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Autor: William MacDonald

Debemos movernos hacia un caminar diario de entrega completa al señorío de Cristo. Necesitamos enfrentar algunos hechos y considerar su lógica. Cada muestra del plan de Dios para la redención trae consigo un deber. Debemos maravillarnos con las verdades que fluyen del Calvario y decidir lo que vamos a hacer al respecto.


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PE2234 – Estudio Bíblico
“Compromiso total” VIII (3ª parte)



¿Cómo están amigos? Decíamos en el programa anterior que: No Somos Nuestros

Por eso, la quinta razón de nuestra entrega incondicional es que la simple honestidad nos demanda que rindamos nuestras vidas a Él. Nuestro Señor Jesús nos compró en el Calvario. Él pagó un precio enorme -Su propia sangre. Entonces, si Él nos compró, nosotros ya no nos pertenecemos, le pertenecemos a Él.

Es una de las dulces paradojas del cristianismo que, aunque todas las cosas son nuestras (como dice 1 Co. 3:21), nosotros no nos pertenecemos. Eso quiere decir que si tomamos nuestra vida y hacemos lo que queremos con ella, estamos tomando algo que no nos pertenece. Y hay una palabra para eso: robo. La entrega total nos salva de ser ladrones. Cuando C. T. Studd vio esto, escribió:

Supe que Jesús murió por mí, pero nunca había entendido que al haber muerto por mí, entonces yo no me pertenecía. La redención significa volver a comprar, así que si yo le pertenezco a Él, me queda la opción de ser ladrón y quedarme con lo que no es mío, o tengo que entregarle todo a Dios. Cuando me di cuenta de que Jesús había muerto por mí, no me resultó difícil dejar todo por Él.

La lógica es irrefutable, ¿o no? Pero, como nos preguntábamos al fin del programa anterior, ¿qué vamos a hacer al respecto?

Oswald Sanders contó de un organista de una iglesia en Alemania que era muy posesivo con su órgano. Se propuso no permitir que nadie lo usara. Una tarde soleada estaba practicando una porción de Félix Mendelssohn, y no la estaba tocando bien. Sin saberlo, un extraño entró en la iglesia y se sentó en la oscuridad de la última fila. No pudo evitar notar la dificultad que tenía el organista.

Cuando el organista finalmente se dio por vencido y juntó toda su música para irse, el visitante fue hasta adelante y cortésmente le pidió permiso para tocar. La respuesta fue terminante. El organista nunca le había permitido tocar a nadie más. El visitante solicitó el privilegio otra vez, y otra vez fue rechazado. Pero su persistencia dio resultado. Pidió una tercera vez, y esta vez se lo permitió, aunque a regañadientes.

Él se sentó, arregló el instrumento, y tocó la misma porción. Inmediatamente la iglesia se llenó con la más hermosa armonía. Cuando terminó, el asombrado organista preguntó: «¿Quién es usted?» El visitante inclinó la cabeza modestamente, y luego dijo: «Soy Félix Mendelssohn.» «¡¿Qué?!», dijo el organista, completamente perplejo. «¿Fue a usted que le negué mi permiso para tocar el órgano?»

Nuestras vidas son el instrumento de Dios, no el nuestro. ¿Deberíamos negarle nuestro permiso de tocar en él?

Debemos comprender que: Jesús es Señor

Y esto nos permite avanzar a una sexta razón para presentarle todo lo que somos y tenemos al Señor, y permitirle dirigir nuestra vida. Ro. 14:9 dice que nosotros lo llamamos Señor: «Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor». Si Él es Señor, tiene derecho a todo. Si Cristo no es el Señor en la vida de una persona, esa persona hace lo que está bien en su propia opinión. Y no es algo insignificante que mientras la palabra Salvador se encuentra 24 veces en el Nuevo Testamento, la palabra Señor aparece casi 670 veces. Y aunque comúnmente decimos «Salvador y Señor,» la Biblia nunca lo menciona así. Siempre dice «»Señor y Salvador.» Invierte el orden. Pedro nos recuerda, en su 1ª carta, cap. 3, vers. 15, que debemos santificar a Cristo como Señor en nuestros corazones, o sea, apartarlo como nuestro Dueño.

Cuando Josué estaba preparando el asalto a Jericó, un Hombre se le apareció, espada en mano. Antes que Josué se diera cuenta de quién era el Hombre, preguntó: «¿Estás con nosotros o contra nosotros?» El Hombre contestó, en efecto: «No vine para estar contigo ni contra ti. Vine para hacerme cargo.» «…como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora» (así leemos en Jos. 5:14). Entonces, Josué se dio cuenta de que estaba hablando con el Señor. Era Jesús en una apariencia pre-encarnada. Josué cayó con su rostro en tierra, lo adoró, se dirigió a Él como Señor y se sometió a Su liderazgo.

Aquí vemos una gran lección. El Salvador no viene a nuestras vidas sólo para estar de nuestro lado, y, por supuesto, no viene para ser nuestro adversario. Él quiere ser Señor, hacerse cargo, ser el Comandante en jefe. ¿Cómo puedo llamarle Señor, y negarme cuando me llama a rendirme totalmente? Debemos hacer lo que Él dice o dejar de llamarlo Señor.

Es una realidad: Él Sabe Más Que Nosotros

Por eso, como séptima razón, tenemos algo más para pensar. Actuamos como si supiéramos cuál es el mejor plan para nuestras vidas. Elegimos nuestra ocupación, nos ponemos metas y perseguimos nuestras propias ambiciones. Pasamos por alto el hecho de que Cristo debe tener algo infinitamente mejor. Él puede darnos una vida mejor de la que podemos imaginar. Dios es maravillosamente creativo. Tiene una fantástica imaginación. Conoce opciones que nosotros desconocemos. Él sólo quiere lo mejor para Su pueblo, por tanto, Sus proyectos están filtrados por Su infinito amor y sabiduría. El contraste entre Su perspectiva y la nuestra es simple. Así dicen estas líneas de un autor desconocido:

¡Yo contaba dólares y Dios contaba cruces!
¡Yo contaba ganancias y Él contaba pérdidas!
Medí mi valor por las cosas que ganaba,
Él me midió por las cicatrices que soportó.
¡Yo contaba honores y buscaba grados!
Él lloró al contar las horas que pasó de rodillas.
Nunca supe hasta que estuve junto a la tumba
Lo vanas que son las cosas con las que queremos salvar nuestras vidas.

A menos que le rindamos nuestra vida, lo que hacemos es mostrarle esa extraña falta de respeto de preferir nuestra propia inteligencia antes que la Suya, y decirle que nosotros sabemos más que Él.

Pero, veamos: Lo Que Realmente Significa el Rechazo

A. Laidlaw, autor del muy conocido folleto El Porqué, agrega una octava consideración: «Existe una falta de sinceridad en el compromiso del alma eterna con Dios para salvación y el abandono de la vida mortal. Nos atrevemos a confiar en Él para que nos salve del infierno y nos lleve al cielo, pero dudamos en dejarle el control de nuestras vidas aquí y ahora.»

Al dirigirse a los jóvenes, un orador de Keswick dijo esto: «La gente los llamará locos si se comprometen totalmente a Cristo. Yo digo: Sean tan locos como puedan por Jesucristo. Pero les voy a decir quiénes son los verdaderos locos. Son aquéllos que se paran a la sombra del Calvario, que miran el rostro del Redentor que muere comprándolos con Su sangre, y luego se van a hacer las cosas que quieren hacer, y viven de la manera que quieren vivir.»

Ésta es la lógica de la rendición total!

Homer W. Grimes escribió:

¿Qué te daré, Maestro?
A Ti que has muerto por mí.
¿Daré menos de todo lo que poseo,
O te daré todo a Ti?
Jesús, mi Señor y Salvador,
Tú has dado todo por mí.
¡No sólo una parte, ni la mitad de mi corazón,
Te lo daré todo a Ti!

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