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Autor: Michael Kotsch

En estos últimos años se han desarrollado en círculos cristianos diversas formas de objetar la Biblia. Se plantean cuestionamientos muchas veces disfrazados de piedad, que desvalorizan la Palabra de Dios. ¿Cuáles son esas críticas o ataques que se le hacen a las Escrituras desde las filas del cristianismo? ¿Cuánto de razón tienen en lo que señalan?


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PE2636 – Estudio Bíblico
Cuestionamientos a la Biblia disfrazados de piedad (1ª parte)



Amigo, ¿sabía usted que después de siglos y siglos, la Biblia sigue siendo el libro de mayores ventas de todos los tiempos? Sin embargo, en muchos lugares y en diferentes épocas ha sido perseguido, prohibido y quemado en público. Y aunque Biblia haya sobrevivido a todos esos ataques y a todos sus detractores, los que la critican no dan tregua. Uno pensaría que la oposición más fuerte vendría de los ateos; sin embargo, los ataques contra la Palabra de Dios no provienen solo del campo secular. Muchas veces, amigo, se esconde una actitud de juicio frente a la Biblia detrás de frases piadosas, tradiciones religiosas y una supuesta espiritualidad cristiana. La llamada “desmitologización de la Biblia”, promovida por Rudolf Bultmann (teólogo alemán y erudito del Nuevo Testamento del siglo XX), produjo en los círculos protestantes el nacimiento de una intensa discusión acerca de los métodos académicos de aproximación exegética a la Biblia. Ya en los años setenta del siglo XX los autores Gerhard Bergmann y Gerhard Maier alertaron acera del efecto destructivo que ejercía la teología universitaria en la fe de los creyentes.

En particular, el método histórico-crítico, originado en el siglo XIX, logró sofocar ampliamente la idea del origen divino de las Sagradas Escrituras y de su autoridad sobrenatural. Hoy en día, la Biblia es considerada por los teólogos tan solo como un documento histórico ordinario de origen humano. Para explicar la larga historia de las Sagradas Escrituras, le atribuyen numerosos autores desconocidos, diferentes revisiones editoriales, la adopción de mitos provenientes de otras religiones, posteriores incorporaciones de pasajes proféticos donde fueron adaptadas las fechas, la libre invención de narraciones milagrosas, y más.

Así es que con la ayuda del método histórico-crítico el teólogo era capaz de identificar el supuesto núcleo histórico relevante en las narraciones bíblicas. Como era de esperar, gracias a este sistema de interpretación, todos los aspectos sobrenaturales de la Palabra de Dios fueron eliminados. Se declaró mera fantasía toda la historia del Antiguo Testamento hasta el rey David. Los milagros, como el nacimiento virginal o las sanaciones a los ciegos, fueron reinterpretados como figuras o símbolos. Pero también la muerte expiatoria de Jesús y su resurrección se declararon ahistóricas e irrelevantes para el hombre moderno. Esta visión que destruye toda fe domina hasta la actualidad la teología académica.

Sin embargo, amigo, en estos últimos años se han desarrollado, en los mismos círculos cristianos, otras formas de objetar la Biblia. Se plantean cuestionamientos muchas veces disfrazados de piedad, pero que también desvalorizan las afirmaciones bíblicas que fueron inspiradas en su origen por Dios, declarándolas incluso irrelevantes para el cristiano contemporáneo. Permítame ahora comenzar a advertirle, amigo, sobre algunos de los ataques más populares que nuestra Biblia recibe.

El primero podríamos llamarlo “La Biblia abandonada”. Se escucha decir a la gente que “si bien la Biblia es importante, resulta muy fatigoso tratar de entenderla”. Ahora, la realidad es que nunca en la historia de Occidente ha sido tan fácil conseguir Biblias en varias versiones de alta calidad como hoy en día. Y jamás el hombre occidental ha gozado de tanto tiempo libre, con jornadas laborales de treinta y cinco o cuarenta horas semanales como en la actualidad. Los Gedeones Internacionales y otras organizaciones cristianas hasta ofrecen Biblias en forma gratuita. En varias plataformas de Internet se encuentran diferentes versiones que pueden descargarse o usarse en línea. No existe hoy ningún impedimento para leer la Biblia en privado, algo que hace ciento cincuenta años no era posible. A pesar de todo esto, se la lee mucho menos en el mundo occidental actual que en los siglos pasados. ¿No le parece a usted?

A la pregunta “¿cuál es el libro más importante en su vida?”, la mayoría de los cristianos evangélicos respondería de forma dogmáticamente correcta: “la Biblia”. Pero la mayoría no vive lo que profesan. Hoy en día los creyentes pasan muchísimo más tiempo navegando en Internet o viendo películas que estudiando la Biblia. En 2011, una encuesta de la conocida publicación estadounidense “Christianity Today” llegó al resultado de que un 22 % de los cristianos evangélicos nunca leen la Biblia. Cerca de la mitad de todos los interrogados confesaron, de manera anónima, que solo consultan de forma esporádica las Sagradas Escrituras. Solo cerca de un cuarto de los cristianos dijo leer la Biblia con regularidad. Y existe una encuesta similar del año 2017 que confirma esta tendencia.

En resumen, amigo, una forma de réplica a la Biblia disfrazada de piedad, consiste en confesarse amigo de las Sagradas Escrituras, esquivando, sin embargo, su encuentro con ella en la vida privada. Con este método, la identificación con la fe cristiana no nace del estudio de la Palabra, sino más bien del entorno social y la educación. Más allá de la tradición cristiana, no se ve ninguna transformación a la imagen de Jesús, por ejemplo, en las actividades de tiempo libre, en el manejo de los medios de comunicación o en la organización de las finanzas. Es necesario comprender que el que se expone poco o nada a la influencia de la Palabra de Dios, difícilmente será influenciado por ella en su manera de pensar y actuar.

Al siguiente ataque a las Escrituras lo llamaré “Jesús contra Pablo”. A menudo escuchamos, por ejemplo, que alguien dice: “Esta afirmación la encontramos dicha tan solo por Pablo. Pero no creo en Pablo, sino en Jesús”. ¿Ha escuchado algo así alguna vez, amigo? En especial, en cuestiones éticas, muchos evangélicos han descubierto su singular simpatía por las palabras de Jesús. Hay ediciones de la Biblia en las que están impresas en rojo todas sus declaraciones. En Estados Unidos existe un movimiento llamado “Cristianos de letras rojas”; ellos están convencidos de que tan solo son importantes las palabras directas de Jesucristo, registradas en el Nuevo Testamento. Exigen que los textos de Pablo, Juan, o de algún otro de los discípulos, sean considerados de menor autoridad. De hecho, esta opinión lleva a la dilución del concepto de inspiración y a la construcción de un canon dentro del canon original. Discrimina los libros neotestamentarios, poniendo en duda su credibilidad y relevancia. Es justo esto lo que los autores bíblicos y los primeros padres de la Iglesia rechazaban con vehemencia.

El apóstol Pedro en su segunda carta capítulo 3 versículos 15 y 16 escribe algo muy importante acerca de la importancia de las cartas de Pablo en el canon bíblico: “Nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito, casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición”. Vemos claramente que Pedro reconocía las cartas de Pablo como parte integral de las sagradas Escrituras, y que nadie puede ignorar o cambiar su contenido sin perjuicio. Los apóstoles, como ellos mismos testificaban, no escribían de ninguna manera su propia opinión, sino que bajo la guía directa del Espíritu Santo trasmitían lo que Dios les había comunicado.

En su segunda carta Pablo le escribe a Timoteo: “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Ti. 3:14-17). También en Apocalipsis (22:18 y ss.) encontramos la seria advertencia de no añadir ni quitar nada de las palabras de este libro. En cierta manera, los textos de los apóstoles tienen, para las iglesias neotestamentarias, incluso mayor relevancia que los Evangelios, porque tratan de manera concreta su propia dispensación, el tiempo de la gracia y su vida cotidiana. Muchos detalles sobre la vida del cristiano y su comportamiento en la Iglesia se encuentran no tanto en los discursos de Jesús, sino justamente en las cartas de Pablo. Por lo tanto, amigo, no debemos enfrentar ambas enseñanzas, sino complementarlas conforme a la voluntad de Dios.

El tiempo se nos acaba, amigo. Pero le invito a seguir conversando sobre otros ataques que se le hacen a la Biblia, palabra de Dios, en el próximo programa.

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