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Compromiso Total 
(2ª parte)

Autor: William MacDonald

  La palabra discípulo ha sido por demás utilizada, y cada usuario le ha dado el significado de su conveniencia. El autor de este mensaje nos lleva a examinar la descripción de discipulado que presentó Jesús en sus enseñanzas, la cual se halla también en los escritos de los apóstoles, para que aprendamos y descubramos más acerca de este concepto.


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PE1869 – Estudio Bíblico  –  Compromiso Total (2ª Parte)



Estimados oyentes, en el programa anterior nos preguntamos: ¿Qué es el compromiso? El compromiso es dar nuestra vida al Señor para que Él haga lo que le plazca. Es un acto definido y bien considerado por el cual una persona escoge la voluntad de Cristo en vez de la suya. Luego examinamos: La lógica del compromiso, y vimos diez razones de peso que nos impulsan a experimentar un compromiso total hacia Jesucristo.

Seguimos adelante ahora y vemos que: En su libroPredicación Bíblica, Haddon Robinson cita a Ernest Campbell, quien dice: “Me sorprendió recientemente la declaración de Leonard Woolf con respecto a la obra de su vida. ‘Veo con claridad’, dijo , ‘que prácticamente no he alcanzado cosa alguna. El mundo hoy en día y la historia de la humanidad durante los últimos cinco a siete años, sería exactamente la misma si yo hubiera jugado ping pong en vez de sentarme junto a comités y escribir libros y memorandums. Por lo tanto, tengo que hacer una confesión bastante vergonzosa. He invertido entre 150.000 y 200.000 horas en una obra absolutamente inútil’.”

La cruz tiene tal importancia para el creyente que la entiende, que debe ser todo o nada. Si no le entregamos nuestras vidas a Cristo es prácticamente como bostezar en Su cara. Es como decirle: “No has hecho cosa alguna que merezca que te permita gobernar mi vida”.

Veamos, entonces, algunos ejemplos de compromiso. En primer lugar, algunos ejemplos bíblicos:

Cristo(lo vemos en Sal. 40:7 y 8; y en Heb. 10:7). A nuestro Señor lo consumía el celo por los negocios de su padre. Su único deseo era complacerle.

Abraham(su compromiso lo encontramos en Gn. 22:1 al 19). Este hombre tuvo una inmutable determinación de obedecer a Dios, incluso si eso requería sacrificar su más preciado tesoro, su único hijo, Isaac.

El Holocausto(leemos de esto en Lv. 1:13). La característica principal de los holocaustos es que eran totalmente consumidos para Dios. Dicha ofrenda expresaba el deseo de quien la ofrendaba de vivir totalmente para Él.

El esclavo hebreo(leemos de su compromiso en Ex. 21:2 al 6; y en Dt. 15:11 al 18). Cuando un esclavo judío podía elegir la libertad, también podía elegir pertenecer a su amo para siempre.

Rut(encontramos el relato conmovedor en Rt. 1:16 y 17). Esta muchacha gentil expresó su compromiso con las siguientes palabras: “No me ruegues que te deje, y que me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos”.

  Ester (su ejemplo de compromiso lo leemos en Ester 4:16). En un tiempo en que el pueblo judío, su pueblo, fue amenazado con la extinción, esta reina arriesgó su vida para interceder por ellos, diciendo:“… entraré a ver al rey… y si perezco que perezca”.

Sadrac, Mesac, y Abednego (leemos de ellos en Dn. 3:17 y 18). Su lealtad a Dios hizo que enfrentaran un horno de fuego, por no querer negociar su fe. Fue por eso que le dijeron al gobernador mundial de aquel entonces:«He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado».

Veamos, ahora, el ejemplo de simples personas, como nosotros, que un día decidieron realizar en su vida un genuino compromiso con Dios:

Thomas Cranmer y la mano que firmó la retractación. En un momento de debilidad, el Obispo Cranmer había firmado la retractación de sus convicciones, pero luego lo reconsideró. Antes de ser quemado en la hoguera, desde la estaca extendió la mano que había firmado aquel documento perverso hacia el fuego y dijo: “Perezca esta mano indigna”. Él quiso que ésa fuera la primera parte de su cuerpo en ser quemada.

John Nelson Darby. Durante una vida productiva de una devoción y servicio inalterables, Darby vivía de lo que le entraba en una maleta. Un día se sentó en una modesta casa italiana, y cantó: “Jesús, he tomado mi cruz, para dejarlo todo y seguirte a Ti”. Esto era una realidad en su vida.

C. H. Spurgeon. El “Príncipe de los Predicadores” escribió: En aquel día en que me entregué a mi Salvador, le di mi cuerpo, mi alma, mi espíritu. Le di todo lo que tenía y todo lo que tendré durante la eternidad. Le entregué todos mis poderes, mis facultades, mis ojos, mis oídos, mis extremidades, mis emociones, mi juicio, mi hombría, y todo lo que pudiera producir. Acerca de él, A. T. Pierson dijo: “Él maximizó, en forma superlativa, las habilidades y las oportunidades que Dios le dio”.

William Borden. Este hijo de la riqueza, expresó su dedicación de la siguiente manera: “Señor Jesús, retiro las manos del timón de mi vida. Te coloco en el trono de mi corazón. Cámbiame, límpiame, úsame según tu voluntad. Me rindo al completo poder de tu Santo Espíritu. Te agradezco por eso”.

Betty Stam. Betty se tomó muy en serio lo que escribió en la primera página de su Biblia: “Señor, te entrego mis propósitos y planes, todos mis deseos, esperanzas, ambiciones, y acepto tu voluntad para mi vida. Me entrego. Mi todo lo entrego a ti, para ser tuya para siempre. Depende de ti que yo conserve mis amistades. Todas las personas a quienes amo están en un segundo lugar en mi corazón. Obra tu completa voluntad en mi vida a cualquier precio, ahora y para siempre. Para mí, el vivir es Cristo”.

George Müller. Cuando Arthur T. Pierson le preguntó a George Müller: “¿Cuál es el secreto de su gran obra y de las cosas maravillosas que Dios ha hecho a través suyo?” Müller elevó su mirada por un momento, luego inclinó su cabeza más y más, hasta que prácticamente quedó entre sus rodillas. Permaneció en silencio un momento, y luego dijo: “Hace muchos años hubo un día en mi vida en el cual George Müller murió. Cuando joven, yo tenía muchas y grandiosas ambiciones, pero llegó el día en el cual morí a todas esas cosas y, entonces, dije: ‘De aquí en adelante, Señor Jesús, no mi voluntad sino la Tuya’, y a partir de ese día Dios comenzó a obrar en mi vida y a través mío”.

El General Booth. El Fundador del Ejército de Salvación dijo: “Cuando tenía diecisiete años, determiné que Dios controlara todo lo que William Booth era”.

El Obispo Taylor Smith. Él solía arrodillarse junto a su cama cada mañana y orar: “Señor Jesús, esta cama es tu altar; yo mismo soy tu sacrificio vivo”.

Preguntémonos, entonces: ¿Qué es lo que impide nuestro compromiso? Como respuesta, vamos a enumerar nueve cosas:

Primero: El temor a la voluntad de Dios o a lo que nos pueda pedir. En general, lo primero que la gente piensa es en el campo misionero. Serpientes, escorpiones, arañas, pantanos, calor y humedad sofocantes. Pero, Dios tiene una variedad de misiones para su pueblo y su voluntad es siempre buena, agradable y perfecta. “El Dios de infinito amor y sabiduría sólo quiere lo mejor para su pueblo”.

Una jovencita, le dijo a Graham Scroggie: “Tengo temor de hacer que Cristo sea mi Señor, tengo temor a lo que me pueda pedir”. Sabiamente, el Dr. Scroggie contó la historia de Pedro en Jope. El Señor le dijo a Pedro que se levantara y comiera. Tres veces Pedro respondió:“No Señor”. Con gentileza, Scroggie dijo: “Puedes decir ‘No’ y puedes decir ‘Señor’, pero no puedes decir – ‘No Señor’. Te voy a dejar mi Biblia y este bolígrafo. Tú ve a la otra habitación y tacha la palabraNo,o la palabraSeñor”. La muchacha volvió sollozando. Él tomó la Biblia, y allí vio que la palabra “No” estaba tachada. Ella sólo decía: “Él es el Señor. Él es el Señor”.

En esto consiste la santa obediencia. Él no obliga a las personas poco dispuestas. Él quiere voluntarios. Él obra en nosotros tanto el querer como el hacer (Fil. 2:13).

 

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