otras cosas. Tal vez el reto insuperable sea tu carácter problemático que choca y lastima constantemente a tu alrededor. O quizás sea el hablar mal de otros o de la obra de Dios, como lo que hizo el pueblo. Ellos «hablaron mal» (dice en Nm.13:32). Puede que también sea un profundo sentimiento de derrota, depresión o de vacío en el interior de tu ser. Quizás sea el miedo a lo que dirán los demás. Puede suceder también, que seas extranjero o nuevo en algún área. O las mismas tareas sean completamente nuevas y representen un reto insuperable. Quizás tus gigantes invencibles sean sufrimientos, recuerdos del pasado, conflictos familiares, matrimoniales o con otras personas.

No importa cuál sea el gigante que tengas que enfrentar. La solución es la misma.

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