Cristo en el Centro 5/6

Cristo en el Centro 4/6
21 febrero, 2008
Cristo en el Centro 6/6
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Cristo en el Centro 6/6
21 febrero, 2008

Titulo: “Cristo en el Centro” 5/6
  

Autor: NorbertLieth 
Nº: PE1145

Puedeser, que el Señor nos imponga cosas o tareas, que nos parezcan imposibles, pero que se hacen posibles, mientras tanto Le miramos. Uno, que no mire a Jesús, no alcanzará nada en su vida de fe. El tal siempre será dominado de las tempestades y del alto oleaje de la vida.


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«Cristo en el Centro» 5/6

En nuestro pensamiento volvemos al lago de Galilea, porque la historia, que comenzamos a ver en el programa pasado, ahora continua. Desde luego cambiamos del Evangelio según San Juan a San Mateo, donde está escrito en el capítulo 14, versículo 28-31: «Entonces le respondió Pedro y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Pedro descendió de la barca y caminó sobre las aguas, y fue hacia Jesús. Pero al ver el viento fuerte, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó diciendo: ¡Señor, sálvame! De inmediato Jesús extendió la mano, le sostuvo y le dijo: ¡Oh hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?»

Aquí no se trata del milagro, de que Pedro pudo andar sobre el agua. Esto no debe distraer nuestra vista de lo esencial. No, sino nuestra mirada mucho más debe dirigirse al poder de la Palabra de Dios, lo qué se hace posible, cuando El es el centro. El andar sobre el agua aún hoy sería posible, si Jesús lo dijese; el problema únicamente es, que El no lo vaya a decir. Lo repito: Lo que aquí debe llegar a hacérsenos grande, es, lo que se hace posible, cuando Jesús es nuestro centro y nosotros creemos en Su Palabra.

Puede ser, que el Señor nos imponga cosas o tareas, que nos parezcan imposibles, pero que se hacen posibles, mientras tanto Le miramos. Uno, que no mire a Jesús, no alcanzará nada en su vida de fe. El tal siempre será dominado de las tempestades y del alto oleaje de la vida.

Donde Jesús nos mande que hagamos algo, no hay ninguna razón a dudar o a tener poca fe. Pedro, que preguntaba al Señor que andaba sobre la agitada agua: «Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas.» (Mt. 14:28.) Jesús dijo simplemente: «Ven. Pedro descendió de la barca y caminó sobre las aguas, y fue hacia Jesús» (V. 29). Pedro tenía al Señor ante los ojos, y por eso pudo creer en la Palabra de Jesús e ir sobre las aguas hacia El. Recién cuando perdió la mirada sobre Jesús, el agua cedió bajo sus pies. Dice en el versículo 30: «Pero al ver el viento fuerte, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó diciendo: ¡Señor, sálvame!»

La pena de nuestra vida cristiana consiste justamente en esto, que somos mucho más perceptibles para el viento que para el Señor. Cuando el Señor nos da una tarea, nos quiere llevar a alguna parte o ensanchar nuestros límites, entonces siempre vemos primero las imposibilidades.

¿Qué es lo que dejó hundir a Pedro?

Respuesta: La poca fe. ¿Pero dónde tiene la poca fe su origen? En Pedro consistía en esto, que había perdido la mirada en Jesús! Al alejar la vista de Jesús hacia el fuerte viento, inmediatamente atrajo las dudas y dejó encoger su fe.

Donde Jesús ya no es nuestro centro, solo vemos al viento, y allí dominan la situación dudas y poca fe. Comenzamos a hundirnos, pero el Señor no nos deja hundir, cuando nosotros – como Pedro – en nuestra dificultad clamamos a El: «De inmediato Jesús extendió la mano, le sostuvo y le dijo: ¡Oh hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?» (Mateo 14:31) Mas: ¿Cuántas bendiciones ya se perdieron, por no creer incondicionalmente, teniendo nuestra vista puesta en Jesús y siguiendo adelante?

Querido amigo, si el hermano Wim Malgo a su tiempo no hubiera recibido del Señor el encargo interior de construir el Salón de Sion en Duebendorf / Zurich y en fe sumisa se hubiera aferrado de esto, hoy día no existiría. Sin embargo, a pesar del fuerte viento en contra y alto oleaje de contrariedad, en esta cosa él se fijó en Aquel que le dio esta comisión no dejándose desconcertar. El Salón de Sión pudo ser llevado a cabo, y desde su conferencia de apertura en el año 1978 muchas personas pudieron encontrar a Jesucristo o hacer un nuevo comienzo. ¡También tú, querido hermano, querida hermana, eres llamado/a a la fe obediente! Por esto te pregunto:¿Es el Señor el centro de tu vida?

Querido amigo, ¿Amas la Palabra de Dios? Del amor hacia la Biblia nos relata nuestro misionero Werner Beitze desde Guatemala, cuando predicó la Palabra en una gran iglesia y en la mesa de libros ofrecía nuestra literatura entre otras cosas lo siguiente: 

«Allí en la iglesia me llamaron la atención algunos alumnos entre 10 y 12 años que se habían acercado a la mesa de los libros. Tenemos, entre otros, un libro cuya tapa muestra los jinetes apocalípticos. Entonces estos alumnos, observando las características típicas de los cuatro jinetes, quisieron determinar cuál representaba cuál período de juicio. Abrieron la Biblia y buscando en Apocalipsis encontraron el capítulo seis. Pronto uno de ellos leyó en alta voz lo que decía allí, de manera que rápidamente encontraron el significado de cada jinete. Me pregunté: ¿Se encuentra todavía entre nosotros este interés por las verdades de la Biblia? –

Otra experiencia! Al correo es bueno ir temprano, pues luego se forma una cola. Había una señora sentada delante de la ventanilla todavía cerrada. Para aprovechar el tiempo de espera, leía en su Biblia. También en los ómnibus de la ciudad se puede ver a personas leyendo en sus Biblias. ¿Podríamos experimentar también esto en nuestra patria?»

¡Gracias a Dios! También entre nosotros existen tales personas, que siempre nuevamente colocan su vida a la luz de la Palabra. Aquí sólo uno de muchos ejemplos, de los cuales podría contar. Allí llega un joven hombre y dice: «Hermano, hace algunas semanas entregué mi vida al Señor. Ahora me pregunto, si puedo permanecer en mi profesión como vendedor de televisores, material músico y videos. Ya no lo soporto, vender música rock y filmes sucios. Con mucho gusto visitaría una escuela bíblica.» ¿No es esto algo maravilloso?

Otro evento: Una mujer creyente, que con el avance de la edad paulatinamente perdía la vista, pidió a una amiga, que le marcara todas las citas, donde aparezca el nombre de Jesús con una perforación de alfiler. Entonces cuando tomaba su Biblia a la mano, dejaba escurrir sus dedos sobre las hojas y se decía: «Jesús, tu estás aquí. Tu estás acá.» A pesar de su ceguera tenía a Jesús ante sus ojos. ¡Dónde Cristo está en el centro, sucede algo, allí fluyen ríos de agua viva!

Pero tenemos que darnos cuenta que existen algunos peligros, que sacan a Cristo del centro.

El principal peligro se podría denominar con la palabra «auto», del cual surgen a su vez muchos otros peligros individuales en la vida de fe: como el egoísmo, la autocompasión, la autoestima, la auto contemplación, auto afirmación, etc, etc. Tres de estos factores egocéntricos que destruyen la vida de fe, queremos contemplar más de cerca en el próximo programa y le invito cordialmente a compartirlo con nosotros.

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