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Autor: William MacDonald

Cuando hablamos de la crisis del compromiso, nos referimos a la primera vez que una persona entrega su vida al Señor para hacer lo que Él desee. Puede haber una lucha respecto a dejar sus planes y ambiciones personales. Por eso las palabras entrega y rendición describen muy acertadamente la crisis del compromiso.


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PE2240 – Estudio Bíblico
“Compromiso total” XI (1ª parte)



¡Hola! ¿Cómo están? Cuando hablamos de la crisis del compromiso, nos referimos a la primera vez que una persona entrega su vida al Señor para hacer lo que Él desee. Sería agradable pensar que esto sucede en el momento de la conversión. A veces pasa, pero no siempre.

A menudo, cuando una persona es salva, él o ella conocen muy poco. Sólo pueden decir: «Era un pobre pecador perdido pero Jesús murió por mí.» O pueden decir: «Estaba ciego pero ahora veo.» Sin embargo, cada uno confía en el Salvador y en Su obra consumada de salvación. Ésa es la extensión de su teología en ese momento.

Luego, a medida que crecen en la fe, la magnitud de lo que sucedió en el Calvario comienza a hacerse viva en ellos, y experimentan una creciente convicción de que el Señor Jesús merece todo lo que son y tienen. Aun allí, puede haber una lucha respecto a dejar planes y ambiciones personales. Es por eso que las palabras entrega y rendición describen tan acertadamente la crisis del compromiso.

Al hacer este compromiso, la persona le está diciendo al Señor: «Donde sea que quieras que vaya. Lo que sea que quieras que diga. Lo que sea que quieras que haga.» Y: «No te daré sólo parte, o la mitad de mi corazón, te daré todo a Ti.» Sin reservas, nada menos que todo el corazón. Reconocen que debe ser todo o nada porque, como dijo Michael Griffith: «Existe una notable cualidad de todo-o-nada en las peticiones y mandamientos de Cristo.» Desde entonces debe ser la voluntad de Dios – nada más, nada menos, nada fuera de eso.

Cuando hacemos ese compromiso, sabemos que estamos poniendo nuestra vida en el altar como un sacrificio vivo. Y al hacerlo, podemos decir con las palabras de F.R. Havergal:

Oh Hijo de Dios, que me amaste,
Sólo Tuyo seré;
Y todo lo que tengo y lo que soy, Señor,
que de ahora en adelante sea de Tu propiedad.

Spurgeon lo puso de esta manera:

“Oh Dios grande e insondable, que conoces mi corazón, y pruebas todos mis caminos; con humilde dependencia en la ayuda de Tu Espíritu Santo, me rindo a Ti como un sacrificio racional, Te devuelvo lo que Te pertenece. Seré para siempre, total y perpetuamente Tuyo. Mientras esté en la tierra, Te serviré. ¡Qué pueda disfrutar de Ti y alabarte por siempre! Amén.”

El compromiso de Hudson Taylor fue similar:

“Recuerdo bien cuando puse mi ser, mis amigos, mi todo, sobre el altar, la profunda solemnidad que vino sobre mi alma con la certeza de que mi ofrenda era aceptada. La presencia de Dios se volvió inexplicablemente real y bendita, y recuerdo… haberme extendido en el suelo, acostado delante de Él con asombro y gozo indescriptibles. Para qué servicio había sido aceptado, no lo sabía, pero una profunda conciencia de que ya no me pertenecía tomó posesión de mí, y desde entonces no se ha borrado.”

William Borden, Yale 1909, un retoño de millonarios, abandonó todo para llevar el evangelio a los musulmanes. Murió en El Cairo cuando viajaba a China a la edad de 26, dejando un impacto en el mundo cristiano que aún se siente. De esta manera verbalizó su compromiso:

“Señor Jesús, en lo que respecta a mi vida, saco mis manos de en medio. Te pongo a Ti en el trono de mi corazón. Cámbiame, límpiame, úsame como Tú decidas. Tomo todo el poder de Tu Espíritu Santo. Te doy gracias.”

Jim Elliot tomó en cuenta el costo, y luego oró:

“Padre, toma mi vida, sí, mi sangre, si así lo quieres, y consúmela con Tu fuego envolvente. No la guardaré, pues eso no me corresponde. Tenla, Señor, es toda para Ti. Derramo mi vida como una oblación por el mundo. La sangre sólo tiene valor si fluye delante de Tus altares.”

Una joven en Carolina del Sur tuvo una manera muy original de indicar su compromiso. Tomó una hoja de papel en blanco y puso su nombre en la parte de abajo. Fue su forma de aceptar la voluntad de Dios, sin importar cuál fuera. Se la entregó a Él para que agregara los detalles.

Pero, ¿qué sucede luego que una persona hace semejante renuncia? Algunos pueden tener una experiencia emocional. Otros quizás no. Pero, debería experimentarse un sentimiento de alivio por haber hecho lo correcto. Debería tenerse la certeza de que el Salvador ha aceptado el sacrificio. Más allá de eso, los sentimientos no son importantes. Lo que realmente importa es que hayamos hecho un compromiso firme: «Amo a mi Dueño. No me iré en libertad.»

Jamás nos sucederá que hagamos algo extraordinario. A la luz de la Cruz, nosotros no hemos hecho ningún sacrificio notable. Podremos decir estas palabras anónimas:

Pobre es mi sacrificio, cuyos ojos
Son iluminados desde arriba.
Ofrezco lo que no puedo quedarme,
Lo que he dejado de amar.

Finalmente, nos daremos cuenta que cualquier cosa menor a la entrega total sólo es «pecado pulido». Como dijo la Sra. J.A.Trench:

¡Oh, quiebra todo lo que
Impide que mi corazón se acerque a Ti,
Quien murió para ganar mi corazón!
Todo otro amor, sea muy querido,
Sea de mucho tiempo, o fuerte, o cercano,
En el que Tú no seas el tema central,
Es sólo pecado pulido.

Existe una fábula que surge de vez en cuando, y aunque los detalles difieren, la moraleja es la misma. Una cuadrilla de una expedición de excursionistas llegó a un río. Una voz les dijo: «Tomen tantas piedras del río como deseen, luego crucen el río y sigan. Van a alegrarse y van a arrepentirse». Las reacciones fueron variadas. Algunos tomaron tantas como pudieron cargar; y ya tenían una carga de artículos para acampar. Otros se contentaron con un puñado. Y otros entendieron que ya tenían suficiente dificultad en la vida y no sentían que necesitaban más.

Después de haber cruzado el río y caminar algunas millas, las piedras se volvieron esmeraldas. Estaban alegres por todas las que habían juntado, y arrepentidos de no haber tomado más.

De esa manera es también con el compromiso. Estaremos contentos por la medida en la que hemos entregado nuestras vidas al Señor. Y arrepentidos de no haberle dado más. Como expresan estas palabras de un autor desconocido:

Al contemplar Su rostro,
Hermoso rostro, rostro ensombrecido por espinas.
Al contemplar Su rostro,
Desearía haberle dado más.
Más, tanto más:
Dar más de mi vida de lo que nunca había dado.
Al contemplar Su rostro,
Desearía haberle dado más.
Al contemplarle extender Sus manos,
Manos que reciben, manos heridas.
Al contemplarle extender Sus manos,
Desearía haberle dado más.
Más, tanto más:
Dar más de mi corazón de lo que nunca había dado.
Al contemplarle extender Sus manos,
Desearía haberle dado más.

Al contemplarle cuando me arrodillo a Sus pies,
Hermosos pies, pies rasgados.
Al contemplarle cuando me arrodillo a Sus pies,
Desearía haberle dado más.
Más, tanto más:
Dar más de mi amor de lo que nunca había dado.
Al contemplarle cuando me arrodillo a Sus pies,
Desearía haberle dado más.

A la luz de ese hermoso rostro,
Luz de Su rostro, maravilloso rostro.
A la luz de ese hermoso rostro
Desearía haberle dado más.
Más, tanto más:
Tesoros ilimitados que adoro en Él.
Al contemplar Su rostro,
Desearía haberle dado más.

3 Comments

  1. Rosa Elena Rojas Echarry dice:

    Buenos dìas!!! Que nuestro Amado Señor Jesucristo los bendiga en Su sobreabundante gracia, Amor y paz. Doy gracias a Dios por sus vidas y por usarlos como valioso instrumento de amor para hablarle a mi vida. Los bendigo en el Nombre que es sobre todo nombre que se nombra Jesucristo y oro al Señor para que en Su eterna fidelidad los guarde irrepensibles hasta Su venida y sostenga su ministerio para que lleguen a muchas almas sedientas de la Verdad y la Justicia que es El Dios vivo y verdadero. Amen. Un saludo y mi eterno agradecimiento por estar allì, desde Venezuela: Rosa Rojas

  2. Gisela Solano dice:

    Hola, buenas noches hermanos, me gustaria saber como se llama la canción con la que cierran este mensaje y quien es su autor, tanto el mensaje como la cnción me encantaron.

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