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Autor: William MacDonald

Un enfoque claro sobre algunas de las principales enseñanzas de la Biblia: ley y gracia, venidas de Cristo, Israel y la Iglesia, expiación, dos naturalezas, y más.


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PE2427- Estudio Bíblico
¿Cuál es la diferencia? (12ª parte)


 


Amigo, ¿cómo se encuentra? Hoy quisiera conversar sobre algunos aspectos de la vida eterna, y por eso es necesario que comprendamos en primer lugar, que vida eterna no es lo mismo que existencia eterna. Todo ser humano, sea salvo o perdido, vivirá para siempre, pero solo los creyentes tendrán vida eterna. No se trata solo de la duración de la vida, sino también su calidad. La “vida eterna” es la misma vida de Dios, que está incorporada en el Señor Jesucristo. 1 Juan 1:2 señala así: “Porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó”.

Quisiera mostrarle, amigo, que a veces la vida eterna es nombrada como parte de una posesión presente, y otras veces es tratada como una esperanza futura y una herencia.

Como posesión presente, es un don, un regalo poseído por los creyentes en el tiempo presente. Fue prometido por el Señor (como indica 1 Juan 2:25), y esta vida se halla en Él (como indica el evangelio de Juan en sus capítulos 5 y 6). Además, se recibe creyendo en Él, según indica Juan 6:47: “De cierto, de cierto os digo: el que cree en mí, tiene vida eterna”.

Otras expresiones que significan lo mismo que creer en Él y que también aparecen en el libro de Juan, son: “beber el agua que Él da”, “comer Su carne y beber Su sangre”, “seguirle” y “conocerle”. Según indica la Biblia, la vida eterna es un regalo del Padre, que también es dado por el Hijo. En Juan 10:27-28 leemos: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano”. Según explica la Biblia, todo lo que el Padre le mandó al Hijo decir tenía como objetivo el darnos vida eterna; asimismo, todos los que están ordenados para vida eterna creen, y esta es solo una cara de la verdad, porque la otra es que los que rehúsan creer no se juzgan dignos de la vida eterna. ¡Lo indica la Biblia en Hechos 13:46! Esta vida es producida por el reino de la gracia y todo creyente puede saber que la tiene en base a la autoridad de la Palabra de Dios.

En este sentido 1 Juan 5:13 indica claramente: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios”. Dios desea que los que tienen vida eterna lo manifiesten por sus obras en la vida cotidiana. 1 Timoteo 6:12 nos anima diciendo: “Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos”. Y unos versículos después, en el 19, señala: “…Atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna”.

Además de ser una posesión presente, la Biblia también describe a la vida eterna en tiempo futuro, como una esperanza. Por ejemplo, Tito 1:2 expresa: “…En la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos”. Y Judas 21 agrega: “Conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna”. Esto se refiere a la vida eterna en su plenitud, cuando el creyente esté eternamente libre de pecado, enfermedad, tristeza y muerte. Se refiere al estado final, al estado glorificado. A veces la vida eterna también es nombrada como una herencia: “Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna”, leemos por ejemplo en Mateo 19:29. Y Tito 3:7 expresa: “Para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna”.

Ahora, es necesario comprender que la vida eterna no se consigue por las obras. Quizá en la Biblia nos encontremos con versículos que suenan como si la vida eterna fuera un premio por el comportamiento durante la vida terrenal. Por ejemplo, este es el caso de Juan 4:36, Romanos 2:7 y Gálatas 6:8. Sin embargo, estos pocos textos no pueden contradecir los muchos pasajes que claramente enseñan la gran verdad de la salvación por gracia, que es un don, que es recibido solo por la fe y que es completamente aparte de las obras. En este punto usted se estará pregunta, “¿entonces qué significan estos versículos problemáticos?”. Bien, su objetivo, amigo, es recordarnos que habrá grados de recompensa en el cielo. En el Tribunal de Cristo, algunos recibirán coronas, y otros sufrirán pérdida. Aunque todos los creyentes tendrán vida eterna, no todos tendrán la misma capacidad para disfrutarla. Esta capacidad es determinada aquí en esta vida por dos factores: el primero es la fidelidad en el servicio; vemos que Gálatas 6:7-9 señala: “… Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna”. El otro factor de disfrute de la vida eterna es el progreso en la santidad. Leemos sobre esto en Romanos 6:22 “Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna”. Las buenas obras mencionadas en estos versículos son el fruto de la vida eterna en la persona, no el medio para obtener esa vida eterna. Por ejemplo, cuando en Mateo 25:46 dice: “E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna”, enseña que los que se hacen amigos de los hermanos judíos de Cristo durante el periodo de la Tribulación mostrarán por esto que son verdaderamente salvos, y por lo tanto, gozarán de vida eterna. Sus buenas obras son la evidencia de su salvación.

En el Evangelio de Juan, los versículos 4:36 y 12:25 claramente hacen referencia a la recompensa por el servicio fiel, y no al camino de la salvación: “Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega”, señala Juan 4:36. Y el 12:25 expresa: “El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará”.

Romanos 2:6-7 es un versículo especialmente difícil para muchas personas. “El cual pagará a cada uno conforme a sus obras: Vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad”. A primera vista parece decir que la vida eterna es condicional y depende de ser bueno o hacer buenas obras. Sin embargo, el testimonio consistente de las Escrituras prohíbe esta interpretación, y da lugar a dos maneras en las que puede ser entendido bíblicamente. Primero, puede referirse a un ideal teórico, una norma por la cual Dios juzgará a los perdidos. Si un incrédulo pudiera demostrar que por su fuerza continuó sin excepción haciendo el bien, entonces sería recompensado con la vida eterna. Pero, por supuesto, esto es imposible, ya que, como señala Romanos 3:12, “No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”. La segunda posibilidad es que se refiere a un creyente, porque solo un creyente por el poder del Espíritu Santo puede ser descrito así. En este caso, por supuesto y como mencionamos antes, las buenas obras son el resultado de la salvación, no el medio para alcanzarla.

Llegando al cierre del programa de hoy, amigo, espero que haya podido comprender claramente lo conversado. La vida eterna es una vida espiritual recibida con el nuevo nacimiento. Es la vida de Dios mismo, y es tan eterna como Él. Es una posesión presente y también una esperanza futura. El que verdaderamente cree en Cristo puede saber que la tiene en base a la autoridad de la Palabra de Dios. La certidumbre de la salvación viene por medio de las Escrituras. El creyente anticipa la vida eterna en su plenitud, conocido en otros términos como la redención del cuerpo. Cuando se habla de la vida eterna en conexión con las recompensas, no significa que ella sea la recompensa de la santidad, el servicio o las buenas obras. Las recompensas son dadas como una demostración fiel de que la vida de Cristo en el creyente marca una diferencia.


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