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Compromiso Total 
(1ª parte)

Autor: William MacDonald

  La palabra discípulo ha sido por demás utilizada, y cada usuario le ha dado el significado de su conveniencia. El autor de este mensaje nos lleva a examinar la descripción de discipulado que presentó Jesús en sus enseñanzas, la cual se halla también en los escritos de los apóstoles, para que aprendamos y descubramos más acerca de este concepto.


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PE1868 – Estudio Bíblico  –  Compromiso Total (1ª Parte)



¿Cómo están amigos? Todos los cristianos deberíamos estar de acuerdo en que la obra expiatoria del Señor Jesús en la cruz del Calvario tiene un significado y un valor tan enorme que requiere que sus seguidores estén comprometidos con Él. No existen dudas sobre la necesidad del compromiso; es una conclusión obvia, la cual generalmente es aceptada. Pero, existen dos preguntas sin respuesta: ¿Hasta qué punto deberíamos comprometernos con Él? ¿Y cómo podría implementarse esto en nuestra vida cotidiana?

En términos ideales deberíamos estartotalmentecomprometidos. Nada que sea menos que un completo sacrificio de nuestra parte (espíritu, alma y cuerpo) será una respuesta adecuada a Su sacrificio por nosotros. Muchos de nuestros himnos expresan esto con elocuencia: “Amor tan asombroso, tan divino, demanda mi corazón, mi vida, mi todo”. “¿Qué menos puedo hacer que darle a Él lo mejor de mí y vivir completamente para Él, en respuesta a lo que Él ha hecho por mí?” “¿Cómo puedo ofrecer un sacrificio menor cuando Jesús entregó todo de sí?”

Sin embargo, puede ser válido preguntar si algún creyente alguna vez ha estadototalmente comprometidocon el Salvador. Incluso el apóstol Pablo, en Fil. 3:12, tuvo que admitir que él no lo había alcanzado, ya que no era perfecto. Cuando pensamos en nuestros pecados, nuestros fracasos, nuestro egoísmo, nuestras motivaciones impuras, dudamos en decir que nuestra dedicación al Señor sea lo que debería ser.

Pero, a la vez, esto no debería detenernos en nuestro afán por procurar lo ideal. Aunque no hayamos llegado, podemos continuar hacia la meta. Aunque no podamos cantar “todo a Cristo hoy entrego” como nuestra experiencia presente, podemos cantarlo como la aspiración de nuestro corazón.

Eso nos lleva a examinar el tema del compromiso en detalle, de acuerdo a la Escritura. ¿Qué es el compromiso? El compromiso es dar nuestra vida al Señor para que Él haga lo que le plazca. Es un acto definido y bien considerado por el cual una persona escoge la voluntad de Cristo en vez de la suya. Es perder nuestra vida por amor a Él y al evangelio. Es darle a Él la devoción de nuestro corazón y el amor de nuestra alma. Como dicen estas palabras de un autor anónimo:

 Ya sea en salud o enfermedad
Ya sea en pobreza o en riqueza
Ya sea en el hogar o el extranjero
Ya sea soltero o casado.
Ya sea desconocido o popular
Ya sea una vida corta o larga
Tómame tal como soy, Señor
Y hazme tuyo sólo.
Sea mi corazón tu palacio
Y Tu trono real.

Hay ciertas palabras que no existen en el vocabulario del compromiso: “Eso no, Señor”, “Déjame primero…”, “Ahora no, sino después”.

Veamos ahora: LA LÓGICA DEL COMPROMISO

Existen razones de peso para experimentar un compromiso total hacia Jesucristo:

La primera: Las misericordias de Dios así lo requieren. Lady Powerscourt dijo: “Parece un insulto frente al amor que dio TODO por nosotros, decir que amamos y, a la vez, detenernos a calcular cuánto nos cuesta darle todo a Él, cuando nuestro todo es una miseria. Su todo es el cielo, la tierra, la eternidad, Él mismo. Por lo tanto, sería mejor no amar en absoluto. Es mejor ser frío que tibio.” Y Laidlaw R.A. afirmó: “Es una falta de sinceridad el entregar el alma eterna a Dios para obtener la salvación, y luego retenerla para la vida mortal. Nos atrevemos a confiar en que nos salve del infierno y nos lleve al cielo, pero dudamos en dejarle el control de nuestras vidas aquí y ahora”.

La segunda razón es que: Es la única respuesta razonable al hecho de que el Hijo de Dios muriera por mí. Es nuestro único servicio razonable, el más lógico, y la cosa más sensata que podríamos hacer a la vista de las misericordias de Dios. Si Él murió por mí, lo menos que puedo hacer es darle mi vida. C.T. Studd dijo: “Si Jesucristo es Dios y murió por mí, entonces ningún sacrificio que yo pudiera hacer sería demasiado grande para Él”. Y Harold St. John, nos exhorta: “La cruz de Cristo nunca significará algo para usted, a menos que el impacto de la misma le quite el aliento y se convierta en lo más importante de su vida”.

La tercera razón es que: Es la forma segura para conocer la guía de Dios (así lo leemos en Ro. 12:2).

Como cuarta razón, podemos decir que: La gratitud lo demanda.

La quinta es que: No somos nuestros. El Señor Jesús nos compró en la cruz del Calvario a un precio enorme. Le pertenecemos. Si tomamos nuestras vidas y las usamos como queremos, entonces somos ladrones. C.T. Studd dice: “Yo sabía que Jesucristo había muerto por mí, pero nunca había entendido que al hacerlo, yo ya no me pertenecía a mí mismo. La redención significa que algo se compra de nuevo, por lo tanto, si le pertenezco, obraría igual que un ladrón si retuviera lo que no es mío, o tendría que entregarle todo a Dios. Cuando logré ver que Jesucristo había muerto por mí, entonces no me resultó difícil entregarle todo a Él”. Se cuenta de que: El organista de un pueblito, le negó dos veces a un visitante el permiso para tocar el órgano de su iglesia. Finalmente se lo concedió, y el extranjero comenzó a tocar. Fue como si toda la iglesia se llenara de una música celestial. Entonces, el organista le preguntó: “¿Quién eres?” Con modestia, el extranjero respondió: “Mi nombre es Mendelssohn”. “¿Qué?”, dijo el hombre quien ahora estaba avergonzado “¿Y yo no te daba permiso para que tú tocaras el órgano?” Deberíamos reconocer que Dios sabe cómo producir música con nuestras vidas, mejor que lo que nosotros mismos sabemos.

La sexta razón de peso para experimentar un compromiso total hacia Jesucristo es que: Jesús es Señor. Si Él es el Señor, tiene derecho a todo: “Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor…” (así lo leemos en Ro.14:9).

La séptima razón es que: Él sabe lo que es mejor para nosotros, más de lo que nosotros mismos sabemos. Él conoce las opciones que nosotros ignoramos.

La octava razón es que: Nos libra de una vida desperdiciada, de las cosas triviales. Nos salva de ser personas cuya única obra sería como: vender globos en días de desfile, o lentes oscuros cuando hay un completo eclipse de sol. O de arreglar las sillas de la cubierta del Titanic, o de colgar cuadros en las paredes de una casa en llamas. Cierto día, Steve Jobs, líder de Apple Computer, estaba hablando con John Scully, presidente de la Pepsi-Cola. Él pensó que Scully podría utilizar mejor sus habilidades en la creciente industria de la computación. Jobs le dijo a Scully: “¿Cuándo vas a dejar de vender agua dulce e intentar hacer algo que cambie el mundo?” Scully aceptó el desafío. Luego de la resurrección, Pedro le dijo a los demás discípulos: “Voy a pescar” (así leemos en Jn. 21:3). ¡Increíble! Él tenía el mensaje de la redención del mundo y, sin embargo, se iba a pescar.

La novena razón es que: El amor de Cristo nos constriñe (como está escrito en 2 Co. 5:14 y 15). O, como lo dijo David Livingstone: “nos obliga”.

La décima razón es que: Cristo nos da un nuevo sentido de valores, de lo que es importante. Una vez que una persona ha mirado los ojos de Cristo y ha sentido el magnetismo de su estilo de vida, ya no volverá a contentarse con los ideales y estándares seculares, que parecían adecuados antes de que Cristo viniera. Cristo destruyó los valores anteriores. Los antiguos estándares se han convertido en cenizas, polvo, carbones. ¡Gracias a Dios por eso!

 

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