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Autor: Eduardo Cartea Millos

Marta, Marta dice el Señor Jesús. Con ternura le muestra lo que hay en su corazón y porqué: Las prioridades están cambiadas. El Señor nos quiere ayudar a ordenar nuestras prioridades y servirle con alegría.


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PE2873- Estudio Bíblico
Cuando Dios llama dos veces (28ª parte)



La importancia de las prioridades

Hola. Nuevamente en contacto con usted para seguir meditando en la Palabra de Dios acerca de sus dobles llamados. Estamos viendo este tema en la vida de una mujer muy especial del Nuevo Testamento: Marta de Betania. Y en nuestra última charla, la vimos ocupada y preocupada con las labores domésticas, preparando el alimento para Jesús y sus discípulos, mientras su hermana María estaba a los pies del Salvador, oyendo su palabra. No es que estuviera mal, o que no debiera hacerlo. Lo que, en todo caso estaba mal era su desmedido afán por servir, perdiendo “la buena parte”, de oír las inefables palabras que brotaban de la boca de Jesús.

Para Marta no fue sino un acto de exagerada humanidad. Suele sucedernos esto muchas veces. Y, generalmente es una muestra de carnalidad, de personalismo, de confundir las prioridades de la vida.

Permítame pensar con usted: ¿Cómo se manifiesta nuestra carnalidad?  De muchas formas. Solo menciono algunas:

Realizar la obra de Dios pensando más en nosotros mismos que en el Señor y su gloria. Puede ser impulsada por las mejores intenciones. Puede ser hecha con rigurosa perfección. Puede costar mucho tiempo, esfuerzo, dinero, etc. Pero es obra de la carne, no del Espíritu. Entonces será para nuestra gloria, no para la gloria de Dios.

Realizar la obra de Dios sin oración ni dirección de la guía del Espíritu Santo. A veces pedimos la bendición de Dios cuando terminamos de hacer algo. No es después, sino antes. Si algo no empieza arriba, no va a terminar arriba.

Realizarla con vidas que distan mucho de ser santamente irreprensibles. ¿Cómo podemos servir a Dios con vidas no santas? Los sacerdotes debían pasar por el lavacro, antes de entrar al Santuario.

Así, muchas veces después no logramos ver los resultados permanentes que la obra produce cuando es de Dios y es hecha en el poder de Dios. Porque, como dijo el rabino Gamaliel: “Si esta obra es de los hombres, se desvanecerá, pero si es de Dios, no la podréis destruir”.

“Dios se ocupa de que entremos en la obra que Él nos ha asignado a través de la puerta angosta de la humillación y no a través del arco de triunfo con el que tal vez hayamos soñado”. 

En la mente de Marta, aunque seguía haciendo la tarea, se generó un conflicto. Pensaría de su hermana María: “Ella no hace nada más que estar ahí sentada, mientras yo estoy teniendo toda la carga de la tarea. ¿Qué se cree?”.

El conflicto, su conflicto, generó un reproche que trasladó al mismo Señor: “¿No te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dicho de otra forma: “¿No te importa, no te preocupa nada que mi hermana me haya dejado sirviendo sola, con todo el trabajo?”.  Notemos el enfado: No dijo María; dijo: “mi hermana”. El énfasis denota un fastidio que brota como un fermento desde su interior.

 Nos recuerda a Pedro en la barca cuando, en medio del temor por la tormenta, despierta a Jesús y le dice: “¿No tienes cuidado que perecemos?”. “¿No te importa que nos estemos hundiendo?”.

¿Será, acaso, que no le importamos al Señor?

Pensemos positivamente por un momento. Tal vez, más que el peso del trabajo, era la pérdida que sentía de estar también oyendo a Jesús. El sentido del verbo original nos invita a pensar que en vez de “me deje servir sola”, debiera leerse “me ha dejado servir sola”. Con lo cual parece indicar que María lo había estado haciendo. Si así fuera, la enseñanza del Maestro le atrajo irresistiblemente a sus pies para oírle, dejando lo que pensó era de menor importancia. Por eso también en el v. 39 la expresión: “sentándose a los pies de Jesús”, se puede entender mejor como: “habiéndose sentado”. 

Pero, entonces, en tono de orden al mismo Señor, le dijo: ¡Dile que me ayude! Marta estaba evidentemente ofuscada, confundida y desmedida. Y esa frase era una evidente sobre reacción, “una censura fuera de lugar y algo de esos celos propios de personas activas y enérgicas”, que a menudo experimentan y despiertan críticas “hacia aquellos que son más contemplativos e íntimos”.

Observemos algunos principios importantes:

1. La importancia de las prioridades.

“Marta, Marta”, se oyó el doble llamado del Señor. Aquel que era “manso y humilde de corazón” no respondió con aspereza a la demanda, al reproche desmesurado de aquella fiel mujer. Fue una demostración de amor y ternura hacia ella. Debemos recordar que Juan 11 dice que “Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro”.

Así que ese doble llamado indica un afecto sustantivo. Un cariño especial. Una sensibilidad digna de aquel que “no quiebra la caña cascada, ni apaga el pábilo que humea”.

¡Cómo supo interpretar su corazón! ¡Cómo supo echar el bálsamo de su paz sobre su alma herida!

“Afanada y turbada”, significaba tener una ansiedad interior que manifestaba una preocupación exterior que, finalmente derivó en un auténtico enojo. No debería ser algo que experimentemos los creyentes.

El mismo Señor nos dice: “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán”.

Pablo, como un eco de las palabras de Jesús dice en Filipenses 4: “Por nada estéis afanosos”.

Ahora, no era que ella estaba haciendo algo indebido o no apreciado. Podríamos ver que, en Juan, el capítulo 12 vuelve a estar trabajando sola. Pero esta vez con alegría.

En la cocina de nuestra casa tenemos un hermoso grabado en madera, a pedido de mi esposa que dice: “Aquí se sirve al Señor con alegría”. Es que, ya sea para la familia, o bien para aquellos que nos visitan y se hospedan en nuestro hogar, el trabajo, aun secular de preparar los alimentos, es un verdadero servicio para el Señor. Y eso se debe hacer con alegría, como para él.

Entonces, ¿dónde está el énfasis de la exhortación del Señor a Marta? Está en dos asuntos: Las muchas cosas… y las prioridades.

Muchas cosas. Mucho trabajo. No está mal en sí mismo. Somos distintos y muchas veces tenemos temperamentos como el de María, más contemplativos, más devotos, más silenciosos y otras, como el de Marta, más activos, más dinámicos. No está mal trabajar arduamente, salvo que sea en exceso y nos prive de las cosas más importantes. Las muchas cosas pueden traer inquietud al alma.

Por eso debemos tener en cuenta las prioridades en nuestra vida. Dice un autor cristiano: “Todos tenemos una Marta dentro nuestro”. Y debemos tener cuidado que ello nos prive de lo esencial.

Permítame preguntarle: ¿Cuáles son las prioridades en su vida? Cuando el Señor le dijo a uno: “Sígueme”, y él le contestó: “Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre”, tal vez muy anciano ya, Jesús, a su vez, le respondió: “Deja a los muertos que entierren a sus muertos”. Que los muertos espirituales entierren a los físicamente muertos.

O a aquel que le dijo: “Te seguiré, Señor, pero déjame primero que me despida de los que están en mi casa”, Jesús le contestó: “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios”. Era importante quedar a cuidar de su padre, o despedirse de los familiares, pero se corría el riesgo de quedarse y no volver.  La prioridad era el Señor. Lo más importante.

Cada día nos enfrenta a una variada cantidad de alternativas, que, como cruces de caminos exigen una definición, una elección.  Escoger unas y postergar o desechar o renunciar a otras. Y esa elección determina qué clase de prioridades tenemos en nuestra vida.

Cierta vez, cuenta al Dr. Martyn Lloyd Jones, le expresaron admiración por haber dejado su carrera de médico brillante para dedicarse a la predicación del Evangelio. Él contestó: “Yo no he tenido que renunciar a nada; lo he recibido todo”. 

Esto tiene mucho que ver con el grado de madurez de nuestra vida cristiana. Es posible que si somos creyentes jóvenes (es decir, con poco tiempo desde nuestra conversión) o jóvenes creyentes (es decir, de pocos años de vida), no tengamos muy en claro algunos asuntos en nuestro diario vivir. Una pregunta que suelen hacerme los jóvenes es: “Cómo puedo determinar mis prioridades”. No siempre es un asunto sencillo, pero es posible resolverlo, si somos capaces de hacer lo que el Señor Jesucristo dijo tan claramente: “Buscad el reino de Dios y su justicia, y todas las demás cosas os serán añadidas” (Mt. 6.33). Y es un asunto de madurez saber hacerlo. La madurez cristiana no viene por los años, pero indudablemente viene con los años. La madurez es etapa tras etapa; paso por paso. En nuestro próximo encuentro veremos algo más sobre este importante asunto de la vida cristiana. Que el Señor nos ayude a entender qué cosas son las más importantes, teniendo en cuenta que lo bueno es enemigo de lo excelente. Busquemos la excelencia para honrar a Dios y bendecir nuestra vida.   

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