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Autor: Eduardo Cartea

Comenzando con el cuarto de los “Cánticos del Siervo del Señor”, como se titula esta serie de programas, nos movemos a Isaías 52:13 53:12. Aquí encontramos la descripción del padecimiento del Mesías para la expiación de nuestros pecados. La pasión de Jesús.


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El Mesías apasionado

Hola, un gusto volver a encontrarme con usted para seguir estudiando y meditando en la bendita Palabra de Dios. Hoy comenzaremos con el cuarto y último de los Cánticos del Siervo en el libro de Isaías, que presenta en forma profética la persona gloriosa del Señor Jesucristo, aquel que vino no para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos. Le invito a leer juntos ese precioso poema en Isaías 52.13 al 53.12.  

He aquí que mi siervo será prosperado, será engrandecido y exaltado, y será puesto muy en alto. 14 Como se asombraron de ti muchos, de tal manera fue desfigurado de los hombres su parecer y su hermosura más que la de los hijos de los hombres, 15 así asombrará él a muchas naciones; los reyes cerrarán ante él la boca, porque verán lo que nunca les fue contado, y entenderán lo que jamás habían oído.

53.1 ¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová? 2 Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos. 3 Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. 4 Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. 5 Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. 6 Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. 7 Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. 8 Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. 9 Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca. 10 Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. 11 Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos. 12 Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores.  

Podríamos titular a este sublime párrafo de la Escritura: la pasión y preeminencia del Siervo.

No es redundante si decimos, como tantos ya dijeron, que este pasaje de la Escritura es el “Lugar Santísimo de Isaías”.  Merece descalzar nuestros pies y entrar con reverencia a considerarlo, tal vez, como el más profundo del Antiguo Testamento con referencia profética al Salvador, el Señor Jesucristo. Varios salmos mesiánicos son profecías muy precisas sobre los padecimientos y las glorias del Mesías, como el 2, 16, 22, 45, 69, 110, entre otros. Pero, probablemente, este párrafo de Isaías es la cúspide, el cenit de la profecía mesiánica. Sabemos que la división en capítulos y versículos es esencial para la lectura de las Escrituras, pero, obviamente no es inspirada. Por ello, los versículos 13 a 15 del capítulo 52 deberían estar unidos al capítulo 53.

Componen un solo mensaje, y de hecho, ambos conforman este reconocido cuarto cántico del Mesías. El más sublime de todos ellos. Dice Carlos Morris: “Apropiadamente, el capítulo 53 se encuentra en el centro de los últimos veintisiete capítulos de Isaías, al igual que su mensaje se encuentra en el centro del corazón del Evangelio”. Agrega: “Spurgeon lo llamó “El evangelio en su esencia”. Otros le han llamado: “El Evangelio según Isaías”. El versículo central de este cuarto cántico es 53.5: “Más él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él y por su llaga fuimos nosotros curados”.

Una vez más, la cruz y el crucificado ocupan la médula del mensaje bíblico. En el Nuevo Testamento se cita en siete oportunidades en forma explícita y se alude a Él otras doce veces más, aunque sin citarlo directamente. Aun podríamos decir que el Nuevo Testamento nos recuerda Isaías 53 unas cincuenta veces. Tal es la magnitud de este fragmento de la profecía. En 52.13, Dios mismo lo presenta como “mi siervo”. Cuando vamos a el libro de los Hechos de los apóstoles capítulo 8 Felipe el evangelista va acompañando a un funcionario del reino de Etiopía, explicándole justamente este párrafo de la Escritura. Y dice claramente en el v. 35: “Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús”.

Es evidente que está interpretando que Jesucristo es de quien habla el profeta. Resulta exegéticamente difícil, sino imposible, atribuir al pueblo de Israel el contenido de esta profecía, aunque a partir del siglo XI, la tradicional y antigua interpretación hebrea entiende este pasaje referido al Mesías Redentor que un día vendría a Sión. Algunos rabinos, estudiosos dentro del judaísmo, vieron en el siervo de Isaías 52, 53 al pueblo de Israel. Otros le adjudicaron ese título a alguno de los profetas como Jeremías, el mismo Isaías, o el rey Ezequías, Zorobabel e incluso alguno de los Macabeos. Sin duda, grandes hombres de la historia judía, cuyas vidas fueron ejemplo de entrega por amor de su pueblo, pero ninguno digno de portar el título de Mesías redentor.

Por ello, surgió una contradicción muy valiosa. “Fue el rabino Rashi y sus seguidores en los siglos XI y XII que promovieron esta nueva interpretación, siendo formulada muy claramente por el rabino hebreo-español Isaac Abarbanel en el siglo XV. Con el tiempo fue esta interpretación la que se impuso, aunque no sin la decidida oposición de unos pocos rabinos distinguidos quienes insistían que –al margen de la interpretación cristiana– la interpretación no-mesiánica aplicada a Israel como nación era forzada, haciendo violencia al sentido llano y literal del texto. En los tiempos modernos, algunos eruditos protestantes liberales, a veces por deferencia a sus amigos judíos, se han solidarizado con los que rechazan la interpretación mesiánica, ganando para sí mismos el calificativo no muy halagüeño de ¡´los rabinos incircuncisos´!”.

Esta interpretación es la que actualmente los rabinos modernos aceptan: el Siervo sufriente es el pueblo de Israel, pero un día, al fin, triunfará y será reconocido por las naciones gentiles. No obstante, es notable que este capítulo 53 no se lee en las sinagogas judías; es salteado en la lectura de la profecía de Isaías. Por lo tanto, a menos que la vista espiritual esté opacada, que no puedan ver porque -como dice la Biblia- el dios de este siglo haya “cegado el entendimiento de los incrédulos para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios”, no es difícil entender la alusión a los sufrimientos personales del Siervo, particularmente el v. 8 del capítulo 53, donde se habla de alguien “cortado de la tierra de los vivientes”, por la rebelión de “mi pueblo”.

Es evidente en esta frase la diferencia entre la persona y el pueblo, el Mesías e Israel. Para el cristiano verdadero que conoce las Escrituras, como sacerdote espiritual, entrar en este ámbito santo, y ver “los sufrimientos de Cristo y las glorias que vendrían tras ellos” en profecías cumplidas y a cumplirse en el futuro, le hace inclinar el corazón ante la visión del Cordero de Dios como inmolado, aquel que fue coronado de espinas, pero ahora, eternamente coronado de gloria y de honra. En ese espíritu, y ante este sublime pasaje del sagrado Libro, entraremos con pies descalzos y corazón dispuesto a considerar las verdades que nos presenta sobre el Siervo del Señor, nuestro bendito Salvador Cristo Jesús. Seguramente este breve estudio nos lleve a meditar en su bendita Persona para rendirle nuestra adoración y gratitud. Que sea así.

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